Si Julio Garay hiciera un ejercicio de memoria, retrocedería diez años para verse adolescente cosechando cacao en la inmensidad de la selva del VRAEM. En Kimpitirique el sol abraza el verde con una intensidad feroz. El cielo celeste parece pintado con acuarelas y en el suelo las hojas pálidas crujen al ser pisadas. En medio de todo está Julio junto a su hermano Juan caminando de árbol en árbol con su machete en mano para sacar los frutos que el jueves llevarán a la feria del distrito Sivia. Ninguno de los dos recuerda en qué momento se hicieron expertos cultivadores pero sí que su padre fue quien les enseñó. En Kimpiritique el cacao es moneda de cambio y de ello depende el comercio de la familia.

En este recuerdo, Julio tiene 15 años y son sus últimos días en el pueblo. Su hermano irá a la universidad en Ayacucho y él lo tendrá que acompañar. En la familia Garay Barrios estudiar es una obligación. Julio no ha renegado por este cambio, pero en silencio sí lamenta no terminar la escuela junto a sus amigos.

Una década después, Julio comprendería que ir a la ciudad sería la decisión más determinante de su vida.

HORNEANDO SUEÑOS

Por estos días, Julio ha dado decenas de entrevistas. Lo conocen como el creador de la galleta que acaba con la anemia. El chico que tenía miedo de salir de su pueblo en Kimpitirique puede acabar con un mal que afecta a cuatro de cada diez niños menores de tres años en el Perú. La ironía aparece: en el país donde se realiza la feria gastronómica más importante de Latinoamérica, la anemia es un problema grave. Por lo pronto, el gobierno ha iniciado un plan especial para llegar al Bicentenario con esas cifras disminuidas.

Pero desde hace cinco años, en una panadería al interior de la Universidad San Cristobal de Huamanga, se venía horneando una dulce solución. Julio, quien cursaba por aquel entonces el tercer año de Ingeniería Agroidustrial gracias a una beca de Pronabec probaba –aún sin suerte- la fórmula exacta para que sus galletas de sangrecita sean comibles.

A este joven ayacuchano se le había ocurrido la idea de usar sangre bovina cuando visitó junto a su clase el camal de Quicapata. Al ver cómo este líquido terminaba botándose, recordó que cuando tenía 6 años su madre le dio de tomar sangre de gallina.

–Con esto te curarás de la anemia– le decía entonces doña Graciela Barrios.

Esta acción tenía un trasfondo científico. Comer esta sangre puede cuadriplicar los niveles de hierro –el mineral que posibilita la formación de hemoglobina en el organismo– que ofrecen las lentejas o espinacas. A más hemoglobina, menos anemia.

Julio se curó y años después, al salir del camal, se haría una pregunta: ¿es posible una galleta hecha de sangre animal?

La interrogante se convirtió en su proyecto de tesis universitaria y lo hizo internarse en la panadería de la universidad. El camino sería duro. Más de 300 modelos fállidos, idas y vueltas al camal para recoger la sangre de vaca. Pruebas, pruebas y más pruebas. Sus compañeros se convertirían en los catadores de los primeros insípidos ensayos y tiempo después su madre, que viajaba una vez al mes a la ciudad, le lanzaría las más cruel (y amorosa) crítica al saborear una galleta con sangre coagulada.

– Está grave –le diría con una sonrisa apenada.

A finales de 2017, ya en el noveno ciclo universitario, Julio por fin encontraría la receta ideal. A la sangrecita, además de la chia, harína de trigo, kiwicha y otros ingredientes, le agregaría cacao de su propia chacra. Entendió que el camino era hacer una galleta dulce y no salada. Aquella noche, bajo el cielo ayacuchano, lo invadió un sentimiento extraño. No gritó eureka pero tuvo muchas ganas de hacerlo.

Primer empaque de las galletas contra la anemia. (Julio Garay)
Primer empaque de las galletas contra la anemia. (Julio Garay)

RETOS MAYORES

Desde aquel día, la vida de Julio, el ingeniero, ha dado un giro inesperado. Es miércoles por la noche en Lima y luce cansado. Hoy ha visitado cuatro municipios y dos sets de televisión. Aun así, su camisa blanca luce impecable, lo mismo que su blue jean. Los únicos que muestran señales de trajín son sus zapatos negros. Tiene una mirada apacible y nunca deja una oración sin terminar. Su cabello negro esta desordenado y su sonrisa timida deja al descubierto sus dientes grandes. Los faros de un parque sirven de escenario para que este joven amante de los libros de Vargas Llosa y los huainos de Porfirio Ayvar se siente a descansar. Mañana regresará a Ayacucho.

El joven ingeniero cuenta que tras conseguir la receta y lograr el registro sanitario, comenzó a producir más. Probó su producto en los poblados de Mollepata y Alpachaca. Los niños empezaron a consumir ocho galletas por día y al cabo de un mes, la hemoglobina de cada uno pasó de 10 a 15. La galleta funcionaba.

El año pasado la familia de Julio se haría un préstamo. La idea era costear un buen horno y los utensilios necesarios para comenzar a producir. Así fue que junto a su hermano inauguraron una pequeña fábrica en el patio de la casa de sus padres para vender cada paquete a 40 centavos. “Ese precio era accesible, yo solo quería que los niños se sanaran”, cuenta con sinceridad. 

La noticia de que en Ayacucho se fabrican galletas contra la anemia hizo eco. Julio sumó ayuda de empresarios, llamó a su galleta Nutri Herro, logró un nuevo empaque e inauguró una fábrica con 12 trabajadores. Ahora produce 10 mil bolsitas (de cuatro galletas cada una) por hora. Lo han llamado desde distintos municipios y hasta se reunió con la ministra de Salud. En Ventanilla, sus galletas son usadas en un plan piloto y lo esperan en Huancayo, Huancavelica y Chiclayo. Esta semana abrió un centro de venta en Lima y en una semana estará en su natal Vraem.

Por otro lado, en Facebook ya alcanzó los 5 mil amigos, el máximo que permite la plataforma.

Luego de escuchar nuevamente dar las gracias a sus padres por haberle permitido estudiar, le pregunto qué le diría a ese adolescente que hace 10 años tenía miedo de viajar a la ciudad y hoy es uno de los empresarios con más proyección en el país.

Fue en ese viaje donde comenzaría mi compromiso por salir adelante –responde, siempre amable–. Mi corazón me decía que lo mejor estaba por venir.

DATO
​- La fábrica de producción de las galletas NutriHerro se encuentra en el Jr. Magnolias N° 369 , distrito de San Juan Bautista, Ayacucho. Para adquirir el producto se pueden comunicar al 996554710. En Lima, el único centro de distribución autorizado se encuentra en San Juan de Miraflores (966678183). La caja de 30 unidades cuesta S/35. 

NutriHerro
NutriHerro

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