Cuando llegó al Congreso el 28 de julio de 2016 para la asunción presidencial no imaginó que a sus 77 años pasaría los 601 días más intensos de su vida. Grave equivocación porque debió hacerlo. Aquel mediodía asumiría como presidente de la Nación pero nunca se dio cuenta de lo más importante: tenía a su rival al frente suyo, mirándolo a los ojos. Enfilados hasta los dientes, los 73 legisladores de Fuerza Popular ni siquiera lo aplaudieron cuando entró. La media sonrisa de la presidenta del Congreso, Luz Salgado, al momento de colocarle la banda presidencial también era un aviso.

PPK nunca se dio cuenta, o nunca quiso darse cuenta.

Y no lo hizo a pesar de que la ecuación era simple. Fuerza Popular, la oposición tenía 73 curules, Peruanos por el Kambio, solo 18.

Banquero de inversión, gerente de empresas multinacionales y con varios cargos políticos en su trayectoria, Kuczynski calificó a sus ministros como funcionarios de lujo. Lo era, por lo menos en el papel y CV. ¿Quién dudaría de la capacidad de un peruano que pasó su vida ganando más que perdiendo, ganando puestos en vez de perderlos?

Y sus primeros cien días fueron una especie de letargo, sin aspavientos ni ataques mayores. El 60% de apoyo en las calles lo demostraba y el número hasta resultaba mayor del que había sido elegido. Fueron sus días más felices, apenas enfrentó la renuncia de un ministro que pasó más por la anécdota que por el enfrentamiento con la oporsición.

Pero lo peor estaría por venir.

En diciembre de 2016, el entonces ministro de Educación, Jaime Saavedra, fue censurado por el Congreso de mayoría fujimorista. Fue el primer golpe de la agrupación naranja. Una reforma educativa fue el argumento para dejar al Gobierno sin su primer peón. PPK no hizo resistencia, quien sabe si haberlo hecho hubiera significado un viraje al futuro desolador que vendría en pocos meses.

Una reunión con Keiko Fujimori también se daría por aquellos días, pero serviría para recordar que el diálogo era solo un espejismo.

PPK y Keiko Fujimori en 2016. (Perú21)
PPK y Keiko Fujimori en 2016. (Perú21)

La presión ejercida tomaría más víctimas el 2017. Tras lograr un nuevo empuje al enfrentar los embates de El Niño Costero en el primer trimestre del año, en los meses siguientes Martín Vizcarra, ministro de Transportes y Comunicaciónes y Alfredo Thorne, de Economía y Finanzas, también le dirían adiós a sus ministerios. Se fueron en medio del repudio fujimorista. Una cuestión rara ya que un año después de su despedida, Vizcarra, quien también cumple funciones como vicepresidente, será el encargado de tomar las riendas del país.

Setiembre de aquel año marcaría el segundo golpe de muerte para el gobierno de PPK. Ante la presión por la renuncia de Marilú Martens, el jefe de la presidencia del Consejo de Ministros, Fernando Zavala, presentó una cuestión de confianza. El Congreso hizo lo previsible y no se la otorgó provocando la crisis total del Gabinete.

El Gabinete se renovó. Cuatro nuevos ministros de integraron al Gabinete que confiaba aún en poder lograr una reconciliación dentro del Parlamento. PPK seguía sin responder.

Y el fin de año estaría acompañado del tercer enfrentamiento. Comenzó a sonar con más frecuencia la palabra vacancia, un proceso que no había ocurrido en el país desde el 2000 cuando el entonces presidente Alberto Fujimori fue vacado por incapacidad moral.

El presunto aporte de Odebrecht a su campaña y sus nexos con la constructora brasileña impulsaron la moción de vacancia contra PPK. Diciembre parecía ser el último mes del mandatario al frente del país y todo indicaba que la oposición conseguía los 87 votos necesarios para sacarlo del poder. No fue así. PPK, el economista, sacó un ‘As’ bajo la manga.

Kenji, el hijo del ex presidente Alberto Fujimori, condenado por delitos de corrupción y lesa humanidad, le otorgó un respiro, lo que para muchos fue una clara negociación. Junto a otros 10 legisladores votaron en contra de la vacancia salvando a PPK de pasar el fin de año afuera de Palacio.

Kenji Fujimori logró que PPK no sea vacado en diciembre. (Perú21)
Kenji Fujimori logró que PPK no sea vacado en diciembre. (Perú21)

El resultado: 79 a favor de la vacancia presidencial , 19 en contra y 21 abstenciones.

Pero el favor de Kenji no había sido gratuito. Horas antes de la Navidad, en un país que ya olía los acuerdos bajo la mesa, Alberto Fujimori fue liberado. Las razones reales aún se siguen investigando y el caso ha sido llevado ante la Corte Internacional de Derechos Humanos. Un indulto por la vacancia. Así fue el acuerdo de PPK y Kenji, por lo menos eso es lo que cree un 78% de peruanos.

La alianza PPK y Kenji sirvió de anestesia, pero la herida no terminaba de curarse nunca. Y PPK, día a día, estaba más cerca del abismo ante las sospechas de corrupción, las cuales ha negado muchas veces sin las pruebas contundentes que sus seguidores esperaban.

Pasaron apenas tres meses de aquel episodio cuando en el Congreso presentaron un nuevo pedido de vacancia. Los argumentos fueron los mismos aunque los protagonistas otros. A diferencia de diciembre, esta vez PPK era el que saltaba con ventaja. A solo dos días de la votación, la oposición aún no había alcanzado los votos necesarios para destituirlo (87). El presidente parecía salvarse nuevamente.

Pero en la tarde del martes todo cambio. Fuerza Popular presentó pruebas de que Kenji Fujimori y sus aliados intentaron comprar votos para evitar la vacancia de PPK. El favor, aparentemente, se pagaba con la agilización de proyectos regionales. Desde el oficialismo buscaron blindar al presidente pero el caos ya estaba hecho. Desde la salida de los ‘vladivideos’ el Perú no había sido víctima de una vorágine marcada por la corrupción de sus autoridades.

A estas alturas, a Kuczynski solo le quedaba la renuncia. Ya no había más cartas bajo la manga. 

El Perú se quedó sin presidente esta tarde. El vicepresidente Martín Vizcarra llegará mañana con la misión de reconstruir el país que retrocedió 20 años en solo un día.

Kuczynski se despidió con un Mensaje a la Nación. “Me he desempeñado dando lo mejor de mí a pesar de la constante obstaculización y ataques  desde el primer día de Gobierno”, dijo, para luego despedirse de los trabajadores de Palacio. No hubo mea culpa. No hubo disculpas. Solo culpó a la oposición. PPK cayó en la cuenta de quién era su enemigo demasiado tarde. Y pasará a la historia como el breve presidente que tenía todo para hacer un gobierno de lujo y acabó envuelto en el lodo de la presunta corrupción. Por ahora, la palabra correcta es presunta. Ya se sabrá.

TAGS RELACIONADOS