Baron participó en la 80 Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa. Es tímido, tal como la representación que el actor Liev Schreiber hiciera de él en Spotlight, película sobre la investigación de abuso sexual eclesiástico que condujo desde el Boston Globe. “Ese actor es más alto, más guapo, más joven. No me quejo”, dice antes de empezar esta entrevista.
Diera la impresión de que el periodismo ya no trata de informar a la gente, sino de entretenerla. ¿Eso no es una contradicción con el propósito de este oficio?
Varias personas hablan de una contradicción. Sin embargo, yo hablo de un equilibrio. Obviamente, tenemos que escribir o publicar cosas que le interesan al público, y contar las historias de una manera interesante. Pero también tenemos que mantenernos fieles a nuestros principios para cumplir con nuestra misión de buscar la verdad, descubrir la verdad y publicar la verdad. Siempre los principios están por encima del tráfico. Si vulneramos nuestros principios, vamos a socavar nuestra marca, nuestra institución, y van a abandonarnos.
Antes, los periodistas tenían que tener un manejo del lenguaje por encima del uso promedio. ¿Hay nuevas competencias periodísticas que deben tener los comunicadores ahora?
Lo que deberíamos hacer es adaptarnos a los cambios. Y mejor que eso, abrazar los cambios y entender cómo van a cambiar nuestra tarea. Si el consumo de información está cambiando, nosotros tenemos que cambiar.
Normalmente, el periodista con competencias digitales presume de que parte de ellas es tener una opinión permanente en redes sociales.
Cada persona tiene el derecho a su propia marca, pero deberían pensar que su propia marca no debería estar en conflicto con la marca de la institución donde trabajan.
La mayoría de los periodistas que trabajan en esas instituciones querían afiliarse con la institución para mejorar su marca personalmente, precisamente gracias a la reputación ajena del medio. Ellos deberían pensar a qué se comprometieron al ingresar a una institución. El trabajo del periodista supone cubrir también a los activistas, no convertirse en uno de ellos…
¿Cuál es la frontera entre el periodismo y el activismo?
No hay una definición concreta sobre eso. Lo que tenemos que mantener es la objetividad. ¿Cuál es la objetividad? No es la falsa equivalencia. La objetividad es un principio centenario que dice que tenemos que reconocer que todos tenemos nuestras opiniones preexistentes, nuestros prejuicios. Cuando empezamos a investigar los hechos, tenemos que mantener una mente abierta, porque es posible que nuestras opiniones no sean las correctas. No lo sabemos todo. Entonces, tenemos que investigar los hechos con honestidad, con honradez y con independencia. Como si fuéramos científicos. Si hubiera un científico que se basara solamente en los hechos que apoyaran sus teorías e ignorara los hechos contrarios, incurriría en fraude científico. Entonces, hacer eso en periodismo, ¿no sería un fraude intelectual? El propósito no es evitar la verdad; es determinar la verdad. Nuestros puntos de vista preexistentes no deberían ser un escollo.
¿Usted siente, generacionalmente, que ahora hay mayor dificultad para asumir la posibilidad de estar equivocado?
No quiero echar la culpa solamente a los jóvenes. Sin embargo, creo que muchas personas tienen ahora opiniones muy fuertes. Entiendo que vean muchos problemas en la sociedad, muchos desafíos a la democracia, a la libertad de expresión, pero eso ha sido siempre. Solo que ahora, con los algoritmos, cada quien busca estar dentro de su burbuja y que le confirmen lo que piensa.
Ellos crecieron con las redes sociales. Yo no.
Están acostumbrados a expresar sus opiniones en las redes sociales. Están acostumbrados a expresarse todo el tiempo y a comunicarse con sus amigos de esa manera, y sienten el derecho a aprovechar las redes sociales. Es un punto de vista completamente diferente del mío.
Como director del Post, el reclamo de periodistas que, contraviniendo las normas internas, pretendían postear opiniones personales en redes sociales, ¿pudo llegar a un punto de acuerdo al respecto?
