Las despedidas que parecen 'para siempre' son las más difíciles. El asunto se complica cuando toca decirle adiós a un ser al que quieres, que no te pertenece y que, para mala suerte, es propiedad de tu ex. De los (no muchos, no pocos) enamorados que he tenido puedo decir un montón de cosas, pero si se trata de resaltar algo positivo, tengo que agradecerles el haberme dado el honor de presentarme a sus perros, aunque luego me los hayan arrebatado.

Soy doglover desde que tengo memoria. De niña siempre he tenido perros y cuando iba de visita donde mi abuela, convivía tranquilamente con seis. Quizás esa sea la razón por la que, cuando me cruzo con uno, busco su mirada y de inmediato sucede el famoso ¡clic! del que tanto hablaba Tula.

Esto que estoy describiendo me ocurrió con Flor, de raza única y parte de la familia del que alguna vez fue mi enamorado de secundaria. Cuando me abría la puerta de su casa, Flor aprovechaba para huir al parque y encontrarse con el que luego se convertiría en el padre de sus cachorros. Como era cómplice de sus escapadas, me agarró confianza. La recuerdo grande, caderona y con pezuñas olor a chizito. Solía decirle que parecía una 'vaquita'. Ella solo se quedaba mirándome mientras movía la cola.

Superé a mi ex pero no a su mascota

A Flor le decía adiós por temporadas. A veces dejaba de verla semanas. A veces meses. Pero el reencuentro siempre era el mismo: ella colocándose a mi lado, dispuesta a dejarse acariciar hasta que me aburra.

Un día no la vi más y tampoco volví a cruzarme con mi ex, solo hasta hace poco, que coincidimos en una reunión. Habían pasado cinco años y quería saber qué había sido de la vida de Flor. Su mirada triste respondió por él y yo no quise saber nada del asunto, más que por respeto, porque me dolió la noticia.

Con el antecedente de Flor, en la universidad intenté "controlar" este asunto de encariñarme con los perros de mis parejas. No dejé de tener enamorados, pero sí evité encariñarme con sus mascotas. Por aquellas épocas fue que conocí a Foxy, un perro gigantesco con nombre de drag queen; a Gabú, un beagle hermoso; y a Lukas, un doberman achorado e incomprendido que en una fiesta le mordió la cara a una amiga.

Todo transcurría con normalidad hasta que apareció Frida, la boston terrier de quienes hasta hace algunos meses eran mis 'suegros'. Era imposible que no hubiese química entre nosotras: le gusta jugar, los besos, que la carguen, las visitas y no pesa ni mide más que una mochila, así que es 100% abrazable y transportable.

Frida y Lucía, hace no poco tiempo. (Archivo de esta redactora)
Frida y Lucía, hace no poco tiempo. (Archivo de esta redactora)

Cuando oficialicé con su 'tío', se convirtió automáticamente en mi 'sobrina' y la frecuentaba seguido en su casa de Chorrillos. No tardé mucho en caer en sus encantos: me memoricé la fecha de su cumpleaños (el 10 de julio) y me dediqué a tirarle la pelota una y otra vez, todas las veces que me lo pedía.

Un par de noches dormimos en 'cucharita' y el sonido de chancho que hace al respirar, característico de los perros de hocico chato, pasó de ser un ronquido molesto a una canción de cuna. Llegué al extremo de preocuparme seriamente por su 'look', cuando todos saben que de moda no sé nada. "El color de Frida combina bien con el rosado y la tela jean", fue la frase que más repetí el 2018. Incluso celebré con ella Noche Buena en el malecón, prendiendo 'chispita mariposa' y observando desaparecer los fuegos artificiales.

Pero pasó lo que tenía que pasar y me vi en la obligación de ausentarme durante semanas de su vida (si no fueron meses).  Perdí mis beneficios de 'tía' y la relación diplomática con mi ex no puede incluir un horario de visita.

Me pregunto si alguien se tomará la molestia de explicarle que ya no nos veremos seguido pero que continuamos siendo amigas. Quiero confiar en lo que siempre he creído: que Frida está tan rodeada de amor que no tiene cabeza para resentirse conmigo. Por lo pronto, me consuelo con , que aseguran que los perros procesan algunas emociones al igual que los humanos. Yo solo espero que sean capaces de extrañar.

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