Mi mamá y el fútbol. Foto: iStock - Referencial
Mi mamá y el fútbol. Foto: iStock - Referencial

Por: Marcelo Graña

No hay día que en mi casa no se escuchen las voces. Esos de ESPN, Movistar Deportes, DirecTV Sports. La verdad es que yo no los diferencio, pero siempre están ahí. Las voces hablan de ; resultados de partidos, los mejores goles de la semana, las predicciones para el resto de la temporada. Hablan de la Champions, la Premier, la Liga Española. Del Manchester, de la “U”, del River Plate. Narran partidos emocionantes. Tienen, más que nada, acento argentino y peruano, pero a veces se escucha un “órale, wey” o, de vez en cuando, un “that goal was bloody brilliant!” Reconozco la voz de algunos en el tiempo, Pablo Giralt, Miguel Simón, el imbatible Daniel Peredo. Desde mi cuarto, siempre podía oír las diferentes voces entrelazadas con las opiniones de : “Sí, exacto, eso mismo digo yo. Si no le ganas al City, ya fuiste. ¡Así es la Premier!”

Desde que tengo uso de razón, mi mamá ha tenido una pasión religiosa por el fútbol. Su amor por este lindo deporte va más allá de una simple apreciación. La he visto llorar pocas veces en mi vida, fuera de las comedias románticas que tanto le gustan. El fútbol, sin embargo, la hace llorar. Es una pasión atada directamente a su corazón. Por sus arterias pasan los goles de Cruyff, los centros de Beckham, las atajadas de Casillas. Sus ojos son color crema como el Real Madrid y la “U”. Ver un partido con ella es verlo con pasión, con dolor, con sufrimiento. Y ver un partido sin ella duele aún más. Cuando yo vivía en Nueva York, la llamaba durante los partidos importantes para comentar cada jugada. El fútbol hacía que la extrañara demasiado. Hasta hoy, si ella está viendo el partido en otro lugar de Lima, la llamo igual. “Ma, ¿viste los goles?” Me doy cuenta rápidamente que es una pregunta retórica. Ya conozco la respuesta. Es más probable que Shakira regrese con Piqué, a que mi mamá no haya visto el gol.

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En mi casa, el fútbol es mucho más que un deporte. Es lo que nos une. Es sentarnos juntos a compartir nuestra pasión. Es un momento mágico en familia, un destello de felicidad en el que todo se vale: gritos, abrazos, besos, llantos, peleas con fervor. En nuestra casa, el fútbol es mi mamá. Y mi mamá es el fútbol. Ella es la que nos une.

Ma. Nos diste el fútbol. Me diste un amor por el mejor deporte del mundo, sí, pero me diste tantas cosas más. ¡Un millón de cosas! Me diste un corazón fuerte. Un amor secreto por las comedias románticas. La costumbre de decir merde antes de algo importante, para atraer la buena suerte. Me heredaste una constante búsqueda de ser como tú; disciplinada, apasionada, inteligente. Me diste perspectiva. Sabiduría. Me diste opiniones fuertes y valores inquebrantables. Un arduo interés por la política. Me hiciste un bon-vivant; alguien que disfruta de la buena comida, los viajes, las distintas culturas del mundo. Me diste una predilección por la historia, los museos, el arte. Me diste los mejores cumpleaños; fuiste más allá de lo que yo soñaba, rentabas el autobús de la selección peruana de fútbol (no sé ni cómo) para llevar a mis amigos hasta Villa, solo para hacernos disfrutar. Me diste consejos de vida, de moda, de nutrición, de deporte. Me diste idas al estadio, memorias imborrables. Me diste una relación linda con mi abuelo. Me abriste caminos infinitos. Prendiste senderos y antorchas para que siempre pueda ver hacia adelante, hasta en momentos de oscuridad. Me dijiste, “puedes lograrlo todo, mi gordo”. Me diste a una madre irrepetible, terca en su amor. Una madre, como dirías, de puro huevo, pura garra. Eres la mamá con la que quiero gritar cada gol hasta el fin de mis días.

Qué bien, caramba, que el día de la madre siempre es en domingo; un día de familia, sí, pero también un día de fútbol, un día de Premier. Hoy, querida mamá, te digo Feliz Día de la Madre, pero también te hago una pregunta importante…

¿Vemos juntos el partido de hoy, no?

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