En una redacción no podemos ser una agrupación aleatoria de individuos. Tenemos que ser una institución. Deberíamos compartir normas, principios, valores, prácticas. No basta con compartir un edificio que acomode a los periodistas. Trabajar en una redacción debería significar algo: que tenemos un conjunto común de estándares. Por supuesto, cada persona tiene derecho a trabajar donde quiera. Un periodista que trabaja en una redacción donde no está de acuerdo con las normas tiene dos opciones: una opción es presionar a los dirigentes de la redacción para que cambien las reglas; la segunda opción es salir de esa redacción y trabajar en un lugar donde pueda sentirse más cómodo. O irse donde no haya ninguna norma.
Hay muchos periodistas que, en efecto, han hecho su propia marca y les ha ido bien.
Está bien. Tenemos libertad de expresión y creo en ella. Si han tenido éxito, perfecto. Les deseo mucha suerte. Si han encontrado un modelo mejor, perfecto. No tengo ningún problema. Siempre hemos tenido periodismo de apología, empezó con panfletos ideológicos. Cada persona tiene el derecho a seleccionar su camino, así como cada institución tiene el derecho a seleccionar el suyo.
La palabra ‘institución’ parece que se ha convertido en una mala palabra. Si las personas pensaran más en la democracia, entenderían que para mantener una democracia necesitamos de los pilares de una democracia. ¿Cuáles son los pilares de una democracia? Son las instituciones necesarias: los tribunales, el Congreso, la Legislatura, el Ejecutivo y una institución independiente de todo eso, que es la prensa. Esa es la idea.
Ahora que hay fake news, que hay periodismo panfletario, que hay inteligencia artificial, ¿cuáles serían las nuevas competencias que necesita el ciudadano para discernir qué clase de mensajes está consumiendo?
Lo que necesitamos es alfabetización mediática. Los consumidores de información deben investigar más en profundidad sus fuentes de información, quiénes son, de dónde vienen sus recursos, quién está dirigiendo esa investigación. ¿Esa organización tiene la capacidad de hacer una investigación? ¿Tienen experiencia? ¿Tienen un historial de descubrir la verdad, de contar la verdad, de verificar la información? ¿Tienen un código de ética? ¿Lo cumplen?
Cada persona tiene sus propias opiniones. Las opiniones son muy baratas, no cuestan nada, porque nacieron con nosotros. La información seria y honesta es cara. El periodismo cuesta. Hay mucha gente ahora que confunde opiniones con hechos. Hay una gran brecha entre ellos.
TESTIMONIO. Baron dedicó su nueva condición de retirado para narrar su experiencia cuando Jeff Bezos, dueño de Amazon,
compró el Washington Post y luego Donald Trump ganó las elecciones presidenciales. Tremenda combinación. El libro se llama Frente al poder.
El periodismo es caro. Debido a Internet la publicidad ha declinado. La gente está acostumbrándose a todo gratis, se confunden las redes sociales con información. ¿Cómo salimos de esto?
Si supiera cómo, estaría vendiendo mis servicios. El entorno mediático ahora es muy muy difícil y cada día se complica aún más. Lo que no podemos hacer, mientras tanto, es abandonar nuestros principios por ello.
La competencia es desleal. En X hay un editor supremo que controla todo, pero si alguien es difamado, no hay un responsable penal, como sí hay en la prensa.
En EE.UU. hay mucha resistencia, en particular por parte de las plataformas tecnológicas. Hay una ley que les da casi inmunidad sobre las publicaciones en sus plataformas. Los medios tradicionales sufriríamos las consecuencias si difamáramos, ellos no. Eso debería cambiar. Si una plataforma tecnológica manipula su algoritmo para elevar la difusión de un posteo, deberían sufrir las consecuencias. Son las empresas más grandes de todo el mundo y ganan más dinero que otras porque tienen protección, Mientras que los medios tradicionales, que si están interesados en informar verazmente, no tienen ninguna.
