Hasta hoy, en Tacna, existe una colonia bastante grande de italianos, y fue allí donde nació Gianfranco Castagnola hace 65 años. Su padre, un joven genovés que emigró al sur del Perú a los 20 años —“con una serie de aspectos culturales vinculados al manejo de la economía y la austeridad”—, conoció a su madre, una maestra apurimeña nacida en Andahuaylas, quien viajó también a la ‘Heroica’ como directora de la Gran Unidad Escolar de Tacna. Se enamoraron y tuvieron dos hijos. Castagnola describe una infancia más que positiva, con veranos de tres meses continuados en las playas del sur y el resto del año estudiando y bicicleteando por la campiña tacneña “en una ciudad muy integrada y caracterizada por una gran clase media donde las diferencias económicas no afectaban las amistades porque, sobre todo, había un fuerte sentido de comunidad”.
La mezcla, con una mamá en el mundo de la educación y un papá en el mundo de los negocios, más las enseñanzas del colegio Cristo Rey “con la impronta que dejan los jesuitas en sus alumnos, enfatizando en la responsabilidad y sensibilidad social”, dieron como resultado a un Gianfranco Castagnola que, aunque es muy crítico de la situación actual del país, mantiene el optimismo por el Perú, en la búsqueda de lograr un impacto en la dirección de políticas públicas, desde el mundo empresarial hacia las instituciones públicas y los organismos multilaterales.
Cuando se mudó a Lima para estudiar en la Universidad del Pacífico, tuvo profesores que lo inspiraron, como Julio Velarde o Carlos Amat y León, además de grandes amigos con los que guarda afinidad hasta hoy.
¿De alguna forma, tu desempeño profesional te obliga a ser optimista, a pesar de la realidad de país que estamos viviendo?
Bueno, naturalmente uno quiere que a su país le vaya bien y no quiere espantar a los inversionistas, y por allí se puede tener un sesgo. Pero creo también, honestamente, que hay razones para que, dentro de la inmensa crisis política que vivimos hace unos 7 años, seamos relativamente optimistas. La resiliencia de la economía, la resiliencia de la sociedad, de las familias, de los ciudadanos…
¿Optimista pero realista con que las cosas han ido en espiral hacia abajo?
Sí. Mira, lo pondría así. Para que un país funcione y avance con sentido de futuro, tiene que funcionar la economía, tiene que crecer. El Estado también tiene que funcionar, o sea, en seguridad, educación, salud, trámites, infraestructura. Pero también la política, que, si no funciona, contamina el Estado y contamina la economía.
¿Cuál es la parte que más ha fallado en el Estado?
La parte que peor ha funcionado del Estado tiene mucho que ver con los procesos de regionalización. La descentralización no ha funcionado, pero en vez de discutir cómo hacemos para que mejore ese aspecto y que los ciudadanos de todo el Perú reciban servicios de mejor calidad, hemos caído en la discusión a la que la izquierda nos ha llevado sobre el modelo económico —que sí estaba funcionando—, mientras que nadie quería hablar sobre el mal funcionamiento del Estado.
¿Y qué ha pasado con la clase política?
La política, que mantenía cierta medianía, aunque no era una gran clase política, digamos que teníamos Gobiernos “normales”, con Lava Jato, las reformas populistas de Martín Vizcarra, el uso frívolo de la vacancia y el cierre del Congreso más la pandemia, desapareció. La borramos de un plumazo, y resulta que no teníamos nada debajo.
¿Se ha transformado?
Hoy día tenemos una clase política precaria, con muy pocas figuras rescatables. Por un lado, la estupidez de la no reelección, que sacó congresistas que tenían oficio y podían manejar un Congreso, y pusieron una serie de gente amateur sin capacidad de manejo. Pero lo peor es que hemos permitido que nuestra clase política sea penetrada crecientemente por poderes de economías ilegales e informales, que en la medida en que van ganando espacio en el Estado, luego hacerlas retroceder es muy difícil.
Una cadena. El debilitamiento de la clase política que debilita al Estado e impacta en la economía.
Y no hablo solo de salud y educación, hablo hasta de los trámites más simples que funcionaban bien, como sacar un pasaporte. Ahora, si no compras un espacio a la mafia, no tienes pasaporte. A eso me refiero. Una vez que la economía ilegal penetró, eso ya lo controla, igual que los tickets de Machu Picchu o los mineros ilegales y los colectiveros informales. Y todo eso se logra con la clase política, que no solo es precaria, sino que se ha lumpenizado, y lo vemos con la red de prostitución en el Parlamento, que si se confirma, ¿ya dónde estamos?
¿Quién debería hacer un mea culpa por haber permitido este retroceso?
Creo que hemos dejado muchos espacios de destrucción de la institucionalidad y de lo que funcionaba por falta de liderazgos, por sentimientos de culpa después de Lava Jato, por errores del pasado o una serie de circunstancias donde no hemos estado a la altura.
Cuando te incluyes, ¿lo haces como empresario, como peruano o como líder en temas económicos?
De repente hay batallas que debimos pelear más, o más frontalmente, desde el campo de las ideas. No levantamos la voz en el momento en que ocurrían las cosas; quizá fuimos avasallados, pero las consecuencias las vemos hoy.
¿Y hoy se puede levantar la voz?
Es que sí creo que se está levantando ahora la voz, pero no se nos está escuchando porque a este Congreso no le entran balas, se han aumentado 30% del presupuesto. ¡Y el Gobierno! Realmente, hay que ser muy cara dura para no renunciar como ministro después de lo de Qali Warma. No digo que el ministro esté involucrado, pero es su cartera, y sin embargo no les importa, no les entran balas.
¿Y qué pasa con los líderes?
Hoy no hay líderes que puedan canalizar el malestar con un sentido de futuro, porque se trata de canalizar el malestar para construir, no para destruir, como Antauro. Pero no hay, no hay líderes que sean seguidos por la gente, como pudo ser MVLL o, de otra forma, Alejandro Toledo en 2001.
DATOS DEL PERSONAJE
-Después de hacerle la última entrevista en vida a Jorge Basadre, el historiador y amigo de la familia lo recomendó con su sobrino, Felipe Ortiz de Zevallos, para que sea practicante en la empresa que había fundado: Apoyo Consultoría.
-Con una maestría en la Universidad de Harvard, fue director del BCR, participa en el Patronato de la Universidad del Pacífico y es director de diversas empresas e instituciones privadas.
-Tras dirigir Apoyo por más de 30 años, Castagnola anunció que Eduardo Campos asumirá su posición y él será presidente del directorio.
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