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Redacción PERÚ21

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Por: Beto Ortiz, PandemonioTe parecerá una zalamería pero la primera mujer que besé en mi vida se llamaba Milagros. Se llamaba no, se llama porque está viva aunque no he vuelto a verla en veinte años: Milagritos de la Cruz. Sé que está viva, que sigue guapa y también menos sola que yo: se marchó a España, tuvo un niño en Australia y ahora vive en Bulgaria. Del primer hombre que besé en mi vida no escribiré nada aquí porque sería demasiada realidad y a nuestro público hay que darle lo que nos pide: fantasía. ¿Besaste tú a una mujer alguna vez? Podría apostar que no. Que no eres, precisamente, Britney Spears. Podría apostar que, como a mi amada Martha Hildebrandt le encanta repetir: a tu vida le ha faltado un poco de locura. ¿Le ha sobrado locura a la mía? De repente. No lo sé. Lo único que sé es que a esta vida hay que sorbérsela toda como un mango maduro, rojo y helado en el verano y sumergirse en su pulpa y embarrarse de ella y quedarse luego todo pegajoso y extasiado. (Un mango nunca sabrá igual si se lo come usted –ejem, ejem– en platito de porcelana, con cubiertos de plata y la servilletita bordada perfectamente puestecita en el regazo, señorita.)

De Milagros me enamoré por varias razones siendo la principal de ellas su impresionante parecido con Beatrice Dalle, la bembona, tetona y culona actriz francesa que hizo de Betty Blue, estoy seguro que viste la película en el cine Ambassador o en el Alhambra –que ya no existen–y te pusiste colorada como un rocoto en esa primera escena en que la cámara se acerca en un travelling lentísimo hasta esa crujiente cama rústica de casa de playa donde se producía uno de los polvos más gloriosos, más espléndidos, más reales, más prolongados y más envidiables de la historia del séptimo arte. Polvo éste que, de acuerdo a los observadores más agudos y entendidos, era imposible de ser actuado con semejantes bríos y tamaña vividez por lo que solo pudo haberse tratado de un polvo de verdad. Y frente a cámaras, ¿te imaginas?, ¿con veinte camarógrafos, luminotécnicos y sonidistas haciéndonos barra en Canal N, Milicita?, ¿te imaginas ese polvorín de padre y señor mío, en vivo y en directo? No, no te imaginas. Mejor. No lo imagines. Ya no estamos para esos trotes. ¿Te parece una grosería que emplee la palabra "polvo" en una misiva dirigida a una dama respetable, distinguida lideresa de opinión?

Lo es, sin duda. Me deshago en rendidas disculpas: soy un vulgar de mierda y cada vez que te entrevisto, que me entrevistas, que nos entrevistamos mutuamente, Miracles, darling, toda modosita en tu set tan cuchifrunis y tu escenografía pipirisnáis de Marcelo Wong me provoca mechonearte, desamarrarte los pasadores del corsé para que por alguna vez en la vida dejes de contener el aire, para que dejes de ajustar y respires. Cada vez que me vuelves a hacer tu carantoña cucufatona se me antoja decirte un montón de cochinadas por el interno. (Ejem, me parece que eso es lo que le está faltando a su vida ejemplar, señorita de conducta intachable y trayectoria acrisolada. Demasiado cable, señorita. Demasiado blog y demasiado cable. A su glamorosa y perfectita vida le falta una buena antena muy caliente, ¿me comprende?, ¿no le da miedito terminar convertida en la versión femenina de Renato Cisneros?, Hello, deje el show, súbase la minifalda hasta la espalda, ¿quiere pasarse la vida gritándole al mundo lo mucho que busca novio por la vida y el poquísimo cau cau que encuentra?, súbasela, deje el show, más alta, ¿quiere usted convertirse en otra de esas limeñitas reprimidas, quejumbrosas, agrias y candelejonas?, ¿quiere dar la impresión de que se resiste a deshacerse de los fustanes, de que todavía la viste su mamá? Por el amor de Dios, a usted le falta a gritos escandalizarse menos y escandalizarnos más, chapalear en las miasmas de los titulares de los diarios chicha, despeinarse con el libertinaje obsceno de la señal abierta, usted necesita que el ANDA le censure el escote, que le corten un par de escenas subiditas de tono como a la Perricholi ¡Le faltan inmensas dosis, toneladas, cantidades industriales de la rica cochinada!)

Bueno ya. Poco floro, tigresa. ¿Cómo hacemos? Sabes perfectamente que yo nunca hago planes porque los planes siempre se joden y vaya que a ti te consta. Casualidad: váyase al casillero de inicio. Comience de nuevo. Lo único que tenemos es esto: Tu plan A se llamaba Joaquín. Se llamaba. Fue hermoso mientras duró. La tristeza no se acaba nunca. De acuerdo. Pero, ¿y ahora? No te recomiendo vivir abrazada a una ausencia, principessa. Todavía soñamos, como solía cantar en los 80 doña Mocha con su bombo y su ponchito en Tiempo Nuevo. Todavía cantamos. Todavía soplamos. Tú todavía estás aquí. ¿Y ahora? ¿Cómo se llama tu plan B? ¿Con qué letra empieza? Yo nunca hago planes pero esta vez te tengo el plan perfecto. Y el plan consiste en que patees el tablero. ¿no sabes? Yo te enseño cómo. Arca Comunal: váyase directamente a la mierda sin cobrar 200 ni pasar por go. En el buen sentido, Milagritos, en el mejor sentido, ¿me sigues, me entiendes? ¿Cómo se llama tu Plan B? Tu Plan B se llama Bete, Buela, Biaja con B de Brahma. Cambia de paisaje y de paisanaje. Cambia esa cara de seria, esa cara de intelectual, de enciclopedia. No te quedes allí de estatua. No te me fosilices de la pena. No te conviertas en la hija de la lágrima, en lagrimita congelada, en estalactita. Ponte las pilas. Ponte las plataformas, las portaligas. Haz maletas. Altimatízate con Altimatic. Elige tú el destino que yo te acompaño. No hagas preguntas. Relaja. Afloja. Conmigo no te pongas picky, esto es hasta abajo, cógele el tricky, esto es fácil, esto es un mamey. Vamos a meterlo todo en un muñeco de año nuevo y a prenderle fuego. First we take Manhattan and then we take Berlin. Ay, Milagros. Déjate de cuatro cosas. Poco floro. ¿Cómo hacemos?