DEJA HUELLA. Asegura que no se tomó la frase completa cuando habló del sueldo de congresista y que hizo famosa la frase “estoy Chihuán”. (Renzo Salazar)
DEJA HUELLA. Asegura que no se tomó la frase completa cuando habló del sueldo de congresista y que hizo famosa la frase “estoy Chihuán”. (Renzo Salazar)

pisa fuerte. Es cierto que calza 42 y hasta tiene que hacerse zapatos especiales porque no los encuentra de su talla, pero el hecho es que sabe por dónde andar. Es congresista y ha sido capitana de la selección peruana de vóley. Es gestora deportiva y coach personal certificada. Ha heredado la cultura de Chacra Colorada, donde se crio su madre, y es asidua compradora en el mercado de Breña aunque ahora viva en Miraflores.

Habla desde el corazón y casi siempre dice lo que piensa sonriendo –o riendo con fuerza–, hasta que se pone seria al responder preguntas sobre la frase que ha llevado su apellido a nivel internacional: “Ha sido una época muy difícil, muy jodida, pero ya pasó. Podría responderte que yo digo lo que digo y otros interpretan lo que quieren, pero es un tema muy sensible y prefiero calificar lo que dije como un error”.

¿Por qué no tomar la frase con humor y darle la vuelta a la historia?
Porque cuando ves que hiciste daño, incluso a tu hijo de siete años, es mejor poner el pecho. Y eso que no voy a hablar de otras personas que también han dicho burradas como las mías y no les ha pasado nada.

¿Por qué cree que lo dicho por otras personas no ha causado el mismo efecto?
Creo que tiene que ver con el hecho de que soy de Fuerza Popular.

¿Cómo fue la frase completa?
Yo intentaba decir que no era mi motivación el sueldo del Congreso; incluso expliqué que trabajaría allí gratis porque es verdad. Desde pequeña sé cómo se vive en el interior y la realidad del país me ha interesado siempre, pero no se tomó la frase completa. Fue en ese contexto que dije que lo que se gana como congresista no alcanzaba.

Leyla Chihuán, para dar más detalles, cuenta que el sueldo de legisladora es menor que el que tenía cuando vivía en España. Antes de ser la capitana de la selección, era jugadora de vóley en la liga europea y logró tener contratos hasta por 150 mil euros al año; es decir, 7,200 euros mensuales además de casa, carro, comidas y premios. Un ingreso que fácilmente ganan los deportistas de élite en el mundo y en donde los extranjeros son los que más reciben y, también, “los que más se rajan”.

Durante su paso por Europa no solo ganó dinero. ‘Ley’ –como le gusta llamarse– usaba ropa de diseño, tenía compañeras de deporte que modelaban para reconocidas marcas y hasta se atrevía a posar sin sostén.

Dicen que cuenta con el clóset más caro del Congreso.
¡Solo te voy a enseñar las zapatillas! Confieso que tengo cientos de zapatos. Los colecciono y también tengo muchas carteras, anteojos y relojes. No puedo negar que me gusta la ropa de diseño y que me he mandado a hacer vestidos de hasta 900 dólares que luego he usado una sola vez.

¿Será por eso que no le alcanza?
Te voy a explicar. Cuando era chica y quería zapatillas, mi papá no me las podía comprar. En lugar de Nike, me iba a la avenida Venezuela y conseguía unas Rike, así que me prometí que al tener plata me compraría todas las zapatillas que me diera la gana. Qué puedo hacer, ¡siempre salen modelos muy bonitos!

¿Volvería a posar en topless?
Sí, por supuesto; lo haría por una buena causa, pero déjame bajar cinco kilos antes.

Ha vivido en países con menos prejuicios.
En España estuve casi 15 años y he crecido en una sociedad tan libre que incluso iba a playas nudistas donde te obligan a calatearte solo para entrar. La verdad es que nadie te mira.

