Ma. Nos diste el fútbol. Me diste un amor por el mejor deporte del mundo, sí, pero me diste tantas cosas más. ¡Un millón de cosas! Me diste un corazón fuerte. Un amor secreto por las comedias románticas. La costumbre de decir merde antes de algo importante, para atraer la buena suerte. Me heredaste una constante búsqueda de ser como tú; disciplinada, apasionada, inteligente. Me diste perspectiva. Sabiduría. Me diste opiniones fuertes y valores inquebrantables. Un arduo interés por la política. Me hiciste un bon-vivant; alguien que disfruta de la buena comida, los viajes, las distintas culturas del mundo. Me diste una predilección por la historia, los museos, el arte. Me diste los mejores cumpleaños; fuiste más allá de lo que yo soñaba, rentabas el autobús de la selección peruana de fútbol (no sé ni cómo) para llevar a mis amigos hasta Villa, solo para hacernos disfrutar. Me diste consejos de vida, de moda, de nutrición, de deporte. Me diste idas al estadio, memorias imborrables. Me diste una relación linda con mi abuelo. Me abriste caminos infinitos. Prendiste senderos y antorchas para que siempre pueda ver hacia adelante, hasta en momentos de oscuridad. Me dijiste, “puedes lograrlo todo, mi gordo”. Me diste a una madre irrepetible, terca en su amor. Una madre, como dirías, de puro huevo, pura garra. Eres la mamá con la que quiero gritar cada gol hasta el fin de mis días.