EL REPASE, OBRA DE RAMÓN MUÑIZ. EN MUSEO DEL EJÉRCITO FORTALEZA REAL FELIPE.
EL REPASE, OBRA DE RAMÓN MUÑIZ. EN MUSEO DEL EJÉRCITO FORTALEZA REAL FELIPE.

Cuando hablamos de una crisis grave en el Perú y se busca un mo­mento de la historia con el cual compararla, este suele ser la Guerra del Pacífico. En los más de cuatro años que duró este conflicto, desde abril de 1879 a octubre de 1883, nuestro país agotó muchos recursos en la defensa de la nación y el te­rritorio, mientras que nuestro aparato productivo e infraes­tructura también sufrieron el embate del agresor.

El conflicto bélico no solo causó pérdidas de vidas y te­rritorios, sino también devastó la economía, que tardaría mu­chos años en recuperarse. Vea­mos cómo estaba el Perú antes de acabar en este escenario de guerra.

El Perú es muy rico en recur­sos naturales que, gracias a su explotación, han impulsado la economía a lo largo de nuestra historia. El país pasó del oro y la plata durante el virreinato a la exportación de guano – excremento de aves marinas usado como abono– a inicios de la república, lo que generó una prosperidad económica significativa entre 1844 y 1866. Se intentó luego reemplazarlo por el salitre, apostando el Perú al comercio de este otro fertili­zante –compuesto de nitratos de sodio y potasio– como la so­lución para mantener la econo­mía a flote en lo que restaba del siglo XIX.

La explotación del guano ge­neró un boom económico im­portante en el Perú, que así vi­vió un periodo de prosperidad después de quedar asolado por la guerra de independencia. El guano llevó especialmente a Lima a un shock inédito de con­sumo, aunque dicho impulso se experimentó también en toda la costa. Sin embargo, a partir de 1872, la situación econó­mica peruana entró en picada. Nuestro país quedó sumido en una crisis fiscal por el manejo desacertado de los recursos que generó la explotación del guano, su principal fuente de ingresos.

Para 1876, la agricultura pasó a encabezar las ganancias del PBI en soles de plata, siendo la costa el territorio de mayor valor gracias a la exportación y al consumo interno, seguida de cerca por la sierra. La industria era la segunda actividad pro­ductiva, que entonces ya invo­lucraba la producción de caña de azúcar, con exportaciones en ascenso, y cada vez mayor fabricación de algunos alimen­tos y especialmente bebidas, incluyendo cervezas. Como ejemplo, para entonces ya ha­bía pasado más de una década desde que se comenzó a fabri­car la cerveza Pilsen Callao, que hasta hoy se conoce.

Algunos salarios y actividades

Cabe destacar que la mayoría de los hombres dedicados al sector agropecuario veían en la agricultura su principal labor, seguidos por los labradores, jornaleros y pastores. Los pes­cadores y ganaderos, en tanto, eran un grupo menor. El jor­nal promedio de los hombres en estas actividades, en 1876, era así. Se pagaba 146.06 soles anuales o 12.2 soles mensuales (hoy, esto sería equivalente a una remuneración mensual de S/1,062.3). En tanto, las pasto­ras, jornaleras y labradoras per­cibían al año 97.39 soles u 8.12 soles por mes (que hoy signifi­carían 708.2 soles mensuales).

Respecto a la producción agrícola costeña, la mayor par­te se destinaba a la exporta­ción. El azúcar fue el principal producto que se vendía, segui­do del algodón, vinos y licores, y, en menor medida, el arroz.

En cuanto a la minería ante­rior a la Guerra del Pacífico, los ingresos por oro, plata, cobre y estaño eran superados por el guano y el salitre. La pérdida posterior de Tarapacá, la prin­cipal región salitrera peruana hasta antes del conflicto, signi­ficó el fin de la exportación pe­ruana de este fertilizante.

El declive del guano

Los ingresos del Estado por ex­portación del guano comenza­ron a declinar desde la década de 1860, lo que se acentuó en el siguiente decenio. Si bien las toneladas vendidas al ex­tranjero fueron aumentando, el precio de este fertilizante iba más bien hacia la baja.

Entre ambas décadas, el promedio anual de los envíos subió de 450 mil toneladas en 1860 a 468 mil toneladas en­tre 1871 y 1878. Sin embargo, el guano pasó de representar el 55.5% de las exportaciones a solo el 40% por su menor co­tización.

