Antes de la pandemia, Orlando bajaba a la ciudad de Tarapoto una vez al mes, para cortarse el cabello. Ahora con los riesgos de la pandemia y por su edad, ya no baja.
Antes de la pandemia, Orlando bajaba a la ciudad de Tarapoto una vez al mes, para cortarse el cabello. Ahora con los riesgos de la pandemia y por su edad, ya no baja.

Orlando Zagazeta Riege vive solo. Acompañado de los animales y de la madre naturaleza en las montañas de la Cordillera Escalera en . En este contexto de , recibió el reconocimiento de de la región San Martín por su compromiso con la recuperación de la de toda la . El animalista de 73 años dejó su vida en para seguir su vocación: rescatar a los del .

Zagazeta es privilegiado, no por tener objetos materiales, sino por vivir en un ambiente libre del bullicio y la contaminación propia de las grandes ciudades. Para llegar a su centro de rescate se debe cruzar catorce veces el río Shilcayo, pasar algunas zonas de piedras resbalosas y si llueve, el camino se vuelve casi imposible. Sin embargo, estas dificultades desaparecen al llegar a nuestro destino, un claro en medio de la selva en la que sobresale una cabaña rústica que nuestro héroe habita junto a sus animales rescatados.

Orlando decidió crear en el 2006, el Centro de Rescate y Rehabilitación de animales Silvestres (Cerelias) en Yurimaguas. Posteriormente, se trasladó al sector Tamushal, dentro del Área de Conservación Regional Cordillera Escalera, a tres kilómetros de Tarapoto, una zona de difícil acceso en medio de la selva peruana.

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Antes de la pandemia, Orlando bajaba a la ciudad de Tarapoto una vez al mes para cortarse el cabello, comprar cigarros, algunos víveres y depositar la mensualidad de la universidad de su hija. Ahora, con los riesgos de la pandemia y debido a su edad, ya no realiza este viaje tan seguido. Pese a las evidentes carencias, en el centro de rescate logró encontrar lo necesario para sobrevivir.

En Cerelias, a diferencia de otros centros de rescate en el Perú, los animales están en libertad y Orlando se mantiene encerrado, para una rápida reinserción a su hábitat. “La ventaja de estar acá, es que puedo monitorearlos”, dice.

Selva desierta

Cuando él llegó a la Cordillera Escalera, notó que este lugar era “selva desierta”. Había árboles pero que no eran frutales y tampoco habían animales e insectos. “Acá hacían droga en la década de los 80. Cuando viene la Administración de Control de Drogas (DEA) con el ejército, comenzaron a bombardear con pesticidas a las plantas de los cocales y contaminaron la tierra”, asegura.

Por esta razón, Orlando se propuso condicionar la zona que habita, fertilizando la tierra y propiciando un habitad adecuado para que los animales vivan en libertad con las condiciones para su rehabilitación, logrando contar ahora con árboles frutales y demás flora necesaria.

Orlando comienza en el 2014 a recuperar el bosque, y a fines del 2016 ve los primeros resultados. Ante su bajo presupuesto, esparció microorganismos eficientes en los animales, quienes se encargaron de extenderlos en todo el bosque. Así favoreció el crecimiento, floración y crecimiento de los frutos, permitiendo una reproducción exitosa en las plantas.

“Orlando no está trabajando por ningún reconocimiento para ser el rey en Lima o Tarapoto. Él está trabajando ahí, en sus últimos días, porque él quiere hacer un bien a la selva, recuperándola y devolviendo la libertad a los animales”, menciona Bruno Prevost, coordinador de Cerelias.

Zagazeta menciona que ha reinsertado más de 1500 animales desde el 2009 en el área de conservación de la Cordillera Escalera. “Por experiencia, he visto que los monos se van solos, no necesariamente en grupo. Ellos se van a buscar una familia”, dice.

“Yo trato que ellos puedan reinsertarse en la selva, no depender de mí. Algunos se sienten listos y ya no vuelven”, comenta. También él pasó por lo mismo, él salió de Lima, su ciudad de origen, hace más de 20 años y aún no regresa.

‘Si pudiera reencarnarme, sería un mono’

Orlando vive con Pituka, una mona araña que tiene ocho años y alimentarla cuesta un promedio de dos mil soles al año. “La Pituka es la más cara, pero bota mayor cantidad de semillas (abono) por tener una barriga más grande”, refiere Orlando. Pituka fue decomisada en Bellavista y llegó sin un brazo.

“Es dependiente, es un animalito que necesita sentirse protegido. Se va al monte, pero siempre regresa”, agrega.

—Si pudiera encarnarse en un animal. ¿Cuál sería?

—Sería un mono, a Pituka la veo tan feliz en el árbol, sería ella —contesta.

Orlando intenta no recibir animales que no sean de la zona, porque dificulta su reinserción al no encontrar especies de su mismo grupo, pero recuerda a los monos choros (Lagothrix flavicauda), quienes cuidó por unos años, porque San Martín no es su hábitat. “Los monos choros bebés son muy delicados, en un gran porcentaje se mueren porque no los saben cuidar”, indica.

Los animales de la Cordillera Escalera no tienen parásitos, en enero del 2021, los estudiantes de veterinaria de la Universidad Nacional de San Martín, Rodrigo y Ulises, recogieron muestras de heces y no encontraron la existencia de infecciones.

Igualmente, el médico veterinario Fabricio Gavazzo informó que encontró a los animales sanos durante sus visitas al centro de rescate. “Los animales se desparasitan solos, con plantas que encuentran”, refirió.

