[Perfiles21] Patricia Chirinos: “Mi papá me habría aplaudido”

Valerie Vásquez de Velasco conversa con la tercera vicepresidenta del Congreso.

Con estilo. Rodeada de cuadros, Chirinos dijo que aprendió mucho sobre arte al lado de León Rupp. (Foto: César Campos/@photo.gec)

jhon.perales

jhon.perales@ainkia.com

Fecha de publicación: 04/12/2021 – 5:04

Amada y odiada. Lo que parecía una peregrina idea surgida del histrionismo de Patricia Chirinos ha tomado fuerza. Primero fue la moción de vacancia y, unos días después, un discurso de rodillas “para salvar al país”, según dijo, al público de una marcha organizada por la derecha. Así, de pronto, los focos están puestos sobre la comunicadora, ‘ex Urraca’ de Magaly, exalcaldesa de La Perla, madre de Santiago y Cayetana y viuda del millonario Luis León Rupp.

De arriba y de abajo

La séptima hija de Enrique Chirinos Soto es también la primera, de tres, que tuvo Rochy Venegas. Un día, sus vidas se cruzaron en un estudio de abogados. Él era político, constitucionalista, periodista y escritor. Ella, una jovencísima asistenta que necesitaba, además, a un abogado para divorciarse. El fruto de ese encuentro, Patricia Chirinos Venegas, lo explica así: “Mi mamá era bonita y mi papá un seductor nato”. Lo dice con la chispa del Callao que reconoce también en su madre y, a pesar de transitar por capítulos difíciles de su infancia, la Woman del Callao, como se hizo conocida en campaña, señala con firmeza: “Hay quien dice que yo convierto algo que podría ser vergonzoso, en un valor, pero no tengo por qué esconder nada, es mi vida”.

“Tango para tres”

Cuando era niña, Chirinos Soto la visitaba hasta que su madre se volvió a casar con el textilero, luego gobernador del Callao y congresista Rogelio Canches. Allí la rutina varió. “Si aparecía mi papá en la tele, había que cambiar de canal, imagínate”, se ríe mientras recuerda que por eso lo veían menos, “quizá unas tres veces al año, hasta que a mis 16 nos reencontramos y no nos volvimos a separar”. Confiesa, sin embargo, que ha conocido recién a algunos de sus hermanos mayores, incluso a dos solo las ha visto una vez, pero Patricia se reunía hasta cuatro veces por semana con su padre: “Íbamos al Centro de Lima. Su estudio quedaba en la plaza San Martín, así que me recogía de la universidad y paseábamos en el Jirón de la Unión. A veces me llevaba al bar Kero, en el Sheraton, o al Percy’s. Por allí terminábamos bailando tango en el Hotel Bolívar”. Jamás imaginó, en ese entonces, que décadas después se casaría con el dueño, “un gran empresario”, 30 años mayor que le pediría lo acompañe durante sus últimos años de vida.

Un año de Luto

Un día, por intermedio de una amiga, conoció al dueño del hotel que tanto había frecuentado con su padre: “Yo estaba recogiendo basura en La Perla cuando me dijeron para salir en parejas. Estaba sola, así que agarré un vestido de la maletera de mi carro… y fuimos a la zona más ficha de San Isidro”. En la puerta le dieron el nombre de Luis León Rupp y entre risas preguntó: “¿Está vivo?”. Patricia Chirinos dice que desde ese día no se separaron nunca más. Piensa que lo conquistó por su conchudez, su naturalidad y su autenticidad y, señalando la urna con sus cenizas, en una mesita de la sala llena obras de arte, dice que el 30 de diciembre, cuando se cumpla un año de su muerte, las lanzará en el mar de La Punta. “Fueron cinco años bien bonitos, pero también bien intensos porque cada vez fue empeorando y ver a una persona sufrir es muy doloroso. La parte final fue horrible”, confiesa con el gesto más serio de todo el encuentro.

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Carajo

“Mi papá me habría aplaudido por lo que estoy haciendo. Hay tanta gente, sus amigos, exnovias incluso, que me llaman a decir que estaría muy orgulloso de mí. Me hace sentir espectacular”, reconoce diciendo, además, que su papá era un patriota: “Él murió un 28 de julio, eso no es casualidad y mi esposo también amaba al país. Todos los días pensábamos cómo sacar adelante al país.” Con ese ánimo condena el comunismo y asegura que no permitirá que se instale en el Perú, “así me cueste la vida”. En sus palabras no hay autocrítica, ni siquiera sobre el ‘vete al carajo’ que le lanzó al presidente Castillo: “No es una lisura, es el lugar a donde se castigaba a los marineros, una parte horrible y allí lo he mandado”. Le pregunto si no cambiaría ni una palabra de ese discurso, por la investidura presidencial quizá, pero responde categórica que no. “Yo le he dicho lo que se merece. Es allí donde debe estar por sus actos de corrupción, por comunista, por sus vínculos con el terrorismo y por sus ministros”.

Chispazos

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