Paciente con coronavirus pasó un calvario en su cuarentena y agradece todos los días a Dios por la vida. Ahora se encuentra en el centro espiritual Kanatari. (Facebook)
Paciente con coronavirus pasó un calvario en su cuarentena y agradece todos los días a Dios por la vida. Ahora se encuentra en el centro espiritual Kanatari. (Facebook)

Ya van 18 días desde que le diagnosticaron . Las horas se le hacen interminables por estar lejos de su familia. A quien más extraña es a su menor hijo de 9 años. Desde Iquitos, Christian Noriega Olórtegui, de 41 años, personal administrativo del SAMU, se encuentra en el centro de retiro Kanatari del distrito de Punchana y le da gracias a Dios por un nuevo amanecer.

Jamás se imaginó que iba a ser infectado por el COVID-19. Siempre tuvo bastante cuidado: guantes, mascarillas, gel antibacterial y cada momento con el aseo, pero este virus no discrimina condición social, sexo, edad o raza. Una carraspera y malestar de cuerpo lo alertaron, pero no le hizo caso en un inicio, como a muchos le suele suceder. “Esto ya pasará”, decía.

Sin embargo, cuando se enteró que un doctor, con quien trabajaba, dio positivo al COVID-19, su rostro cambió y la preocupación lo invadió. “Fuimos contagiados doce personas del SAMU”, recuerda, para luego detallar que el personal del Sistema de Atención Móvil de Urgencia es quien traslada a los pacientes con posible diagnóstico de coronavirus.

El calvario de Christian, quien autorizó a Perú21 que contaran su historia, llegaría en los próximos días.

DÍA 1 Y 2

“Tenía un apetito voraz”, reconoce Christian, quien asegura que siempre ‘fue de buen diente para la comida’.

Completamente aislado en el segundo piso de su casa inició con el tratamiento de cloroquina y azitromicina. “Pensé que eso sería todo y me iba a recuperar. La comida me dejaban en la escalera para evitar contagios a mis familiares”, relata.

Aunque solo habían pasado dos días, le partía el alma escuchar a su hijo cantar y jugar. “Me ponía a llorar de impotencia y tristeza de tenerlo tan cerca y tan lejos a la vez. No es fácil. Yo no le deseo a nadie esto”.

DÍA 3 Y 4

Sintió cambios. Se le quitó completamente el apetito, empezó a tener fiebre y tos seca: “No me explicaba qué me sucedía si estaba con medicamentos. Solo quería estar echado y no saber nada de nadie".

DÍA 5

Lo considera el peor de todos. Ese día no quería seguir más luchando contra este virus. Tuvo fiebre alta y no podía dormir. En ese momento le vinieron los pensamientos negativos de qué les pasará a su familia, si realmente estaban contagiados o no, entre muchas cosas que le daban vuelta a la cabeza.

No sentía mi cuerpo, parecía como drogado. Por la fiebre tuve que cambiarme de ropa como ocho veces. Además, sentía que los pulmones me iban a estallar cuando tosía parado, por eso no lo hagan así, sino es mejor echarse o sentarse”, cuenta con la voz entrecortada.

DÍA 6

Pasada esta tormenta de fiebre, llegó relativamente la calma y aprovechó en lavar su ropa. “Recuerda que eres tú solo, uno mismo tiene que atenderse. Me sentía aliviado, pero conforme pasaban las horas vino el decaimiento nuevamente. Este virus es traicionero”.

DIA 7 y 8

Una semana sin tener contacto con nadie y los pensamientos cada vez le jugaban una mala pasada. “Tenía ganas de largarme, salir a caminar en la noche. La pena y frustración me embargaba en ese momento por no poder estar con las personas que más amo. Es muy importante saber manejar las emociones”.

Se cuestionaba desde cuándo realmente tenía el coronavirus en su organismo, porque él hacía una vida normal y quizás pudo haber contagiado.

“Ya no sabía qué hacer. Tenía que ocupar mi mente en algo, así que leía artículos que no tengan nada que ver con la enfermedad, libros virtuales son de gran ayuda o buscar lo que más te apasione. Recuerda, la mente es débil y te lleva a hacer cosas estúpidas. Debes concentrarte en tu recuperación”.

DÍA 9

Le hicieron un monitoreo en su salud y presentó una anomalía en el pulmón izquierdo. La doctora de inmediato ordenó que lo hospitalicen: “Me cayó como un balazo, ya que yo parecía fuerte. El llanto me ganaba porque sé lo que significa estar internado en estos casos: o vuelves o ya no te ven más. Traté de tranquilizar a mi madre y a mi hijo por teléfono haciéndoles entender que allá estaría mejor atendido, pero igual madre es madre”.

HOSPITALIZADO

Fue bastante penoso estar en el nosocomio. “Vi a un señor abandonado a su suerte por sus familiares. Estaba con oxígeno y tenía un cuadro no alentador. Otra señora tenía una historia trágica porque acaba de perder a su hija de mi edad por COVID-19”, sostiene Christian, y desea de todo corazón que nadie pase por esta situación.

Ya un poco mejor, el día 15 fue llevado al centro de retiro Kanatari, el cual tiene la capacidad para albergar a 100 pacientes con coronavirus. Sus compañeros del SAMU ya están recuperados.

La noche del domingo 12 de abril, una vez más, no conciliaba el sueño, la ansiedad se apoderaba de él y me decía a través de la red social: “Ya no sé qué hacer, estar encerrado hace que me ponga a pensar muchas cosas, me preocupa mi familia, mi hijo, no sabes cuánto anhelo un abrazo de él”.

Sabe que su recuperación es lenta y tiene mucha fe. Cada día lucha con este enemigo invisible y por eso pide una cadena de oración no solo para él, sino para las personas que están contagiadas y por las familias de las víctimas con COVID-19: “Abran su corazones y pídanle a Dios que este virus no acabe con más gente”.

DATOS

  • Para el personal administrativo del SAMU, los mercados siguen siendo los focos infecciosos para la población.
  • Loreto es una de las regiones con mayor infectados por coronavirus, hasta el 13 de abril hay más de 320 casos y 9 muertos.

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