Ojalá que el ciclón Yaku (...) permita que la conciencia ciudadana y la de las autoridades se dispare y que la prevención no sea una palabra usada solo cuando la tragedia nos hace recordarla, señala la columnista. (Foto: Joel Alonzo/ @photo.gec)
Ojalá que el ciclón Yaku (...) permita que la conciencia ciudadana y la de las autoridades se dispare y que la prevención no sea una palabra usada solo cuando la tragedia nos hace recordarla, señala la columnista. (Foto: Joel Alonzo/ @photo.gec)

La lluvia inusual producto del ciclón Yaku ha puesto –nuevamente– en aprietos a la costa norte del Perú. Inundaciones, deslizamientos, viviendas colapsadas, pérdida de canales de irrigación, vías bloqueadas y hasta vidas perdidas son solo algunas de las consecuencias de este fenómeno climático. La Defensoría del Pueblo ha indicado que alrededor de 2 millones de personas y 500 mil viviendas serían afectadas. El ciclón va acercándose a la costa central y la capital también podría sufrir sus embates. Ya la lluvia inusual del viernes en la tarde afectó a las viviendas limeñas, especialmente a aquellas más vulnerables.

La amenaza del ciclón se queda corta cuando hace mucho tiempo se viene advirtiendo de la necesidad de adaptación de las ciudades a los efectos del cambio climático. Se pide que las autoridades implementen acciones de mitigación para reducir los posibles daños en sus jurisdicciones pero son pocas las que las llevan a cabo. Es más, muchas ni siquiera cuentan con protocolos o planes de emergencia que se activen ante las primeras advertencias. Los alcaldes deben tener claro el mapa de riesgos de su distrito para poder invertir priorizando las zonas más susceptibles y, así, saber también a quién ayudar en primer lugar.

Por supuesto, muchas familias están en peligro pues sus viviendas se ubican en zonas de riesgo, como lechos de quebradas, zonas inundables y áreas donde se encuentra el cauce de huaicos. La mala calidad de las viviendas es también otro factor desatendido. La precariedad de los materiales constructivos con los que se instalan los techos y edifican las paredes incrementa el riesgo de colapso y, con eso, se disparan las posibilidades de la tragedia.

Desde las ciudades, resulta urgente impulsar sus propios procesos de planificación urbana y que estos sean sensibles al clima, busquen promover la resiliencia en sus territorios y los servicios ecosistémicos. Que se impulsen desde ejercicios de participación ciudadana, especialmente para poder escuchar la voz de los que más necesidades tienen pues serán los primeros y más afectados por los efectos del cambio climático.

Ojalá que el ciclón Yaku no solo deje devastación a su paso sino que también permita que la conciencia ciudadana y la de las autoridades se dispare y que la prevención no sea una palabra usada solo cuando la tragedia nos hace recordarla. Esperamos que el país se tome en serio una cultura de prevención y así salvemos