Nota del editor: Esta semblanza se publicó en febrero de 2019, pero se republica tras el fallecimiento de Luis Bedoya Reyes, fundador del PPC, a sus 102 años.

Cumple 100, aunque es difícil calcular su edad; según el tema, es un hombre serio, gracioso, pícaro, solemne, tajante o curioso. Confiesa tener secretos que nunca revelará, habla con la mirada y cree en los gestos más allá de las palabras.

Me atrevo a decir que es un romántico. Si se trata de política, se embala y deja de hacer pausas al hablar, mientras relata casi de memoria las anécdotas que figuran en el libro de 800 páginas que ha publicado recientemente: “Joven Centenario”. Un proyecto que escribió a mano a lo largo de año y medio porque “no me he sentado nunca frente a una computadora y eso que yo escribía a máquina muy bien”.

Dueño de una lucidez que impresiona, no necesitó nunca de la tecnología para demostrarla. A pesar de haber sido testigo de cambios tecnológicos importantes a lo largo de un siglo, confiesa nunca haber interactuado, ni remotamente, con un teclado. Tampoco Internet y ni por asomo tiene celular. “¡Nada! Ni se me ocurre. Yo me entiendo muy bien conmigo mismo y si se malograra el televisor, llamo a uno de mis nietos y dentro de poco, a uno de mis bisnietos; esos sí que entienden de todo”.

El encuentro con LBR dura tres horas. Domina el espacio en todo momento. Es paciente en la sesión de fotos que da inicio a nuestra ‘cita’, pero se inquieta con la espera. Rompe la tensión con comentarios llenos de humor y no deja de reír. Apenas nos sentamos, me ofrece un whisky y evoca: “Un día mi padre preguntó: ¿Alguno de ustedes se ha emborrachado? Mis hermanos dijeron su verdad y yo dije que no. Mi padre respondió: ¡Ay hijo, no sabes lo que te has perdido!”.

Le devuelvo la pregunta: ¿Usted toma whisky? A lo que responde, ¿yo? ¡Cualquier cantidad!

De tanto en tanto en la conversación, el ‘Tucán’ picotea con el humor, hasta cuando cuenta que ahora en todo momento lo acompañan enfermeras con especial know how en aparatos auditivos: “Yo he vivido con mucha tranquilidad mi propia singularidad y aunque no necesito ayuda, dejo así tranquilos a los demás que viven pendientes de qué me puede ocurrir… y para desgracia de ellos, no me ocurre nada”.

LA VÍA EXPRESA LLEVARÁ SU NOMBRE

La obra más emblemática de su gestión edil es posiblemente la que hoy por hoy, 52 años después de su inauguración, alivia como ninguna otra el insufrible tráfico vehicular limeño. Cuenta el ex alcalde, ahora que una iniciativa legislativa espera ser aprobada en el Congreso para bautizar el famoso Zanjón con su nombre, que alguna vez le ofrecieron ese reconocimiento para la principal avenida de Chucuito, donde nació y creció, pero lo rechazó. Querían ponerle , pero su respuesta fue: “no se debe poner el nombre de una persona viva a una calle, porque no se sabe qué pueda ocurrir después”. Hoy, con un siglo a cuestas, piensa lo siguiente: “Cuando me enteré de que una congresista había presentado un proyecto de ley, dije bueno, yo conoceré la ‘horizontal permanente’ en cualquier momento. La muerte no avisa y ya no estoy en edad de meter la pata así nomás. No porque me falte voluntad, sino porque ya no puedo (carcajea). A estas alturas, ya es difícil que me tuerza”.

Por ahora, la iniciativa ha logrado ser exonerada de comisiones en el Congreso y, en cualquier momento, entrará en la agenda del Pleno.

TUCÁN. TU... CANDIDATO.

Esa ave sedentaria lleva el nombre de una anécdota que Bedoya Reyes no olvida. Fue en venganza, según recuerda, de que un día Sofocleto, el conocido periodista y humorista gráfico, lo bautizó así para siempre.

LBR era entonces alcalde y evaluaba propuestas extranjeras para cambiar la flota de autobuses de la capital. Sofocleto representaba a quienes traían la oferta francesa, pero esta no superaba la prueba. Entonces pidió: “Hay que retener cualquier decisión 48 horas para hacer una contrapropuesta y así retiramos la anterior. Respondí que no era posible, que eso era una irregularidad, pero como era liso, me dijo: Pareces incorruptible, so huevón”.

Días más tarde, publicó una columna llamándolo el ‘Tucán’: “No me molestó porque le descubrí en seguida la posibilidad. Le dije que se había popularizado algo correcto aunque faltaba un añadido, ya que venía una campaña. Tucán, tucán, tu… candidato”. Una vez más el periodista se amargó: “Vino a visitarme y me dijo maldito seas, ¿cómo puedes darle la vuelta? Yo lo hice con un norte y tú lo usas para una candidatura. Te vengo a proponer otro negocio”, asegura que le dijo con insistencia.Aunque el ‘Tucán’ reconoce que la nariz le ha servido a lo largo de su vida política, como gancho con la gente, dice buscando respaldo: “No es tan pronunciada”, y quizá es verdad.

"DOY GRACIAS A DIOS POR NO HABER LLEGADO"

“Cuando fundamos el partido, fue para alcanzar el poder”, dice mientras busca explicar el sentimiento que le produce no haber llegado a la presidencia del Perú.

