Caso uno. Ni bien ha entrado a la Casa Blanca, Donald Trump ha indultado a 1,600 procesados por el asalto al Capitolio. También a dos policías condenados por la muerte de un afroamericano. Y antes de acabar su mandato, Joe Biden indultó a cinco familiares, incluyendo a sus hermanos y cuñados, y por supuesto a su hijo, Hunter Biden. No es la primera vez que pasa. Ya Gerald Ford indultó antes a Richard Nixon por el escándalo de Watergate. Y, sin embargo, no deja de sorprender la pasividad reinante. De haberse concedido esa batería de indultos en el Perú, ya se habría desatado una guerra civil.
Caso dos. Kamala Harris y los demócratas recaudaron más de US$1,000 millones para la campaña electoral. Y a pesar de la derrota, les quedó un saldo significativo. ¿Alguien imagina que eso pase piola en el Perú? Más allá de las diferencias en la ley electoral y de que Estados Unidos es un país proempresa privada, queda claro que algún fiscal ya habría planteado un caso Cocteles con 10,000 testigos, 50,000 folios y 400 acusados.
Caso tres. Tras conocerse los resultados electorales, los juicios a Trump se cayeron. No es solo un caso de inmunidad. Los casos, uno a uno, se han ido desmoronando. ¿Le hicieron lawfare? ¿Es lawfare lo que sucede ahora? Un escenario así en este país polarizado sería un escándalo que provocaría una nueva Marcha de los Cuatro Suyos.
Caso cuatro. Trump recibe a empresarios y lobistas en su mansión de Mar-A-Lago. ¿Se abrirá una carpeta fiscal? ¿Será un Sarratea pituco?
Pareciera que Estados Unidos vive un escenario político ochentero, con bipartidismo y sin radicales antisistemas, lejos de la judicialización de la política peruana. O será que en el Perú se nos pasó la mano.
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