Manifestaciones al sur del país. (Foto: archivo Cusco)
Manifestaciones al sur del país. (Foto: archivo Cusco)

Drama nacional

Por Alejandro Martorell // Tacna

Presenciamos un periodo desconcertante, compatriotas dándose muerte mutuamente, reconociéndose enemigos íntimos, dispuestos a suprimir violentamente la vida del otro como consecuencia de las feroces disputas en las calles del sur. Dice Unamuno en su notable obra Abel Sánchez: “¿Por qué nací en tierra de odios? En tierra en que el precepto parece ser: ‘odia a tu prójimo como a ti mismo’, porque aquí todos vivimos odiándonos”. El derramamiento injustificado de sangre ablanda el corazón de todo peruano, pues esto puede ser definido como un ¡auténtico fratricidio! La desproporción en el uso de la violencia estatal y civil, lejos de extirpar el problema y resolver el drama nacional, oscurece la posible reconciliación y engendra males mayores para el pueblo peruano, envenenando los lazos sociales y escarbando viejos rencores. Las protestas son legítimas porque suponen la existencia de justas reivindicaciones de las clases laboriosas, pero estas se entenebrecen cuando se introduce la irracional violencia. Ante ininterrumpidas demostraciones hostiles de la población civil, el Estado, a través de las fuerzas del orden, tiene la ineludible misión de restaurar la paz social y recomponer el orden necesario para una sana convivencia. Pero no es el ejercicio mutuo de la coacción sino el diálogo el medio idóneo para alcanzar el entendimiento entre los hombres; por consiguiente, entre los pueblos. No son los bloqueos de carreteras que impiden la libre circulación de mercancías y ciudadanos, ni los métodos de intimidación ni el ejercicio violento en las calles, sino el diálogo el que permitirá rectificar el rumbo de la vida nacional.

Masacre en la ciudad de Juliaca (Puno)

Karin Chacón // Puno

Antes del fatídico 9 de enero, ya se daba cuenta del abuso y la represión policial contra la ciudadanía, pues en el reinicio de la huelga indefinida (4 de enero de 2023) acatada por las organizaciones sociales y sindicales de la región Puno para exigir la renuncia de la presidenta de la República, Dina Boluarte, los enfrentamientos entre manifestantes y los miembros de la PNP se agudizaron principalmente en Juliaca.

La tarde del 7 de enero, en una de las calles contiguas al Aeropuerto Internacional Inca Manco Cápac de la ciudad de Juliaca, se evidenció un acto de brutalidad y abuso, y lo mismo se vio en días posteriores.

Mientras se registraba la masacre en Juliaca, en la ciudad de Puno, la noche del 9 de enero, decenas de vándalos saquearon los reconocidos supermercados. En este hecho vandálico están implicados algunos policías, como la teniente PNP Eva Mamani Choque, quien será procesada en libertad por presuntamente haberse apropiado de bienes saqueados.

Los hechos registrados en Juliaca quedarán imborrables en mi mente como periodista egresada por la Universidad Nacional del Altiplano. El martes 10 de enero desperté como de una pesadilla al ver tantos muertos baleados, pues muchos de ellos ni participaban en las protestas y, peor aún, eran menores de edad con tantos proyectos por delante.

Me despido con estas palabras escritas por mi colega Aidee Humpire, del diario Sin Fronteras Puno, al terminar su jornada periodística la noche del lunes 9 de enero: “Duelo en el corazón: Hoy (lunes) vi muchas vidas apagarse, vi su agonía, los vi aferrarse a la vida. Sentí su dolor y sufrimiento causados por las armas asesinas”.

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No seremos notarios del terror

Karerina Bayona // Cusco

—¿Para usted debería irse la presidenta de la República? – grita un periodista cusqueño con micro en mano. El misil de indolencia es lanzado a don Eulogio, padre del policía, al que dispararon antes de ser quemado vivo por una turba, que, en ese momento, recibía los restos mortales de su hijo mayor.

—Señores de la prensa, creo que hay que respetar– el malvado interrogatorio fue interrumpido por un oficial.

—¿Qué quiere el general, hace marchar cantando a la Policía por las calles?, ¡es una provocación! – cuestiona otra “licenciada”, en Facebook.

Mientras: el llanto invade a la madre del policía asesinado, desasosiego convive con la madre del camarógrafo del canal de TV que incendiaron, pánico es el compañero de mi madre, por días autoconfinada. Los periodistas partidarios, ciegos y fanáticos, pueden convertirse en un arma, y no somos un arma; lo que es un arma es la información o la desinformación.

Cusco despierta con las bocinas de miles de comuneros que llegan y ejercen su derecho a protesta. Por cuatro días Cusco ha resistido a los violentistas que, envalentonados por la noche, piedras y huaracas, quemaron, apedrearon y mataron a la única industria: el turismo.

Y no es que seamos daltónicos y veamos todo rojo, rojo, rojo. La realidad pinta así, el radicalismo aquí goza de marketing, los “tirapiedra” son defendidos por los medios, los sediciosos son mártires.

El estar en medio hace que uno se sienta ligado emocionalmente con los que están fatigados, sin libertar de trabajar. Con banderas blancas, miles de cusqueños —valientes— salen a las calles pidiendo PAZ a defender nuestro Cusco. Ahí vamos, no seremos notarios del terror.

El sur vive una verdadera tragedia

Por Diego Reinoso // Arequipa

El sur del país vive en estos momentos sus horas más dramáticas tras semanas de conflictos luego del golpe de Estado perpetrado por Pedro Castillo, atizando la violencia los aliados políticos que se fortalecieron durante el breve e infame gobierno del profesor. La consecución de hechos violentos viene cobrando la vida de más de 45 peruanos; ello es fruto del quiebre democrático que buscó Castillo, además del discurso polarizador que empleó en su presidencia, recobrando valor la lucha de clases y las doctrinas del terror. El sur vive una verdadera tragedia. El miedo y la tensión que se respiran en la calle evidencian la urgente necesidad de restablecer el orden público; sin embargo, vemos cómo los dirigentes pretenden continuar con la asonada violentista sin reparo de las muertes, empleando las pérdidas lamentables como capital político que enardezca más a la población; es en este punto que surgen las propuestas secesionistas y las ideas trasnochadas de una guerra civil que promueven frente a una Fiscalía inoperante. La convulsión social va a continuar, mientras tengamos un gobierno timorato de decir la verdad y adoptar las acciones necesarias para restablecer la paz social; continuarán las muertes hasta que las autoridades locales dejen de emplear los recursos del Estado para solventar la manutención de los manifestantes y atiendan al llamado de la autoridad nacional, como es el caso del gobernador de Cusco y Puno. El futuro del sur del Perú está comprometido por estos grupos, el hambre y la pobreza serán los resultados de continuar esta crisis, además de la pérdida de las pocas oportunidades que existen, todo esto en perjuicio de los más necesitados.

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Pedro Yaranga