Fotoreportaje de Renzo Salazar.

La vida de Edith Peñavásquez cambió el 15 de agosto de 2007. El terremoto que sacudió el sur le arrebató un hijo, José Luis Tipacti Peñavásquez, de 10 años, quien se convirtió en refugio de una tierra asolada por la pobreza y la desesperanza.

‘Chicho’ es el nombre del niño ‘milagroso’ de los iqueños. Una pared cayó sobre él cuando intentaba huir del caos. En el lugar de la tragedia, que el miércoles 15 cumplió 11 años, su madre colocó una cruz. Meses después, una anciana aseguró que el niño, tras unas horas de haberle rezado, arregló una radio que era su única compañía.

Desde entonces, se le atribuyen prodigios que parecieran inventados si no fuese porque cientos de fieles los agradecen con ofrendas, velas y limosnas. La señora Edith asegura que los ingresos se invierten en estampillas y llaveros para los fieles, que con la imagen de su hijo no se lucra.

Una niña con leucemia agradece estar viva 11 años después de que un médico la desahució. Un hombre asegura que ‘Chicho’ le ayudó a convertirse en exitoso transportista. Otra mujer tiene tatuado el rostro del niño en la espalda.

“Chicho no es un santo, él no hace los milagros, es el Señor a través del él”, dice la madre desde la capilla que una devota construyó para él y hasta donde llegan sus devotos. La pequeña casa de madera está repleta de fotografías de rostros que confían en su poder y en que está al lado de Dios.

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