La neumonía causa la muerte de 2,5 millones de personas en el mundo. Esta infección de los pulmones afecta a los alvéolos (sacos llenos de aire) y a los tejidos circundantes. Fiebre y tos persistente son sus síntomas característicos, que pueden estar acompañados de esputo, dificultad para respirar, malestar general y debilidad.
Sin embargo, estos signos pueden variar dependiendo de la gravedad del caso y del microorganismo que causa la afección.
La neumonía se puede adquirir por vía aérea al inhalar gotitas cargadas de gérmenes al toser o estornudar, como también a través de la propagación de gérmenes (virus o bacterias) que se encuentran en la nariz, garganta o senos paranasales.
Su tiempo de incubación es variable dependiendo de su origen, pero por lo general es de 1 a 3 días.
Una de cada cuatro personas sufrirá un accidente cerebrovascular (ACV) en algún momento de su vida y muchas experimentarán secuelas permanentes.
En cuanto a su diagnóstico, la mayoría de las veces se realiza mediante un examen médico y estudios de imagen como radiografía o tomografía de tórax. Así también, se examinan muestras de esputo y sangre para identificar el microorganismo causal de la infección.
No obstante, en la mitad de los pacientes con neumonía no se llega a definir el microorganismo responsable. El tratamiento depende del agente causal y de las condiciones de la persona.
“En algunos casos el tratamiento es en casa con antibióticos orales. Otras veces, sobre todo, en adultos mayores o personas con comorbilidades se requiere hospitalización con uso de antibióticos endovenosos, oxígeno e incluso soporte ventilatorio”, refiere la neumóloga Fátima Ortega, de la Clínica Ricardo Palma.
La especialista destaca que la mejor manera de prevenir neumonías severas es la inmunización, además de no fumar, seguir una dieta balanceada, ejercitarse con regularidad, evitar el contacto con personas enfermas, lavarse las manos correctamente y una ventilación adecuada en el domicilio y área de trabajo.
Complicaciones
A veces las neumonías pueden causar complicaciones graves como falta de oxígeno, necesidad de soporte ventilatorio, ingreso a cuidados intensivos, derrame pleural (líquido alrededor del pulmón), empiema (pus en la cavidad pleural) y abscesos pulmonares. Por ello, es importante una evaluación oportuna para empezar el tratamiento con prontitud y la recuperación sea rápida.
Cuando es leve, el paciente puede retomar sus actividades después de una semana de producirse el evento; pero si es severa o grave, se necesita un mes o más para volver al ritmo habitual.
Finalmente, la doctora destaca que para mantener una buena salud pulmonar, es necesario tener el esquema de vacunación completo, adquirir un estilo de vida saludable, controlar las enfermedades como asma, EPOC, EPID, bronquiectasias y afecciones cardíacas y metabólicas.
Ante la presencia de fiebre persistente, tos intensa o dificultad respiratoria, acuda al especialista para un diagnóstico oportuno e inicio de un tratamiento específico a la brevedad.
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