(Foto: Photosport)
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Cada dos años, en enero, enfrentamos una cruda realidad: la sub 20 de Perú fracasa. Nunca fuimos a un Mundial de la categoría y pocas veces avanzamos al hexagonal. Entonces, el análisis debe abarcar dos aspectos: el estructural, con las carencias de nuestro fútbol de menores, y el específico, con relación a esta generación que decepcionó.

En lo estructural, el tema está diagnosticado hace mucho y entendemos que desde la FPF ya se ha iniciado un proceso de cambio que demorará en traer resultados. La Federación establece las pautas, reglas y está invirtiendo. Pero el real cambio se dará cuando los equipos profesionales se convenzan de que trabajar en menores es una inversión y no un gasto.

En lo específico, esperábamos mucho más de esta categoría 1999. Porque la dirigía Ahmed, que hace cuatro años nos dejó muy cerca de la clasificación. Además, muchos de estos chicos habían destacado con regularidad en Primera División.

Sin embargo, el equipo nunca se mostró sólido ni convencido. Intentó jugar asumiendo un protagonismo con la pelota sin tener el sistema de juego ni los futbolistas para ello. Hubo poca solidez en defensa, perdimos en la fricción, las divididas y las batallas individuales. En el mediocampo, nos costaba recuperar la pelota y romper líneas. En ataque, nunca desbordaron los extremos y los delanteros no tuvieron un solo mano a mano con los arqueros rivales. Nunca se vio la mano del técnico.

Fuimos un mal equipo, por eso los rivales nos superaron y fuimos últimos en el grupo. La continuidad de Ahmed está en discusión. Como planificador y responsable del proyecto estructural de menores, debe seguir. Pero habría que buscar alternativas como DT, porque a la larga se le expone con una mala campaña. Más importante es sostener el proyecto.

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