Conversamos con el catedrático y psicoanalista Julio Hevia. (Geraldo Caso)
Conversamos con el catedrático y psicoanalista Julio Hevia. (Geraldo Caso)

En los ochenta, fue la última vez que fuimos a un Mundial. En esa misma década, volvió la democracia. Hoy, más de 30 años después, fútbol y política vuelven a coincidir. Regresamos a un Mundial y , gana, en descuentos, su pase a , y el debilitamiento de la democracia se asoma como una sombra naranja, y el presidente se salva en la puerta del horno de no ser vacado, por ahora. Para tomarle el pulso a los agitados últimos días de 2017, conversamos con el catedrático y psicoanalista Julio Hevia, quien a diferencia de Alberto Borea, el abogado de PPK, no cita a Terencio, Montesquieu ni Aristóteles, sino a Villoro, Saramago y Lacan.

Vaya forma de acabar el año.
Leía a un historiador peruano que decía que observado desde Riva Agüero, Billinghurst y Fujimori, cada 20 o 30 años, algo ocurre de una naturaleza parecida a la que se ha cristalizado el jueves en el Congreso. Y concluía que esto tenía que ver con una dificultad estructural o sustancial para mantener acuerdos, que el peruano está particularmente dispuesto a romper pactos, a desconfigurar consensos, a encontrar siempre el quinto pie del mobiliario. La fuerza del hábito indica que el Perú siempre va estar dividido, no hay modo de que encontremos zonas medias. En el Perú eres de la ‘U’ o del Alianza.

¿Qué se impuso el jueves: una suerte de conciencia democrática o el antifujimorismo?
El miedo a enfrentar un escenario que nadie calculaba poder manejar del mejor modo y que no iba a beneficiar a ningún sector. Pero no podemos negar que hubo un cierto chantaje, por justificado que parezca, de parte de PPK cuando dijo: ‘si me voy, se van todos’, lo que generaba un vacío que nadie estaba dispuesto tan claramente a enfrentar. Ante ese anuncio, se redefinieron los consensos pretéritos.

El día que sale PPK y sus ministros en conferencia por TV, eran rostros de velorio. Pero la noche anterior al debate por la vacancia, se impuso, confrontó y hasta lanzó esta suerte de amenaza. Al día siguiente, el discurso de su abogado Alberto Borea estuvo lleno de guiños, de apabullamiento discursivo. La comunicación (en varias de sus formas) ha sido trasversal en este proceso por la vacancia.
Cuando terminó de hablar Borea, la sensación genérica era: ‘va ser bien difícil que lo vaquen’. Una de las cosas susceptibles de rescatarse de lo que dijo Borea es ‘quién no se olvida’, ‘quién no miente’, ‘quién tiene claro todas y cada una de las cuentas’, ‘quién no le debe un solo sol al Estado’. O cuando dice, casi con carácter parasicológico, ‘yo visualizo en la gran bancada de los opositores gente que está más dispuesta a repensarlo y eso me parece saludable’. Reivindicaba el cambio en el adversario. Además, colocó una serie de referencias a personajes ilustres de casi de todas las tiendas políticas y él colocándose como discípulo humilde, como depositario de un saber, de una cultura política de la cual carecemos hoy. Borea fue todo lo que Kuczynski no es.

Todo lo que la mayoría de políticos no son.
Argumentación, lógica, manejo demagógico, manipulación fina, etc.

Y bajó al llano con su referencia a Condorito.
Claro, se puso medio fujimorista también. El tipo desarrolló casi un suflé.

PPK se salvó de la vacancia. Pero esa misma noche, tras la votación, salió a la calle a saludar a sus seguidores y al final se mandó un bailecito. ¿Cómo entender ese gesto?
Kuczynski nos recuerda, por lo menos en el 98% de sus intervenciones, al ‘gringo’, al foráneo. Al personaje cuyo desarrollo intelectual, técnico no encuentra una traducción en lo que pueden ser el código, expectativas y valoraciones nuestras. Si Toledo era el cholo que se había agringado, PPK es el gringo que no se consigue acholar.

Y en un tweet de esa misma noche, PPK escribe: “Peruanos. Mañana empieza…”. ¿Tenemos un presidente que no se siente peruano?
A mí me parece que sí. Pero así como este personaje pareciera no estar del todo instalado en el pellejo de un peruano típico, no le quitaría transparencia a su ingenuidad, aunque es una ingenuidad de otro país. Hizo un pedido de confianza que el peruano promedio no te va a otorgar. Los peruanos somos desconfiados por naturaleza. Nosotros pedimos ver para creer, pero PPK nos pedía creer para ver. Él es siempre él mismo. Y quizá por eso se merece el Congreso que tiene: gente que actúa tal cual es.

