No. Me dijeron: “Lo que usted diga, licenciada” (ríe). Será porque ya me conocen, tengo 15 años trabajando. Además, ya conocían a Nutela, porque, cuando venían, la veían y los niños querían seguir jugando con ella. Entonces, yo los invitaba a seguir jugando pero dentro del consultorio, incorporé a Nutela en algunas actividades. Estamos hablando de niños de tres años, que no querían hacer nada; les decías “repíteme la a”, y no lo hacían, cero motivados, con mucha ansiedad, con mucho miedo. Pero cuando Nutela entraba, ya no era terapia, era juego. Yo les decía “Nutela está en clases y tendrá un examen, a ver ayúdame”; entonces, ya no era la terapia para el niño, era para Nutela. Y también se utiliza algunos trucos, el que más me sirvió fue la tocadita del timbre: Nutela tiene un timbre y, cuando le hago una seña, ella lo toca. Le digo al niño: “Vas a repetir estas palabras y Nutela te dirá si lo has hecho bien o no. Si Nutela toca el timbre, significa que lo hiciste bien; si no, significa que no te ha escuchado”. El niño le decía a Nutela: “Pato”. Yo le hacía la seña y ella tocaba el timbre. Y el niño: “¡Lo hice bien!”. No se sentía juzgado. El humano juzga, el perro no. Entonces, ya no es una terapia, es un juego. Hay casos de niños que entran llorando al consultorio, y les digo que vamos a limpiar a Nutela, ella se echa y con pañitos húmedos la vamos limpiando y le digo: “¿Cómo se llama esto?”, y responden: “Patas”. Y así vamos trabajando el lenguaje, y el niño se calma.