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Héroes que el Perú aplaude, se juegan la vida [VIDEO]

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Fecha Actualización
La cuarentena es obligatoria, pero hay un momento en el que, respetándola, los peruanos actuamos de manera masiva. Todos los días, a las 8 de la noche, salimos a nuestros balcones y ventanas, donde algunos han colgado banderas bicolor y cartulinas con mensajes. Y aplaudimos, encendemos linternas o damos cacerolazos de agradecimiento a todos los que están en primera fila luchando contra un virus que ataca los pulmones, exponiendo sus vidas.
El riesgo es latente y para ser un héroe en estas circunstancias no se necesita una capa, sino una gran vocación. Un compromiso real, una verdadera voluntad de servicio. En la primera fila están los médicos, las enfermeras, los técnicos encargados de luchar por contener día a día, hora tras hora, el avance de esta pandemia.
Están también los que toman las muestras en los domicilios y monitorean controles en puntos infecciosos, como el aeropuerto Jorge Chávez y ahora el Grupo Aéreo N°8, donde llegan los vuelos de emergencia en la actualidad. Todos ellos están en contacto directo con personas sospechosas de haberse infectado con el virus.
La Policía Nacional y las Fuerzas Armadas juegan también un rol clave en este esfuerzo. A diario, a lo largo y ancho de nuestro país, agentes y efectivos se encargan de mantener el orden en las calles, de intervenir a quienes incumplen el toque de queda, la cuarentena y el estado de emergencia. Hasta el momento, han tenido que detener a más de 18 mil personas, desaprensivas.
Su permanente contacto con la ciudadanía los expone a diario. En la misma condición se encuentran los agentes de la UDEX, que se encargan de la desinfección de los buses y apoyan al Ministerio de Salud para trasladar pacientes tomados por el temible virus.
Servicio de madrugada
En estos tiempos de coronavirus, la limpieza es una herramienta fundamental, pero también es una tarea de alto riesgo, un trabajo que héroes silenciosos realizan al amanecer. Armados de mascarillas y guantes, los trabajadores de la limpieza pública barren y baldean las calles, conscientes de su sacrificada contribución en la batalla contra la pandemia.
Todos estos peruanos se juegan la vida a diario con coraje y determinación. Todos cumplen una misión de servicio, son solidarios y fuertes; solo se quiebran cuando piensan en quienes los esperan en casa (sus padres, su pareja, sus hijos). Solo se afectan cuando imaginan la posibilidad de que la enfermedad que ataca los pulmones los aleje para siempre de sus familias, cuando enfrentan la idea de que podrían morir.
“TIENEN MIEDO DE QUE ME CONTAGIE", ENRIQUE DURANDA, DE 66 AÑOS. JEFE DEL DEPARTAMENTO DE CUIDADOS CRÍTICOS DEL HOSPITAL ALMENARA
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Cada mañana, antes de salir de su casa rumbo al hospital, se despide de su esposa y de sus tres hijos, quienes, pese a entender su profesión, siempre le piden que mejor se quede con ellos. “Tienen miedo de que me contagie. Mi esposa me dice que no venga, pero soy el jefe de esta área y tengo que estar al pie. Finalmente me comprende y me pide que me cuide”, señala el doctor Enrique Durand, jefe del Departamento de Cuidados Críticos del hospital Guillermo Almenara de EsSalud, que atiende pacientes con coronavirus.
En el sistema de salud, lo más importante es el paciente, dice. Pero ante esta pandemia, añade, ahora son dos los elementos: el paciente y el trabajador de salud. “No podemos caer. Si cae un médico o una enfermera, no podemos ayudar a más pacientes”, reflexiona.
El doctor Durand tiene 66 años y su grupo sanguíneo es tipo A, lo que lo ubica en la población de riesgo. ¿Temor? Lo hay, dice: contagiar a mi familia o dejarla. “Como ser humano, un poco egoísta, tengo miedo por mi familia, pienso qué pasará con ella... Tengo que proteger a la gente”, precisa.
“Es emocionante que aplaudan, pero no me lleno de orgullo porque no he hecho gran cosa. Espero gozar el aplauso cuando pasemos esta pandemia”, agrega.
“ME PREOCUPA MI MADRE, YO CUIDO DE ELLA”, KATY RETAMOZO, 51 AÑOS. PRESIDENTA DE LA ASOCIACIÓN PERUANA DE ENFERMERAS
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“No me preocupa contagiarme, me preocupa que esto se disemine en la población y que en algún momento tengamos que decidir quién vive y quién no por falta de un ventilador mecánico”, dice Katy Retamozo, de 51 años, enfermera de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Almenara de EsSalud. Ella es una de esas mujeres que transmiten tranquilidad y seguridad al escucharla. Y es también una de las heroínas que lucha contra el avance del coronavirus exponiendo su propia salud. En otros tiempos le tocó enfrentar el cólera y la AH1N1.
