Por: Martín Sánchez Jorges

Cada mañana, entre julio y octubre, decenas de turistas llegan hasta el puerto de Órganos, en la provincia de Talara (), para ver a las ballenas jorobadas dar saltos y adiestrar a sus ballenatos recién nacidos.

Días atrás, a tres millas de las costas de Vichayito, en un yate que ponía a prueba sus dos motores fuera de borda, tratábamos de alcanzar a los cetáceos que daban coletazos mar adentro hasta que un gigante de unos 15 metros emergió frente a nosotros, y luego cayó con sus 40 toneladas de peso en el océano. Todos mojados pero felices.

Un grupo de machos apareció después emitiendo sonidos que podíamos escuchar a través de un hidrófono. “Es la forma de atraerse para luego pelear por las hembras”, nos dice Diego Cortez, biólogo marino de Pacífico Adventures, entidad que desde 2006 dirige un proyecto de investigación de ballenas jorobadas en el norte.

Tras dos horas en el mar con estos colosos, visitamos el Museo Marino de Órganos para conocer el proceso migratorio de estos cetáceos y desayunar pan con atún ahumado. El día terminó en Máncora, volando en canopy y probando el paddle board.

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