A menos de dos semanas de que los peruanos acudan masivamente a las urnas, se augura que la realización de los comicios aguarde un nivel de dificultad distinto al experimentado en las últimas dos décadas. A la par de las complejidades naturales que conlleva la organización de las elecciones generales, esta vez, en paralelo, se deberá lidiar con la segunda ola de la pandemia de COVID-19, para lo cual se desplegarán una serie de protocolos que buscarán salvaguardar la salud de los participantes en el proceso.

En detalle, la proliferación del SARS-CoV-2, registrado hace poco más de un año, planteó una serie de interrogantes sobre cómo las autoridades electorales llevarían a cabo las elecciones dado que el Ejecutivo, que en dicho momento encabezaba Martín Vizcarra, negaba la posibilidad de aplazar la fecha del proceso.

Tras la abrupta vacancia de Vizcarra, la fugaz permanencia del congresista Manuel Merino en Palacio de Gobierno y el inicio del gobierno de transición de Francisco Sagasti, la gestión para la adquisición de vacunas contra la COVID-19 sufrió retrasos que, más cerca a estos tiempos que a los de la ebullición política de noviembre del 2020, hacen notar un costo a pagar de cara a las elecciones de abril.

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Estos inconvenientes se traducen, esencialmente, en el frustrado objetivo del gobierno de vacunar a los miembros de mesa antes de la primera vuelta, además de que hasta el momento solamente se haya logrado vacunar a poco más de 561,966 personas, la mayoría de ellas pertenecientes a la primera fase de inmunización.

Sin embargo, el comportamiento de los ciudadanos respecto a las elecciones generales de otros lustros, las cifras de concurrencia a las urnas en países de la región y los últimos sondeos de opinión pueden configurar una expectativa clara de la participación rumbo al próximo 11 de abril. ¿Qué podríamos esperar?

El panorama a través del tiempo

Proceso a proceso, el número de electores hábiles se ha acrecentado. Es por ello que mientras que en las elecciones generales de 2001 se contabilizaban 14′906,233 votantes hábiles, para el proceso actual el padrón electoral fija su contabilidad en 25′287,954. Es decir, en los últimos veinte años se experimentó un incremento del 69.64% de votantes.

Sobre esa base se contabiliza el número de personas que participan en el proceso y los que se registraron como ausentes. En esta instancia es importante discernir que abstencionismo no es lo mismo que ausentismo, pues hay una diferencia sustancial que radica en la libertad del individuo de cara a participar.

Mientras que en la abstención hallamos el rechazo del ciudadano a ser parte del proceso electoral, en el caso del ausente se asume que el individuo no pudo efectuar su voto por circunstancias que escapan a su propia determinación. En este último caso se encuentran un abanico de motivos: desde obstáculos económicos hasta físicos (enfermedad, clima) y administrativos (defectos en el padrón).

Retornando al primer grupo -el de la voluntad de no ser parte del proceso electoral- ubicamos la abstención política (cuando un ciudadano toma una actitud consciente de silencio o pasiva ante el acto electoral por rechazo al sistema político o porque no se siente representado por las propuestas), la abstención apática (cuando existe pereza o se carece de convicción de que el voto individual cuenta) y la abstención cívica (cuando el ciudadano participa en el proceso, pero no respalda ninguna opción, lo cual se traduce en el voto en blanco).

El politólogo de la PUCP Christian Jaramillo reconoce en el estudio Sanciones, Multas y Abstencionismo Electoral que “los cálculos sobre cuántas personas se abstienen o ausentan en las urnas es complicado, pues, empíricamente, esto supondría, primero, la identificación de personas que no manifestaron su voto”.

Con las clasificaciones claras, se entrevé a partir de los datos de transparencia ubicados en la página web de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) que, en estricta evaluación del ausentismo en elecciones generales presidenciales de primera vuelta, esta se redujo sostenidamente desde 1995 hasta 2006. En contraste, desde 2006 hasta el 2016 el ausentismo ha crecido en esta clase de comicios (12,73% en abril de 2006; 19,46% en abril de 2011 y 22,24% en abril de 2016).

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Otro dato que se desprende del análisis de las cifras de participación de las elecciones generales presidenciales de los últimos veinte años es que la primera vuelta siempre contó con mayor asistencia que la segunda. Si nos sometemos estrictamente a dicha tendencia, podríamos esperar un mejor porcentaje de participación el próximo 11 de abril en comparación al 6 de junio, fecha programada para una eventual segunda vuelta.

Continuando con la circunscripción del análisis de los votos de los participantes de las elecciones generales presidenciales de las últimas dos décadas, también se puede realizar una proyección en torno a la proporción de votos válidos, votos blancos y votos nulos. Así, concluimos en que en las primeras vueltas presidenciales siempre obtienen un número mayor de votos blancos en comparación al de votos nulos. Dicho escenario se revierte de cara a las segundas vueltas, en las que los votos nulos siempre superan al de los votos blancos.

