(César Campos)
(César Campos)

Una revolucionaria del buen comer. No es fácil definir a Karissa Becerra, la directora de la ONG La Revolución que busca ayudar a los niños a comer mejor, a pensar en la salud y generar una conexión emocional con los alimentos. Sin duda, una tarea gigante, ambiciosa. Pero Karissa no es de rendirse.

La filósofa que se vinculó a la gastronomía desde hace muchos años cambió de chip de una manera drástica, como quizás nadie quisiera. Su padre se enfermó de cáncer a la lengua. Esto hizo que comenzara a ver las cosas un poco distintas y que pensara en la salud y la alimentación.

Conocer a Carlo Petrin, fundador del movimiento slow food, y el nacimiento de su hijo lo cambiaron todo. De pronto, se dijo: “Algo hay que hacer”, y así nació su revolución, con tropezones y muchas ganas de cambiar el panorama.

Analizar cómo aprendían a comer los niños fue clave. Comenzó haciendo talleres y elaborando un proyecto de innovación educativa. Aprender a comer y a pensar. Parece sencillo, pero es una gran transformación que solo la comprendes cuando te la explican paso a paso, de manera sencilla, como suele hacerlo Karissa.

“Si uno cambia al consumidor, el consumidor va a cambiar el mercado. Hay un montón de aristas, una es esa, la oferta que nosotros tenemos no es una oferta de buena calidad porque el consumidor no exige nada de mejor calidad. La oferta es cosas muy baratas, de muy mala calidad, mala información, entonces al consumidor a veces no le importa y el consumidor puede ser un padre, un maestro y eventualmente un niño. Si nosotros tomamos al niño como un consumidor, eso es criminal”, dice.

Es inevitable preguntar por el boom gastronómico: “No vinculamos lo que llamamos gastronomía con la salud, pero también cuando hablamos de salud pareciera que le quitamos el placer a la comida y la gastronomía, en cambio, está llena del componente placer. Nosotros necesitamos buscar un punto de encuentro entre lo que nos gusta comer, la salud y el placer”.

Sueña con llevar este programa al currículo escolar. Es coordinadora del Programa de Gastronomía de la PUCP y aunque le dicen radical, ella cree que no hay otra manera de avanzar.

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