Nicolás Maduro.
Nicolás Maduro.

Quizá porque los países democráticos del mundo no responden contundentemente contra el régimen dictatorial chavista o quizá porque la oposición venezolana tiene una vocación suicida hoy se realizan elecciones regionales y municipales en un país sin división de poderes, incluyendo el electoral, con participación de partidos como Acción Democrática (referente durante los 40 años de democracia A.C, antes de Chávez), Primero Justicia, del ex candidato Henrique Capriles, y, lo más curioso, Voluntad Popular, el de Guaidó y Leopoldo López, entre otros. Otros partidos de la coalición opositora decidieron no participar porque entienden la naturaleza totalitaria del régimen Chavista-Madurista.

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Como en todas partes del mundo, en donde sectores de oposición pactan acuerdos con gobiernos autócratas o peligrosos, hay algunos políticos venezolanos que confían en un resultado aplastante contra el oficialismo y a sabiendas de que el consejo electoral funciona como tentáculo del ejecutivo no podrá esconder la realidad de la votación, sobre todo con la presencia de observadores internacionales de la Unión Europea. Otros negocian con el poder abusivo por intereses y cuotas de poder. Olvidan que el fraude no es solo la posible alteración de resultados –sobre todo con un sistema electrónico de votación cuestionado– si no, es todo el proceso, durante el cual el régimen ha utilizado dinero del estado, amenazas a empleados públicos, medios de comunicación y al ejército para mantenerse en el poder convirtiendo a Venezuela en uno de los países con mayor miseria, violencia y un estado narco mafioso vinculada a dictaduras y guerrillas tenebrosas.

En Moscú, Teherán, La Habana y Pekín celebran hoy la ingenuidad de una clase política que podría darle legitimidad a uno de sus cómplices.

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