Leyla Chihuán se ríe cuando le pregunto qué tiene que ver su forma de pensar con la de congresistas de su mismo partido, Fuerza Popular, como Karina Beteta, Héctor Becerril o Rosa Bartra. Prefiere no hablar de ninguno en particular, pero sí reconoce que en su propia bancada hubo voces que comentaban acerca de su inclinación sexual. Algunas bromas con Úrsula Letona, a quien considera una verdadera amiga, terminaron por crear un rumor, aunque en el fondo a ninguna de las dos les preocupara.

¿Dijeron que ustedes eran pareja?
(Ríe). Hacemos bromas que a unos les parecen pesadas mientras que otros se ríen con nosotras. La verdad es que somos amigas y las críticas vinieron de personas malintencionadas dentro de la bancada, lo que prueba que siempre puede haber ciertas diferencias en un mismo grupo.

¿Cómo soporta esas críticas?
No las soporto ni tengo por qué hacerlo. Para comenzar, nadie tuvo la valentía de decírmelo en la cara, pero si hubiera sido así, lo habría conversado a mi estilo sin una sola lisura, porque sé en qué momento las tengo que emplear y con quién. Pero nadie me ha venido a decir nada. Ya si hablan a mis espaldas, es su problema.

Sin embargo, sí se especula sobre su vida íntima.
Por supuesto que sí, pero yo solo debo responder si soy feliz, si vivo bien y si no le hago daño a alguien. No quiero que me pongan etiquetas de gay, lesbiana o bisexual. Yo soy todo eso y mucho más.

En todo caso, podría ser una abanderada de la lucha por los derechos de LGTBI desde el Congreso.
Podría, pero no. Si bien soy un personaje conocido desde los 16 años y nunca he pedido que no se metan con mi vida porque yo misma elegí la carrera pública, puedo decir que hay cosas que van de la puerta de mi casa para adentro y solo yo autorizo quiénes entran ahí. Dicho esto, hay temas que prefiero no hablar, así que, sigan especulando.

Así, Chihuán prefiere no hablar de algunos temas personales. Sin embargo, hay otros, como el proceso de reproducción asistida al que se sometió para ser madre dos veces, que sí comparte. Aunque sus padres murieron cuando ella comenzaba a despegar, cuando tenía solo 19 años, Leyla logró decirles que sería madre por su cuenta, que no dependería de los hombres: “Tenía 18 años y me metí la primera bomba con mi mamá y me acuerdo haberle dicho en la mesa: Mamá, yo por si acaso voy a ser madre soltera, después no me hagas problemas con cosas de matrimonio y temas raros”. La respuesta fue: “Solo hablas cojudeces... ya después te voy a agarrar”, cuenta con cierta nostalgia y entre risas. Y efectivamente, cuando decidió colgar las rodilleras a los 35 años, se hizo un tratamiento de inseminación con un donante anónimo.

¿Así salió embarazada a los 37 años?
Sí. Vas, compras, pagas y aplicas.

Hay que ser valiente para ser mamá soltera.
¿Por qué? No es que me crea autosuficiente, pero si lo importante es la figura paterna, en la familia están mis sobrinos y mi cuñado. Verdaderamente no sé en qué me podría hacer falta un hombre.

Entonces, ¿primero llegó Patricio que ya tiene 7 años y hace 7 meses Alma Rosa?
Correcto. A ella la deseé con el alma, por eso el nombre. Fue sin manipulación y fue por el deseo tan fuerte que tuve. No podía ser de otra manera y cuando me confirmaron a los cinco meses que sería mujer, lloré de la emoción.

¿No tiene pareja entonces?
Bueno, nunca estoy sola, pero estoy tranquila y contenta disfrutando mucho de mis hijos y cuando tengo ganas de salir con alguien, me doy el gusto. Me gusta estar ilusionada, enamorada, engreír y que me engrían, pero estoy en una etapa en la que con mis hijos he cerrado mi círculo amoroso. He aprendido también a dormir en diez centímetros de mi cama, aunque mi metro ochenta me haga estar destrozada al día siguiente, pero soy feliz. Voltear y verlos es lo mejor.

