Son las 5:30 de la tarde en Carnaval. Las luces se encienden. Prenden las hornillas. Acomodan las mesas. Platos, cubiertos, y sobre todo copas. De todos los tamaños y formas. En unos minutos se expondrá una aventura que involucra todos los sentidos.

Aarón Díaz siempre estuvo vinculado a la cocina. De pequeño ayudaba a su “mamama” a separar las arvejas, limpiar el arroz y cualquier otro requerimiento culinario. De a pocos fue encaminándose, hasta que decidió estudiar Gastronomía.

Fue en sus clases que empezó el gusto por la coctelería. Luego de su horario habitual, se acercaba a las aulas de bar, quería aprender más. El más interesado en esta ciencia era el último a la hora de hacer la ‘chancha’ para tomar. “No me gusta tomar”, confiesa, mientras lanza una tímida risa. Cosas del Orinoco.

Carnaval nació en 2018, pero su concepción se remonta a ocho años atrás. Aarón ha viajado por todo el mundo y de cada rincón mantiene un recuerdo, que luce en las vitrinas, paredes y techo del bar: “Cada espacio yo lo decidí, cada vaso yo lo compré en los países que visité, la decoración también. Cada posavaso que está pegado en la pared es de un bar al que yo he ido”.

Carnaval es su vida. La vida es un carnaval. Ya son las 7:30 y desde el corazón de San Isidro comienzan a llegar los comensales.

Un dragón que lanza vapor por su hocico cautiva. Para Aarón es importante cada detalle. Quiere que visitar su negocio sea como comprar un boleto para el Cirque du Soleil. Brindar un espectáculo desde que cruzas la puerta, viajando por la decoración, acompañados del barista (un guía turístico) que explica el origen de cada trago inventado por el genio, y que llega a su clímax en la mesa. El licor se desliza por la garganta. Todo cambia.

Visitar Carnaval es repasar la vida de Aarón, un recorrido con pruebas y errores, de horas investigando, pensando, creando…

Pero toda vida tiene algo que la motiva, un “algo” que lo empuja hacia adelante, un alma, y en Carnaval el alma está reflejada en el hielo, que es “el alma del coctel”. A mis manos llega un trago, dentro de un vaso hay otro con forma de colmillo y en su interior un líquido rojo.

Se llama Alma, un homenaje a Carnaval, al hielo y a su hija. Me explica que en esta ocasión el vaso exterior es como hielo y que ahora es el hielo el que cubre al licor y no viceversa, como suele ocurrir.

Ha sido un año de locos para Carnaval. Están entre los mejores 100 bares del mundo, ocupando el puesto 68, y recibieron el galardón Campari One To Watch. Talento sobra en la barra.

Recorro el bar hacia la puerta, pasando por África, Asia, Europa, mientras escucho al barista explicar un trago inspirado en la visita a un país cuyo nombre nunca había escuchado en mi vida. Cruzo la puerta. He vuelto a Perú, el Carnaval ha terminado.

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