Noviembre albergó las marchas más grandes registradas en el presente siglo en nuestro país. El improvisado gobierno de Manuel Merino y sus aliados hastió a la población, que encontró en sus gritos la mejor forma de reclamar –lo que llamaron– el retorno de la democracia. Nadie había pronosticado una reacción de tal vuelo, menos nuestros atinados políticos; sin embargo, aquellos días de noviembre la plaza San Martín se convirtió en el epicentro de la búsqueda de justicia. Y, desde distintas partes de la capital y en otras regiones, el reclamo pareció envolverse en una sola voz: la salida de Merino.

Miles de jóvenes decidieron usar su tiempo para defender a su país. Días intensos en los que los más adultos se dejaron contagiar por el ímpetu espontáneo que se alimentaba de indignación. Tal es el caso de Javiera, Emanuel, Palmiro, Rita, Gustavo, Lourdes, Maite, Isaac, Andrea y Rafael. Diez ciudadanos que sin cargar bandera política alguna reaccionaron saliendo a marchar.

Sus historias son relatos comunes, narraciones que nos recuerdan lo importante que es caer en la cuenta de que unidos se pueden lograr grandes cosas. ¿Qué los motivó a salir a las calles? Aquí sus propios testimonios.


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