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Redacción PERÚ21

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Carlos Basombrío,Opina.21cbasombrio@peru21.com

Fue un discurso largo, aburrido, deshilachado y destinado al olvido.

Me ocupo de un solo tema: el seguro oncológico universal. ¡Qué maravilla! A todo aquel que sufra de cáncer, el Estado le brindará gratuitamente el costoso tratamiento que la cruel enfermedad requiere. Pero, surge la pregunta obvia: ¿con qué recursos –económicos, de infraestructura y de personal– se va a poner en práctica tamaña oferta?

¿No sería mejor asegurar primero lo mínimo? Lograr, por ejemplo, que los niños de Puno no se mueran de neumonía por el frío o que los de Iquitos, por el calor, lo hagan por enfermedades gastrointestinales.

Pero ni siquiera hablemos de las ausencias, sino de lo que ya existe. Incluso dejemos de lado el juicio sobre el hospital de la provincia alejada; ocupémonos de los institutos de élite del sistema de salud en Lima, de los mejorcitos.

He tenido la experiencia de estar en contacto muy cercano con uno de ellos. Claro que hay equipos y buenos profesionales, pero el trato a los pacientes y a sus familiares es tan deplorable que uno sale odiándolos.

Me conmueve el haber visto tantas personas humildes tragarse su amargura ante maltratos innecesarios, frente a los que por su pobreza quedaban indefensos.

Es verdad que falta personal en el sector Salud y están mal pagados, pero además, en muchos casos, falta humanidad para que el paciente se sienta como algo más que el siguiente paquete de carne a ser cortado.

Si así es en la élite de la salud pública, ¿cómo será en los lugares más alejados del país? ¿No sería mejor –antes que seguir vendiendo ilusiones que devendrán en más frustraciones– lograr que funcione dignamente lo que ya existe?