Es fuerte, pero al preguntarle sobre el temor de dejar a su familia, le asalta una duda. “Me preocupa dejar a mi madre, yo me encargo de ella. Tiene 70 años, vivía conmigo, pero al desatarse la pandemia, la tuve que enviar a la casa de mi tío. Ella es diabética y estaría en riesgo si contrae el coronavirus”, responde.
Retamozo sabe que estar casi todo el día en el hospital la convierte en un blanco del COVID-19, como ha pasado con otros colegas, pero no dejará de asistir al hospital. “Las enfermeras hemos sido formadas para esto pese a que hay temor”, dice.
Ella cuenta que sus tres hijos se preocupan porque está en contacto con pacientes con el mal. “Yo les digo que estén tranquilos, solo vivo con uno de ellos y, al llegar a casa, dejo los zapatos en la entrada y me doy un baño, porque hay que cuidar a todos”, finaliza antes de dejarnos para atender a un paciente.
“TEMO QUE UN DÍA NO PUEDA VOLVER A VER A MIS HIJAS", JANET GÓMEZ, 36 AÑOS. TRABAJADORA DE LIMPIEZA PÚBLICA
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Janet Gómez va de cerro en cerro. En uno vive y en el otro trabaja. Todos los días se levanta antes de las 5 de la mañana y se despide de sus cuatro hijas, de 6, 10, 14 y 16 años, y las deja en su casa, ubicada en las faldas del cerro El Bosque, en San Juan de Lurigancho.
Ellas no quieren que se vaya, se preocupan porque su labor, aunque es importante y noble, también es riesgosa y la expone a contraer coronavirus.
La joven madre, de 36 años, es personal de limpieza de la Municipalidad de La Victoria y su labor es barrer, desde la falda hasta la cima, el cerro San Cosme, conocido por albergar la mayoría de casos de tuberculosis de Lima.
La mañana de ayer barría una losa deportiva, mientras las vecinas se quejaban de la falta de agua y agentes de la comisaría del sector estaban atemorizados por un caso confirmado de COVID-19.
Vive expuesta y ella lo sabe: “Nosotros paramos en la calle, en medio de la basura. Es más probable que me contagie. Por más guantes o mascarillas que use... Siempre hay un riesgo”.
Janet cuenta que se siente bien cuando piensa que contribuye en la lucha contra la pandemia, ocupándose de la limpieza pública, pero dice que igual se angustia. Ella es padre y madre.
“Si me pasara algo, mis hijas dónde quedarían. Tengo familiares, pero no será lo mismo, la ayuda será un momento. Pero, ¿después?, ¿qué pasará con mis hijas? Ellas están en etapa de estudios, la mayor en un instituto y las otras en el colegio, demandan gasto... Tengo miedo de que un día no pueda volver”.
“MI MAYOR TEMOR ES DEJAR A MI FAMILIA", MARCELO FELIPE, 54 AÑOS. AGENTE ESPECIAL DE NRBQ, DE UDEX.
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A Marcelo Felipe Paredes lo conocimos en plena acción. Estaba en Miraflores para ayudar a trasladar a una ciudadana canadiense que aseguraba tener coronavirus. “Si estamos preparados para intervenir ante un ataque, esto es cosa sencilla”, dijo mientras se terminaba de poner su traje impermeable. Este agente pertenece al equipo especial NRBQ (Nuclear, Radiactivo, Biológico y Químico) de la UDEX. Tiene 54 años, la adrenalina corre por sus venas.
El peligro es parte de su vida. Participó en el rescate de rehenes en la residencia del embajador de Japón en 1997, recuperó el material radiactivo robado en los Juegos Panamericanos y ahora apoya al Ministerio de Salud en la lucha contra un enemigo invisible, pero mortal: el COVID-19.
“Hay un riesgo de contagiarme y de contagiar a mi familia. Por eso estamos alejados estos días. Solo voy una vez por semana para recoger ropa, pero las redes sociales nos ayudan a mantenernos comunicados. Siempre me dicen que me cuide”, cuenta.
Tiene esposa y tres hijas de 17, 18 y 20 años en etapa universitaria. Y admite que su punto vulnerable son ellas. “Son lo que más me preocupa. Mi mayor miedo ante la muerte es dejar a mi familia, no verlas, no ayudar en su formación, que queden desprotegidas. Sueño con verlas logradas, disfrutar más de ellas, ver a mis nietos”.
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