Doralisa era ama de casa y Edgardo hacía taxi con su carrito y, de vez en cuando, también era albañil. Con esa humildad lograron que sus demás hijos pudieran salir al exterior y hacerse de un mejor futuro. Pero todavía debían encargarse del menor y más vulnerable, de Franco. Ambos iban a las 11 p.m. en el carro del taxi a recogerlo hasta su trabajo, un local de pizzas en Surco. Juntos se regresaban a Villa El Salvador, donde vivían. Hoy, la vida para Franco parece haberse puesto cuesta arriba. Aunque una de sus hermanas volvió del exterior para ayudarlos temporalmente, el futuro que le espera es que deberá hacerse cargo de los pagos de los servicios de la casa.