Leyla Chihuán asegura no temerle a la no reelección. Después de 2021 volverá a la gestión deportiva, al coaching personal y las mil actividades alrededor de su extensa familia: Su abuela tuvo diez hijos y todos se criaron juntos, por eso cuando se reúnen incluso organizan festivales deportivos: “La última vez éramos 117 y ahí jugamos en grupos; solteros contra casados, hombres contra mujeres, equipos mixtos. Hubo vóley, fútbol y básquet. Aunque hay primos que han trabajado como futbolistas profesionales, tenemos hasta árbitros FIFA en la familia, pero por supuesto, yo soy la olímpica, la voleibolista y eso se reconoce y se respeta”, dice pisando fuerte y en tono gracioso.

Otros tiempos. Chihuán con Keiko Fujimori en campaña. (Christina Ugarte)
Otros tiempos. Chihuán con Keiko Fujimori en campaña. (Christina Ugarte)

“NOS HEMOS PERDIDO PORQUE LA LIDERESA NO ESTÁ”

¿Keikista o albertista?
Me acuerdo de la campaña de 1990, del tractor y de cómo se reía mi papá cuando el ‘Chino’ mostró la portada por adelantado del diario Ojo, que daba como ganador del debate a Vargas Llosa. Pero no lo seguí mucho, no tenía una imagen de él. Solo recuerdo el alivio de ver a Abimael (Guzmán) en una jaula, porque tengo un hermano militar que hace 30 años, en 1989, desapareció y no hemos vuelto a saber si está vivo o está muerto. Un día lo dejamos en el Pentagonito y prometió volver para el Día de la Madre. Nunca hemos vuelto a celebrar con felicidad esa fecha. Ver tras las rejas a Abimael es lo que yo le agradecí a Fujimori.

¿Y Keiko?
Cuando me alistaba como capitana de la selección de vóley para el mundial de Japón en 2010, recibí un correo y la propuesta para ser congresista. No pensaba en eso, menos en medio de un campeonato mundial. Hubo un tira y afloja y terminé hablando con (Jaime) Yoshiyama y finalmente con Keiko. Ella no me ofreció plata, como sí lo hicieron desde otros partidos representados en el Congreso actual. Le dije: “¿qué quieres?”, y respondió “que traslades todo lo que aprendiste en Europa para hacer cosas importantes en temas de deporte aquí”. Eso me convenció, aunque la realidad es que no se ha podido hacer mucho en ese sentido.

Pese a eso, ¿cómo califica la experiencia en el Congreso?
En 2011 (con el partido Fuerza 2011), el grupo era totalmente otro, nos escuchábamos y sobre todo respetábamos a los que tenían más experiencia. Estaban Luz (Salgado), Martha Chávez, (Alejandro) Aguinaga y tal vez porque éramos un grupo más reducido –36 congresistas–, la dinámica funcionaba mejor. Ahora es diferente. Ahora es difícil encontrar esa figura. Nos hemos perdido en algo. Nos hemos perdido, por un lado, porque la lideresa no está y, por otro, porque todos hablamos y todos queremos tener la razón.

Sin embargo, estos meses no tiene que asistir a las reuniones de partido.
Así es. Pedí permiso, al igual que los otros compañeros, por ser parte de la Mesa Directiva.

¿Se siente aliviada?
No te voy a decir que las reuniones eran un té de tías porque la verdad es que no. Cada uno manifestaba su malestar o su común acuerdo y la idea es que a todos se les escuche y aunque he pasado mucho tiempo invisible, mira qué linda manera me tocó de ser visible. Además, en un momento complicado.

¿Qué opina del giro de Daniel Salaverry?
Preferiría no hablar del tema, pero ya que me preguntas, él era vocero del partido y lo que decía resonaba como obstruccionista, que nos oponíamos a todo y que blindábamos a unos. Cuando lo veo ahora, me pregunto: ¿Quién me lo cambió? ¿Se puede cambiar tanto en un año o menos? A veces decimos: “Este se lo tomó a pecho”.

¿Qué opina de las comisiones investigadoras del Congreso?
He visto muchísimas y se gasta mucho dinero. Al final un congresista no puede juzgar o emitir una sanción como un juez o un fiscal. No es que no sirvan, sino que realmente no somos expertos en el tema y también hay líneas políticas.

¿Las desaparecería?
Yo, la verdad que sí.

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