Recordando un juego, pregunté a varios con qué palabras definirían al Perú si este fuera una persona. Fue difícil que se centraran en el concepto de persona y muchos cayeron en la definición tradicional como país, señalando la belleza y riquezas naturales, la cultura milenaria; pero, a pesar de ello, la pobreza.
La mayoría de los que se ciñeron la definición de una persona, reconocieron que el momento que vivimos podía sesgar su percepción hacia lo negativo. Incluso hubo quienes se negaron a responder, reconociendo la falta de objetividad que el momento imponía. Aun así, muchos pudieron mantener el balance y mencionaron cualidades y defectos. Entre los primeros, destacan que sería una persona ‘regia’ o hermosa, mística, misteriosa, multifacética y acogedora, sorprendente, deslumbrante y creativa; cálida y divertida; etérea y adinerada; y también resiliente.
De la ‘persona’ Perú, los mismos que mencionaron grandes cualidades, dijeron también que era desordenada y caótica, superficial, triste, irracional, débil, escasa de recursos, adormecida y desconectada, envidiosa, desconfiada, acomplejada, ignorante, corrupta y egocéntrica. Podemos o no coincidir con mucho, que puede parecer contradictorio, pero también las personas somos así, complejas y muchas veces indescifrables.
Tenemos años atravesando momentos difíciles y, (salvo los que ya se fueron a Madrid) seguimos acá como aquellos que cumplen sus votos matrimoniales: “en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad”.
¿Por qué? Quizás porque quienes han estado desde el gobierno militar hasta Castillo, o han estudiado al Perú con sus extremos de escasez y abundancia, reconocen a un país que como persona es resiliente y tiene la capacidad para recuperarse de situaciones complicadas y seguir avanzando hacia el futuro.
Todavía no vemos luz al final del túnel, pero esto último no está mal para empezar la semana y buscar que nos recuperemos y avancemos hacia un mejor futuro.