De este panorama se destaca que, desde el 2006, las elecciones presidenciales de segunda vuelta contaron con mejor porcentaje de votos válidos que los de primera vuelta. Esta relación paralela se podría condecir con elecciones presidenciales cada vez más disputadas y polarizadas en el tramo final de camino a Palacio de Gobierno y un nuevo quinquenio de gestión.

¿Cómo le fue a los demás?

Perú no será el primer país de la región con la misión de realizar elecciones presidenciales en medio de la lucha por contener la pandemia. Contrario a lo que podría esperarse sobre temores a la COVID-19, Ecuador y Bolivia registraron números en un margen normal de participación en relación a sus comicios desarrollados años atrás.

El pasado 7 de febrero, Ecuador efectuó elecciones en los que el correísta Andrés Arauz y el banquero Guillermo Lasso lograron un lugar en la segunda vuelta que se desarrollará, coincidentemente, el 11 de abril. En Ecuador participaron 10′616,263 electores (80.99%), mientras que se registró un total de 2′491,101 ausentes (19.01%).

Estas cifras de asistencia son auspiciosas si es que se las compara con los procesos electorales presidenciales de 2017 en los que resultó electo el presidente Lenin Moreno. Los números del Consejo Nacional Electoral del Ecuador revelan que en primera vuelta votó el 81.7% y en segunda vuelta el 83.0% de votantes hábiles, porcentajes nada lejanos a la participación de febrero último.

Meses atrás, en octubre de 2020, Bolivia eligió en primera vuelta presidencial a Luis Arce como mandatario. El proceso contabilizó 6′484,008 participantes (88.42%) y 848,918 ausentes (11.58%) pese a la pandemia. Esta cifra de asistencia es mayor, incluso, a la que reporta el Tribunal Supremo Electoral de Bolivia sobre las elecciones presidenciales de 2019, en las que se contó con 6′460,515 votantes (88.31%) y 854,849 ausentes (11.69%).

En detrimento de los comicios bolivianos de 2019, diversas organizaciones internacionales acusaron “operaciones dolosas” y la manipulación de la “voluntad expresada en las urnas”, por lo que la OEA sostuvo en un informe que las observaciones efectuadas “no permiten tener certeza sobre el margen de victoria del candidato (Evo) Morales sobre el candidato (Carlos) Mesa”.

¿Cómo nos podría ir?

El caso peruano presenta sus propias particularidades. Dos recientes encuestas han consultado a los electores sobre su intención de acudir a las urnas teniendo en cuenta la existencia de la COVID-19. El 9 de marzo, este Diario publicó el sondeo de Datum en el que 78% de peruanos dijo estar dispuesto a acudir, a diferencia de 19% que aseveró que no asistiría y 3% que dijo no saber. El 16 de marzo, la encuesta de El Comercio-Ipsos acrecentó considerablemente las expectativas de participación cuando indicó que el 92% dijo que irá a votar, 5% manifestó que no acudiría y 3% no precisó respuesta.

Ambos resultados son lejanos a las cifras de El Comercio-Ipsos de setiembre de 2020, cuando 55% dijo que iría a votar, 44% que no lo haría y 1% no respondió. La recuperación de la intención de acudir a las urnas es relevante, puesto que la Ley Orgánica de Elecciones apunta que la inasistencia de más del 50% de electores es tomado como una causal para declarar la nulidad de la votación.

De otro lado, en esta oportunidad hay factores adicionales que contribuirán a la determinación del elector respecto a si acudir o no a los locales de votación. La vacunación de los miembros de mesa hubiera significado una suma a la confianza de los electores, pero la confrontación política entre el Parlamento y el Ejecutivo a finales del año pasado, además de una cuestionada gestión de la adquisición de las vacunas imposibilitó que este personal pueda ser inmunizado. La inasistencia de miembros de mesa podría tardar la instalación de las mismas.

Para el analista político Luis Nunes, “ha sido un error del gobierno no cumplir con la promesa de la vacunación”. “Debería haberse calificado mejor a los miembros de mesa. Ellos van a estar más de 15 horas, esto comprende la apertura y el cierre de la mesa”, indicó a Perú21.

No obstante, el especialista dijo creer que, aun con los inconvenientes del caso, “la ciudadanía sí quiere votar”. “A nivel político no se está muy claro, pero sí se quiere acudir. Esta es una elección que ha sido sometida a mucho estrés, pero creo que tendremos una elección con concurrencia”, estimó.