Como Yeni Vilcatoma y su alusión antichilena de Condorito. Pero así como ella, hay varios en cada esquina.
No sabemos administrar los grados medios: estás a favor o en mi contra. Entonces, si no odias a los chilenos, no eres peruano. O como decía el cronista mexicano Juan Villoro: si te cae mal la comida mexicana, estás atentando contra el nacionalismo. Somos muy básicos en nuestras reacciones. La gente más que analizar desde una perspectiva mesurada, distante, está al tanto de por dónde va la corriente dominante y ahí se alinea, lo que le permite no quedar en el lugar marginal, que en nuestro país es del ridículo.

Que es a lo que apostó Borea al apelar a esta suerte de conciencia congresal.
No jugársela por una especie de mayoría ciega. Curiosamente, si de ceguera se trata, me acuerdo de José Saramago, cuyo ‘Ensayo sobre la ceguera’ más que una novela me parece casi un ensayo etnográfico sobre cómo funciona la humanidad. Los ciegos caminan uno detrás de otro, tomados de la espalda. PPK lo que estaba pidiendo era que nos colocáramos detrás de su ceguera en fila india, cada cual confiando en el otro. Yo creo que las preferencias ideológicas, en gran medida, tienen que ver con un creer para ver. Como decía el psicoanalista Jacques Lacan, lo que la gente quiere es un nuevo padre. Kuczynski no ha sido ese padre, guía.

Kenji, sin profundidad ni mayores discursos, está cambiando el destino del fujimorismo. Un “tampoco, tampoco”, un par de gestos y ahora no votar por la vacancia le bastan.
No es gratuito que uno se mueva, al nivel de las plataformas virtuales, vía emoticones o memes. Algo que podría denominarse lógica minimalista. Para el estudiante promedio, en el colegio y en la universidad, una de sus mayores dificultades es hacer transferencias conceptuales. Entonces, en el Perú un tipo como Kenji puede tener más alcance que un tipo como Borea.

¿Kenji tiene futuro político?
Sí lo creo.

¿Puede ser presidente?
Podría. Es joven, lo que es un valor en sí mismo. Recupera una tradición fujimorista depurada, máxime ahora con este gesto. Y por otro lado, tiene esta capacidad, quizá excelentemente asesorado, para operar del modo más conveniente para sus intereses en coyunturas difíciles. Se mueve bien en la cuerda floja. Se maneja en este contexto: el que piensa, pierde.

En el tweet de PPK también escribe la palabra reconciliación. ¿Es posible la reconciliación en el Perú?
Por probabilidades, no. Pero la realidad peruana te desafía a ir en contra de las probabilidades.

Por lo pronto, ya nos hemos reconciliado con el fútbol.
Así es. Entre otras cosas, el fútbol puede ser un pasaporte para lo más divertido y placentero de la infancia. Pero por otro lado, es un negador de diferencias sociales. Es una escuela para los afectos. Los jugadores en la cancha le venden al público un tema solidario cuando se trata de equipos. El fútbol te puede vender una cierta moral. Te puede colocar ante ejemplos muy claros de que la individualidad es lo de menos.

Bueno, Guerrero tras lograr que le reduzcan la pena, vende la idea de luchar hasta el último.
Es un sobreviviente. Es un tipo que hizo goles en los peores momentos de Perú. Es un ejemplo de que si no luchas contra la adversidad, en realidad no luchas.

Qué 2018 se viene: vamos al Mundial y en política subirá la temperatura.
Una parte importante de la democracia es que nos vayamos acostumbrando a ver las cosas en su cara pelada. No la vamos a pasar bien, estoy seguro. Pero, ¿cuándo la hemos pasado bien? En el Perú se sobrevive. Por eso nos hemos inventado la idea de que el peruano nunca se muere de hambre, es ‘recursero’.

¿Pasamos a la siguiente ronda en Rusia?
Quisiera pensar que sí. Aunque los rivales son de mucho mayor fuste, el verdadero problema estuvo acá, con nuestro pasado. El jugador peruano jugaba contra sí mismo. Aprovechemos del error para no repetirlo. Quizá los políticos deberían pensar en una lógica parecida.

AUTOFICHA
“En San Marcos me decían que no era confiable para la revolución porque me reía demasiado. Me invitaban a las reuniones, pero no sé si por mi juventud o estilo de colocarme ante estas situaciones, me parecía pérdida de tiempo. Me interesan las micropolíticas del día a día”.

“Siempre quise ser futbolista, pero me fui dando cuenta de que el ‘tallarín’ no me beneficiaba. Cuando era fútbol, jugaba de marcador. En fulbito, me tentaba a armar el juego. Tuve problemas en la espalda y dejé de jugar. Soy hincha de la ‘U’”.

“Para 2018, espero publicar un libro que ha sido fruto de tres años de investigación, que se llama 'La cultura oral. Comer, beber y hablar en el Perú'. El día que el Perú salga de este manejo de lo inmediato a una planificación más civilizada, no nos va a parar nadie”.