Aunque no le gusta trabajar sobre hipótesis, insisto en el ejercicio. ¿Habría sido posible cambiar el rumbo del país si LBR llegaba a gobernarlo? En respuesta, convencido de que sí pudo haber hecho la diferencia, explica la importancia de la formación como elemento básico para el cambio: “Para mí, la guillotina está en la educación. Las generaciones están en manos de promociones de maestros ignorantes. Insuficientes los pocos habilitados para enseñar a esa baza de jóvenes, lo cual genera una distancia… y golpea más al pobre”.

Otro pilar clave, según Bedoya, es el mestizaje. Lo define como “el único factor unitario para librarnos, en el respeto de unos a otros”. Este, explica, se apuntala en una clase media aspirante que reúne “todas las corrientes que han hecho del Perú una unidad”.

Pese a creer en esa fórmula para la solución, lo siguiente es lo que más sorprende. En vista de lo que hoy trae la marea de la corrupción puesta al descubierto, el dos veces candidato presidencial confiesa: “Cuando paso revista y hago el recuento de todos los que me acompañaron de cerca, doy gracias a Dios por no haber llegado. En este momento, más de un caso habría podido comprometerme por la confianza que yo tenía en ellos”. Bedoya, a sus 100 años, sentencia, seguramente decepcionado de casi todo: “Una cosa es la aspiración y otra la conformidad con los resultados”.

“SENTÍA QUE LO IBA A HUMILLAR”

Uno de los capítulos más duros que ha tenido que enfrentar Luis Bedoya Reyes es ver a uno de sus hijos como protagonista de un vladivideo. Luis ‘Lucho’ Bedoya de Vivanco recibió 25 mil dólares de manos de Montesinos, presuntamente para su campaña a la alcaldía de Miraflores, en 1998.

Quizá más sobreprotector que nunca, el ex alcalde capitalino, calificó ese delito como un “pecado” y en esta entrevista confiesa, con una seriedad poco habitual en él, que nunca visitó a su hijo en la cárcel: “Los tres años que estuvo ahí, no lo vi. Su madre iba 2 veces a la semana y yo seguía al día lo que vivía y padecía, a la vez que me ocupaba de ver cómo lo sacaba, lo más rápido posible”. No sabe si fue por castigo, o por tanto dolor, y aunque lamenta no poder explicar hasta ahora esa actitud, reflexiona diciendo que sentía que lo iba a humillar.

‘Lucho’ Bedoya, años después, sufrió una enfermedad crónica y para su padre, de alguna forma, el episodio de desprestigio lo enfermó: “Tanto es así que cuando quedó libre no me soltó. Me seguía a todas partes… Él sufrió esa prisión tremendamente aunque fue vindicado en su muerte, porque realmente su entierro fue una procesión de amigos. Tenía un temperamento muy fácil, normal y alegre”, recuerda con increíble fortaleza.

Y DE PRONTO, FUJIMORI

Si con Keiko Fujimori apenas ha cruzado palabras, 20 años atrás, con Alberto, su padre, la historia fue casi de antología. Recuerda que el ‘Chino’ le había dicho en más de una oportunidad que debían conversar. En la segunda o tercera ocasión, el ‘Tucán’ le respondió sin rodeos: “Es la segunda o tercera vez que usted me dice lo mismo, pero nunca me llama”.

Tras el golpe del 5 de abril, sobrevendría una inesperada anécdota, con una lección de consecuencia y decencia. Para traerla de vuelta al presente echa mano, otra vez, de su memoria intacta. En 1992, el PPC cumplía 25 años y Alberto Borea fue el encargado de organizar el evento de celebración. En el local pepecista, acompañaba a LBR el dos veces ex presidente constitucional Fernando Belaunde Terry. Ambos estaban en el salón de recepción cuando fueron avisados de que Fujimori estaba en camino. Caras de asombro y la pregunta de ley: ¿quién lo invitó? El centenario fundador del PPC advierte que Borea se tomó atribuciones que no le confirió el partido. Belaunde le expresó entonces que no podía permanecer en el lugar, por lo que lo acompañó hasta la puerta de salida. Apenas partió, apareció Fujimori, quien “creyó que yo había salido a recibirlo cuando en realidad fui a despedir a un demócrata”.

SIN MIEDO A LA MUERTE

“No siento, en el balance de mi vida, que exista la idea de que tengo 100 años, ni remotamente. Yo sigo siendo yo”.

Aunque la voz se le quiebra, dice que lo único que le molesta, a estas alturas, es no poder dar discursos como antes: “Todavía me siento lúcido y nunca me detengo, pero las piernas me obligan a sentarme y hablar sentado es una mazamorra”. De todos modos, tras ver su fortaleza en vivo y en directo, casi podría apostar que hoy, en la celebración central por su centenario en el Hotel Country, tomará la palabra de pie. Tal vez ayudado por su bastón, pero si no lo usa, no se sorprenda. Luis Bedoya Reyes es fuerte, impresionantemente fuerte, pero también muy pretencioso.

Antes de despedirnos, le pido barajar recetas para la longevidad. Una de las más convincentes es la que incluye la risa a diario: “La risa con un poco de color, palomillada y alegría. Es parte de mi salud. Tomo en serio lo que es serio, pero cuando hay una cosa prolongada, prefiero matizarla con bromas y lenguaje ligero”, asegura que así se restituye el nivel y desaparece la solemnidad.

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