En diálogo con este Diario, el jefe de la ONPE, Piero Corvetto, agradeció el esfuerzo de los miembros de mesa y resaltó el compromiso de los ciudadanos con el presente proceso electoral. “Nosotros, como se ha hecho ya en 88 países del mundo, 89 el sábado con las elecciones en Bulgaria, vemos que se hacen elecciones exitosas en pandemia sin la necesidad de que existan vacunas, cumpliendo los protocolos de manera precisa y de manera segura. Esto lo ha hecho suyo la ciudadanía. En el peor de los casos, nueve de cada diez peruanos irá a votar”, estimó.

Sobre estas naciones Corvetto añadió que “en ningún caso de los 88 países que han realizado elecciones se ha demostrado que la pandemia haya podido crecer a partir de la realización de una jornada electoral”. “Si nosotros cumplimos con los protocolos, la elección va a ser segura y tranquila”, acotó.

Al margen de la tardanza de la campaña de vacunación del sistema de salud, la ONPE ha desplegado una serie de estrategias orientadas a asegurar la participación. Además del comentado incremento de locales de votación para evitar aglomeraciones, la utilización de mayor cantidad de espacios abiertos y la consideración del pago a los miembros de mesa (S/120), se ha establecido una votación escalonada que ordenará la concurrencia según el dígito final del número del DNI. Esto último viene acompañado de la ampliación del horario de votación, que ahora se extenderá de 7 a.m. a 7 p.m.

Desde el organismo electoral se ha insistido en lo estratégico de disipar las dudas que puedan existir respecto a la seguridad de acudir a votar. Por ello, Corvetto manifestó que los ciudadanos contribuirían al proceso si verifican su local de votación con anterioridad al 11 de abril, pues es probable que no voten donde habitualmente lo hacen “porque hemos multiplicado por tres los locales de votación”.

No todo obedece a protocolos

Tal como se menciona líneas más arriba, las dudas hacia las alternativas expuesta en la oferta electoral podrían generar abstencionismo político, apático o cívico. Sin embargo, para Paula Muñoz, politóloga y profesora de la Universidad del Pacífico, es muy improbable que esto trascienda y se convierta en ausentismo, pues “se sabe que hay una intención clara por parte de la gente de ir a votar”.

“La participación podría bordear la de los últimos promedios históricos. Hay una percepción por parte de la ciudadanía de que en estas elecciones nacionales se juegan muchas cosas. No esperaría que tengamos un grado altísimo de ausentismo, sino algo parecido al promedio [de asistencia] o un poco más bajo”, calculó.

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Nunes coincidió con dicha postura, y calculó que muchos indecisos podrían estar esperando las últimas encuestas, así como el balance de los tres debates organizados esta semana por el Jurado Nacional de Elecciones (JNE). “Al elector peruano le está gustando direccionar su voto a un ganador o posible ganador, no quiere un voto perdido. Está esperando qué va a pasar, primero, con estos tres debates, y luego con las encuestas”, sostuvo.

Los cambios en la metodología de despliegue de campaña electoral también importan. Muñoz considera que, más allá de los resultados actuales de los sondeos, es saludable que no haya propaganda pagada “porque antes lo que teníamos era un bombardeo de propaganda en la que el que más podía pagar tenía más notoriedad”.

“Eso no es saludable para una democracia porque, por atrás, viene el tema de aportes irregulares o no declarados. Hay una potencial entrada de dinero ilegal. Es una mala noticia que no se haya podido hacer campaña presencial como normalmente se hace, pero eso ya está impactando a muchos países con crisis sanitaria”, señaló a Perú21.

Por su parte, el jefe de la ONPE indicó que su organismo se encuentra en cumplimiento del cronograma electoral “en tiempo y forma”. Además, anunció que actualmente se ejecuta la fase final del despliegue de material al interior del país, el armado de toldos en lugares donde habrá mesas abiertas y se aguarda que el domingo 4 de abril haya una segunda jornada de capacitación de cara a los comicios.

“Hubo un conjunto de problemas propios de toda elección a los cuales se han añadido problemas de la pandemia, pero creo que el equipo de profesionales de ONPE ha podido solucionar los inconvenientes múltiples que se han suscitado. Estamos absolutamente seguros de que esta será una jornada como la que el Perú merece”, concluyó.

Finalmente, aunque la expectativa de participación de los comicios se ubica en márgenes positivos, es válido precisar que las personas que forman parte del grupo de riesgo de COVID-19 están exentas del pago de la multa por omisión al sufragio y por inasistencia a la integración de su mesa. Es cierto que las bases de la democracia se constituyen en la participación activa de los ciudadanos; sin embargo, resulta necesario recordar que, ante la severa crisis que enfrenta el país y el mundo, prima el cuidado de la salud, la prevención y la responsabilidad. Ello también es democracia.

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