Las fracturas vertebrales por lo general se producen por accidentes, golpes y caídas, pero también pueden aparecer por osteoporosis (huesos debilitados que se rompen fácilmente) y por tumores que dañan la estructura ósea.
Estas lesiones se diagnostican con una radiografía y una tomografía de columna. Sin embargo, el estudio fundamental es la resonancia magnética que permite identificar si se trata de una fractura reciente o antigua. Un dato muy importante al momento de decidir el tratamiento más adecuado para cada caso.
La mayoría de las veces se tratan de forma conservadora, es decir, con reposo, medicamentos y corsés, especialmente cuando no existe daño neurológico ni deformidad. No obstante, cuando se toman fármacos por un tiempo prolongado pueden causar dependencia, problemas digestivos y/o renales. Por ello, se aconseja usarlos siempre bajo supervisión médica y combinarlos con terapias físicas y buenos hábitos.
La cirugía se considera cuando hay comprensión de la médula, dolor severo que no mejora y la columna está inestable. En esta línea, los procedimientos quirúrgicos más frecuentes son la vertebroplastia o cifoplastia (inyección de cemento óseo) y la fijación de tornillos y barras. La recuperación varía según el tipo de intervención. Con una buena rehabilitación muchos pacientes vuelven a sus actividades en pocas semanas o meses, según lo explica el doctor Ramiro Cieza, traumatólogo de la Clínica Ricardo Palma.
Para mantener una óptima salud ósea se recomienda realizar ejercicio, seguir un régimen nutricional balanceado, mantener un peso adecuado y hacerse chequeos periódicos. Si le duele la espalda después de una caída o sin causa aparente, consulte con el especialista. Detectar una fractura a tiempo puede marcar la diferencia.
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