CONFESIONES. “Oralmente yo era un cero a la izquierda, por lo cual prefería escribir mis cosas...”, afirma. (Foto: Eduardo Cavero)
CONFESIONES. “Oralmente yo era un cero a la izquierda, por lo cual prefería escribir mis cosas...”, afirma. (Foto: Eduardo Cavero)

Gustavo escribe; así lo decretó. En este mundo, donde los sueños y las intenciones se lanzan, a veces, desde las redes sociales, Gustavo Rodríguez decidió llamarse @GustavoEscribe. Lo puso en la nube y el universo se lo dio. Aunque, claro, nada es así de fácil. Esta es su historia.

Érase una vez un niño limeño en Trujillo. Tenía cuatro años cuando su familia tuvo que mudarse. Recuerda que su padre abrió una farmacia, que su abuela paterna vivía cerca y que por temporadas él debía quedarse con ella. Fue así que, casi por casualidad, encontró el mundo de las historias. La hija de Lola, la cocinera, era una quinceañera que estaba a punto de acabar el colegio y quería ser maestra. “Me agarró de experimento benéfico”, dice el ganador del premio Alfaguara 2023. Rinde homenaje así a María Bardales, quien, efectivamente, luego fue maestra y madre de dos niños. “Me leía Los Titanes de la Literatura, con cuentos de Oscar Wilde, Perrault y los hermanos Grimm. Se instaló en mí la noción de que ese artefacto llamado libro puede cargarse de amor o afecto. Y después seguí buscando en los libros eso mismo”, dice con total agradecimiento.

Primeros cuentos

Cuenta que comenzó a germinar su amor por las historias, la lectura y luego la escritura: “Oralmente yo era un cero a la izquierda, por lo cual prefería escribir mis cosas para comunicarme con el resto. Más adelante, cuando me enamoraba de una chica, por timidez, enmudecía y entonces le dejaba una carta debajo de su puerta. De esa forma, en la adolescencia, quise emular a los escritores que me gustaban y así empecé a escribir cuentos en la máquina de escribir de mi padre”.

El oficio publicitario

Pareciera que Gustavo siempre cae bien parado, que la suerte lo acompaña. Dice que llegó al mundo de la publicidad cuando la industria estaba saturada de jingles y, como las canciones no eran su fuerte, proponía anécdotas y breves historias.

Pronto, su sello personal fue más que apreciado. “Muy jovencito, me vi con estos reflectores, en una época muy distinta a la actual, donde la gente hablaba de mi trabajo publicitario”, reconoce. Sin embargo, él necesitaba escribir. Le robaba tiempo al oficio de publicista, tanto así que su primer libro se llamó Cuentos de fin de semana. No obstante, necesitaba la publicidad para pagar las cuentas, así que pasarían décadas antes de dedicarse solo a escribir.

El oficio literario

“Yo creo que un escritor no es un libro, un escritor es una obra”, dice Gustavo Rodríguez, quien ha publicado cuatro novelas, incluyendo Cien cuyes, la ganadora del premio Alfaguara 2023, que lo llevará por una larga e intensa gira durante todo este año. Confiesa que lleva con orden el oficio, que el reconocimiento de las entregas anteriores le hacía pensar que lograría el reconocimiento internacional en algún momento y explica que, para cumplir con su plan de dedicarse al oficio literario, fue abandonando paulatinamente la publicidad. Este año ya estaba decidido, comenzaría a vivir de sus regalías, con la ayuda de su AFP y unas rentas, pero el premio español aceleró todo, de manera imprevista. “Hice esa apuesta, estaba tranquilo, me gano el Alfaguara y, de esto, finalmente me llegan dinero, oportunidades, y reafirma que puedo seguir esa senda. Lo que son las cosas, ¿no?”, pregunta con emoción que contagia.

Aunque Gustavo considera que comenzó a publicar más o menos tarde –a los 33 años–, en comparación con algunos escritores de su generación, su camino es auspicioso, y no lo dice él, sino la crítica. “Sé que hay quienes están diciendo que cada vez mis novelas están más cuajadas, yo no sé, pero ya llegué a un nivel de oficio que me permite ser sólido con una entrega”, explica. “Con mi primera novela quería salir del síndrome de la primera vez y confirmar que era capaz de hacer otra. Hoy no me planteo esa meta, porque, si no, me volvería loco”, concluye riendo.

CHISPAZOS

¿Sobre qué temas de actualidad te gusta opinar?

Me preocupa la negación del machismo, en todo aspecto. Me preocupa la negación de la inequidad socioeconómica basada en la negación de oportunidades para todos. De ese punto de vista soy un progresista social.

Te arriesgas a ser tildado de caviar o rojo.

En nuestro país, la brújula de rojez está mal manejada. Yo creo que, en cualquier otro país, sería un socialdemócrata.

Pero es una tendencia mundial, el ir a los extremos.

Es un fenómeno global y creo que, como planeta, estamos cambiando socioeconómicamente de capítulo hacia algo que no conocemos. Yo soy un defensor del capitalismo, pero no defiendo el capitalismo salvaje que hace que un billonario, proporcionalmente, pague menos impuestos que una persona pobre, y eso está pasando. Hay muy pocas personas en el planeta que están teniendo demasiado poder.

¿Por dónde ves la salida?

Creo que el péndulo se fue a un lado y deberíamos volver al capitalismo responsable con una tutela del Estado que no permita excesos.

Si la situación en el planeta está complicada, ¿en el Perú es más enredada aún?

Sí. No ayuda para nada que nuestras instituciones sean débiles y encima nuestras reglas políticas inhiban a los mejores ciudadanos a estar en puestos clave.

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