“Es mi pasión, pero no una forma de vivir”

Orlando no come pescado y carne, porque no hay refrigeradora en lo alto del monte, y tampoco quiere cazar los peces del río. Él prefiere conformarse con carne de soya mezclada con atún, además de la fariña, un alimento típico de la selva que consiste en yuca seca y molida, infaltable en el almuerzo o cena. Esto lo hace sentir como si estuviera lleno.

Antes de comer, con voz baja y ojos cerrados, Orlando dice una oración: “Damos gracias por los alimentos, bendiga a nuestra familia, a nuestros amigos y en especial a los animales que cuidamos y protegemos”.

El activista recuerda los banquetes que comía en la casa de su abuelo en Jesús María. “Mi plato favorito era el menestrón”, dice. Ahora solo queda en sus recuerdos el sabor y olor de ese plato, pero su amor por los animales es más poderoso y lo mantiene motivado.

Su mayor problema es con las personas que no entienden su trabajo y sus buenas intenciones. “Mi idea nunca fue tener plata, sino hacer algo y dejar algo”, reflexiona.

—¿Los animales son su pasión?

—Es mi pasión, pero no una forma de vivir porque mira como vivo —contesta entre risas.

—¿Hace 20 años se hubiera imaginado haciendo esto?

—Me hubiese gustado hacerlo más joven, hubiera tenido mayores oportunidades para los animales —expresa.

Aislado de la civilización

Zagazeta es padre, abuelo, hijo y amigo. Todos los días llama a sus hijos y amigos para conversar, contarles algún nacimiento, travesura o mordida nueva.

Es el único que tiene celular con señal en la Cordillera Escalera, su único contacto con la civilización. Este le permite interactuar y no alejarse por completo de la sociedad.

Su última hija, Olga Zagazeta, de 21 años, vive en Chosica, pero siempre está al tanto de su padre a pesar de la distancia. “Mi papá me llama todos los días, pero cuando no lo hace en su horario habitual, me preocupa que le haya pasado algún accidente”, dice.

Y los accidentes suceden, pero los ha sabido superar. Una evidencia de ello son sus piernas llenas de diversas cicatrices. “Los monos atacarán siempre a la pierna, para que no puedas caminar”, comenta. Las cicatrices de Orlando son incontables y profundas, cada marca es una historia que contar y un recuerdo para no olvidar. “Tengo más cicatrices que pelos en la cabeza”, dice Orlando.

Nunca sabrá si mañana será atacado por uno de los animales que cuida y da de comer, prefiere no arriesgarse y solo salir en el horario que es más seguro para él. “Desgraciadamente, es parte de ellos. Tengo muy buenos recuerdos con algunos animales, he aprendido de ellos”, menciona.

A pesar de eso, le gusta andar en pantalones cortos y sandalias, porque así se siente más cómodo y vivir con miedo no es una opción para él.

“No hay un curso en la universidad que te enseñe el manejo de fauna con animales silvestres”

Orlando es especialista en el manejo de animales silvestres, aprendió con el trabajo, el tiempo y las mordidas. “No hay un curso en la universidad que te enseñe el manejo de fauna con animales silvestres”, dice. El objetivo de Orlando es enseñar, transmitir su innovador método de rehabilitación de animales silvestres víctimas del tráfico ilegal. Su método es: personas encerradas, animales libres.

“Acá no ingresan turistas. Yo no vivo del turismo, no es mi rubro”, menciona. Él no recibe a cualquier voluntario que se le apetece visitar Cerelias. De hecho, para lograr esta entrevista se tuvo que contactar a Bruno Prevost, quien coordinó directamente con Orlando y le explicó el objetivo de transmitir su labor a todos los peruanos.

Zagazeta prefiere que sean veterinarios, biólogos o investigadores, porque no le gusta que los “turistas” lleguen y comiencen a tomar fotos a los monos como si fueran exhibición. “Cuando llegaban voluntarios como turistas los bajaba de manera inmediata. Si vienes es para aprender”.

A pesar de haber tenido voluntarios poco comprometidos, extraña tener compañía. La pandemia lo limitó en todos los proyectos que tenía para enriquecer el centro de fauna silvestre. “Deseo que sea sostenible por sí solo y que se incentive un turismo responsable. La cordillera puede ser el Machu Picchu de San Martín por su biodiversidad”, refiere.

—¿Sientes que estás cumpliendo tu misión en la vida?

—Pucha, he tenido muchas. De repente fue cuando salve a mucha gente. Mi política no es destruir, sino construir —expresa.

El guardabosque no solo salvó animales. Él menciona que salvó a un grupo de personas durante la guerra interna en el Perú, quien se interpuso en medio de disparos entre los terrorista y militares, para salvar a niños y jóvenes que se encontraban escondidos en una iglesia. A raíz de eso, tiene una marca de impacto de bala en una de sus piernas.

Zagazeta considera que los animales son más productivos que los humanos, esparcen las semillas de las frutas que comen, mejorando el ecosistema. “Cómo no los voy a cuidar, estimar y atender, si gracias a ellos estamos recuperando un bosque, pero es una pena que no se los reconozca”, comenta.

Orlando prefiere más a los animales que a las personas porque son más nobles. “Los animales son fáciles de entender y de tratar. Los humanos son complicados, son impredecibles. Mientras más conozco a la gente, más quiero a los monos”, asegura.

Actualmente, Orlando sigue compartiendo su método de rehabilitación de animales silvestres con diversos estudiantes que suben al monte para aprender de él. De esta manera busca asegurar su legado de ayuda al medio ambiente.

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Jorge Yamamoto