(MIDJOURNEY/PERU21)
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Por: Marcela Benavides - Presidenta del Directorio en Empresarios por la Educación


Llegamos a otro aniversario donde celebramos a nuestro querido Perú con sus retos y sus dolencias. Un país que nos ofrece tanto, pero que no sabemos potenciar para hacerlo un lugar próspero donde a través de la le demos la oportunidad a las generaciones que vienen de tener un futuro mejor aportando al desarrollo del país.

La tarea que tenemos al frente para mejorar la calidad de la educación en nuestras escuelas públicas es compleja, urgente y prioritaria. Debemos de abocarnos a que sea el primer tema en agenda pública y para toda la sociedad en general. El camino para mejorar la calidad de la educación ya lo conocemos y logramos avanzar mucho. Entre 2009 y 2018 las pruebas internacionales PISA y ERCE revelaron que el Perú logró más avances que cualquier otro país de América Latina. A 2019 un joven de 15 años dominaba en promedio un año completo más de contenido en matemática, ciencia y lenguaje que su contraparte en 2009. Resultado que muy pocos países han logrado en menos de una década. Además, las investigaciones (*) muestran que la educación rural se vio favorecida entre 2015 y 2018. Los niños de las zonas más remotas y pobres del país lograron más avances en el aprendizaje que nunca antes en la historia. Sin duda nuestros niveles medios de aprendizaje son muy bajos, pero logramos avanzar de manera notoria en dichos años.

“La tarea que tenemos al frente para mejorar la calidad de la educación en nuestras escuelas públicas es compleja, urgente y prioritaria. Debemos de abocarnos a que sea el primer tema en la agenda”.

La fórmula del éxito estuvo centrada en la implementación de la meritocracia para la carrera docente magisterial. Este sistema evalúa la selección de los docentes nuevos y rige también para los ascensos y mayor remuneración de los docentes y directores de escuelas que ya se encuentran en el sistema. Si bien la implementación del sistema ha tenido sus marchas y contramarchas (y no ha logrado cubrir al 100% del magisterio) ha demostrado ya los beneficios y debemos de exigir que este siga siendo el norte de la política de educación. Un segundo factor en el que también se avanzó es con el inicio de la reforma integral de los Institutos Pedagógicos para que eleven la exigencia en el ingreso y den una formación de mayor calidad a los profesionales que egresan. Esta tarea es urgente retomarla y acelerarla.

Tener un buen maestro al que se le capacita para que no solo imparta conocimientos, sino que motive el aprendizaje del alumno, es el factor gravitante para lograr educación de calidad en nuestras escuelas. La provisión de tecnología, materiales educativos e infraestructura apoyan y elevan la productividad, pero solo de aquel profesor que esté calificado para aprovecharlos.

Un tercer instrumento que se utilizó es hacer pruebas estandarizadas regulares para monitorear el nivel de aprendizaje de los estudiantes y no solo el acceso a la escolaridad. Estas pruebas nos permiten ir evaluando los avances o retrocesos e identificar los puntos críticos donde debemos enfocarnos. Necesitamos continuar haciendo las mediciones regulares, así los resultados sean desalentadores cuando nos comparamos con los países de la OCDE; es mejor usar este instrumento de medición que simplemente retirarnos de la evaluación que fue lo que optaron por hacer países vecinos de la región.

Lo que se logró desde 2008 a 2019 en los aprendizajes en el Perú demuestra que sí es posible mejorar la calidad de la educación pública en el Perú. La receta la tenemos, necesitamos voluntad y decisión política. La tarea no es simple, es titánica, lo sabemos, pero el Perú siempre se remonta ante las situaciones críticas. Desde Empresarios por la Educación estamos seguros de que, articulando iniciativas del sector privado y acompañando y exigiendo que el sector público asuma su responsabilidad, lo podemos lograr. Es urgente y prioritario comprometernos todos a lograr una educación de calidad en nuestras escuelas públicas; se lo debemos a 6 millones de niñas, niños y jóvenes.

* Investigación del Programa RISE. Barbara Bruns Center for Global Development; Ben Ross Schneider Department of Political Science, MIT; Jaime Saavedra, World Bank


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