Aunque los nombres pueden sonar confusos y muy técnicos, sostiene que el proceso es relativamente práctico con el apoyo de la biotecnología y la genética. En vez de extraer el veneno del animal, se obtiene solamente el gen que contiene la toxina para aplicarlo a un hongo, Pichia Pastoris, que permite la replica de las proteínas de esta toxina y reduce la posibilidad de que se genere una hemorragia generalizada a la hora de cortar el coágulo.