Siempre que sacamos nuestro mejor amigo a pasear, notaremos resistencia de su parte al llevar la correa, al jalarla o resistir caminar. ¿Por qué es esto? Existen varias razones debido a ello.
La correa puede limitarlos a caminar a un paso más lento, siguiendo nuestra manera de andar, que puede llegar a dolerle a un cuadrúpedo. Hay perros desobedientes que todavía no han llegado a comprender los movimientos de sus amos, por los que avanzan sin hacer caso de la presión de la correa.
También hay cuestiones emocionales relacionadas con la correa; los perros viéndola como un límite para su libertad o la posibilidad de encontrarse más pronto con sus amigos del parque. Por último, está el elemento que es la negación de la privacidad, ya que muchos perros prefieren hacer sus necesidades en soledad y la correa les prohíbe eso.
MIRA: Tres maneras en que tu perro se contacta contigo a diario y que no sabías
Lo mejor es observar primero la necesidad del perro, si es una cuestión del arnés o el collar. Si no es un tema del material dañando el cuello del animal, será un cuestión más referente al estado emocional del perro y su cuestión de obediencia.
Para ello, lo necesario es jugar ejercicios con el perro para acostumbrarlo a la correa. Llevarlo a pasear con la correa, sin hacer mucha presión, dejándoloo que él se dirija por donde desee caminar por un principio; nosotros siguiéndolo en lugar de mandarlo a ir donde nosotros queramos ir. Con tiempo, el perro se adaptará con esta nueva sensación de confianza. Prestándole atención y hablándole durante el paseo también servirá para fortalecer la vínculo entre dueño y perro;, ayudando que el perro asocie la caminata como otro momento de diversión con su amo más que un “deber”.