¿Qué le diría a quien pasa horas frente a su pantalla, para que entienda la importancia y la necesidad de estar informado?
Creo que no deberíamos pensar ya en la prensa; deberíamos pensar en el progreso humano. ¿Qué necesitamos para progresar como seres humanos? Necesitamos los hechos. Los consumidores de información deberían pensar más en profundidad cómo vamos a determinar los hechos. Porque ahora estamos en un momento peligroso, no hay un consenso en común. No podemos ponernos de acuerdo sobre los hechos. Y es peor que eso, porque no podemos ponernos de acuerdo sobre qué constituye un hecho y cómo podemos determinarlo. Esto sucede porque todos los elementos que habíamos usado en ello antes, se han devaluado. ¿Cuáles eran?: la educación, la experiencia, los conocimientos y, por encima de todo, la evidencia. Lo que vemos con nuestros propios ojos, lo que escuchamos con nuestros oídos se ha devaluado por la sobreinformación. El público debería pensar en profundidad cuáles serán las consecuencias de no poder determinar los hechos si es que seguimos confundiendo las creencias con los hechos.
Es un momento peligroso para la prensa. Es un momento peligroso para la democracia. Es un momento peligroso para la sociedad. Es imposible progresar sin un conjunto común de los hechos.
Colisión de poder: Trump, Bezos y The Washington Post, el título del libro que Baron escribió al jubilarse hace poco. A los siete meses de asumir la dirección del Post, se enteró de que este tenía un nuevo dueño, nada menos que el mandamás de Amazon, Jeff Bezos. Reconoce que Bezos nunca interfirió editorialmente en los ocho años en que dirigió el Post, entre 2012 y el 2021. Más bien, el electo presidente Donald Trump, quien decía que el periodismo era la forma más baja de la humanidad, responsabilizaba a Amazon por la agudeza del Post al cubrir su gobierno. Trump llamaba a Baron para quejarse —en todos los tonos imaginables— acerca de lo que decía el diario. En una de esas llamadas, Trump dijo que un artículo lo había retratado como un niño y pronunció unas palabras que Baron nunca pensó que iría a escuchar del presidente de Estados Unidos. Dijo: “Yo no soy un niño”. El último pulitzer de su carrera lo obtuvo con la cobertura que hizo el Washington Post sobre el asalto al Capitolio, inducido por Trump en enero de 2021.
¿Qué cree usted que va a pasar en noviembre en Estados Unidos?
No puedo prever los resultados. Según los sondeos, serán elecciones muy reñidas. Siempre hemos tenido elecciones reñidas en las últimas décadas. Hay que recordar las elecciones de 2000. Yo era director editorial de un periódico de Miami. Hubo en Florida una diferencia de solamente 537 votos entre Bush y Gore. Podemos volver a un escenario así.
¿Si Trump es derrotado, usted cree que va a aceptar los resultados?
No, nunca va a aceptar los resultados. No los ha aceptado ni cuando ganó en 2016: dijo que había ganado con un margen más amplio. No es un buen ganador. No es un buen perdedor. Hay varias maneras de impugnar los resultados legalmente, pero él usa otras formas. Hay un ambiente en los Estados Unidos que yo describiría como de desasosiego, porque muchas personas piensan —con razón— que él va a seguir incitando a sus seguidores. La violencia ya la hemos visto. El 6 de enero de 2021 incitó a una turba insurrecta que irrumpió en el Capitolio. Entraron gritando que querían llevar a la horca al vicepresidente de los Estados Unidos solamente por haber cumplido con su rol constitucional. Ahora, Trump dice que esas personas enjuiciadas, que ahora están en la
cárcel, son rehenes políticos, que lo que hicieron fue nada más que una visita turística. Hay mucho temor sobre lo que pueda pasar después de las elecciones.
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