Esto fue de la mano con el incremento de los envíos de salitre al extranjero. Así, los despachos salitreros aumen­taron en casi el doble de 1870 a 1878. En este último año, los despachos equivalieron al 68% de los envíos de guano. De ese modo, los ingresos del Estado por el salitre aumentaron de 2% (en 1874) a 29% (en 1878). Así como sucedió antes con el guano, el salitre se había con­vertido en un fertilizante atrac­tivo para la agricultura en Eu­ropa. No olvidemos que con la revolución industrial aumentó la población y, por lo tanto, la demanda de alimentos.

Problemas: estatizaron el salitre

La decisión de Manuel Pardo de crear el estanco del salitre el 18 de enero de 1873, de disponer la estatización de este mismo recurso en 1875 y la creación de la Compañía Nacional del Sali­tre en 1878, en la gestión de su sucesor Mariano Ignacio Prado, perjudicó mucho a las empre­sas privadas chilenas e inglesas que operaban en la zona, lo que fue decisivo en el desencade­namiento de la Guerra del Pací­fico, como han señalado varios historiadores.

La creación del estanco del salitre fue una medida dada en 1873, cuando la industria salitrera daba empleo a poco más de 12,000 personas. Se tra­taba de un control en la venta y precios, una limitación al co­mercio libre de este fertilizante en detrimento de las empresas salitreras y en favor del Estado como comprador. El entonces presidente Manuel Pardo bus­caba así incrementar los ingre­sos del Estado, en momentos en que el precio y la exporta­ción del guano se encontraban en declive.

El salitre fue visto como una alternativa de recaudación dado que no estaba sujeto a muchos impuestos y también se quería evitar que ambos productos peruanos compitie­ran en atender la demanda de fertilizantes del mercado eu­ropeo, pues ambos contenían amoniaco. La finalidad del es­tanco era evitar que el salitre siguiera compitiendo con el guano y terminara provocan­do una mayor caída de los pre­cios de ambos.

De esta manera, el gobierno de Pardo dispuso la creación del estanco para tener mejor control de los envíos y de los precios. Sin embargo, la idea no fue exclusivamente suya, pues el empresario guanero Augus­to Dreyfus también estuvo in­volucrado.

Esto se ve reflejado en un informe que entregó la Casa Dreyfus al Gobierno, en el que se atribuye la dis­minución de las ventas del guano a la competencia con el salitre, que entonces se vendía a un menor precio. Un año después, en 1874, el mismo Pardo admitió que la creación del estanco no ha­bía dado resultado porque no cumplió con las expectativas de recaudación, ni contó con el respaldo de la opinión pública en Tarapacá ni en buena parte del país.

Como el estanco no funcio­nó, Pardo optó por expropiar las empresas de salitre el 28 de mayo de 1875. No obstante, no advirtió que tendría un gran problema: el rechazo de los in­gleses y chilenos que querían permanecer en el negocio y mantener sus propiedades de la industria salitrera. Además del uso agrícola del salitre, se empleaba en la elaboración de pólvora, de soda cáustica y en la fabricación de vidrio.

La molestia de Inglaterra y Chile

La Misión Lavalle a Chile, que encabezó el diplomático José Antonio de Lavalle (der.). Buscaba evitar que la guerra con Bolivia alcanzara al Perú.
La Misión Lavalle a Chile, que encabezó el diplomático José Antonio de Lavalle (der.). Buscaba evitar que la guerra con Bolivia alcanzara al Perú.

Ante esa medida, surgió una fuerte animadversión en el ex­terior y, en especial, en la clase dirigente de Chile, pues esta tenía vínculos con muchos empresarios afectados, tanto ingleses como chilenos. A ello debe agregarse que para los británicos no solo se trataba de una expropiación, sino de una interrupción en el flujo de abas­tecimiento de un insumo que era usado en diversos campos, que iban desde la agricultura hasta la producción de pólvora. Y esto, además, fue de la mano con dos malas señales, una para Gran Bretaña y otra para Chile. La primera fue la suspen­sión del pago de la deuda exter­na por parte del Perú, que invo­lucraba a acreedores ingleses. Y la segunda fue la injerencia que tuvo el Perú en las relaciones entre Bolivia y Chile en materia comercial.

Este último suceso se resu­me en el hecho de que el Perú le pidió al Gobierno de Bolivia que se abstuviera de suscribir un tratado con Chile que liberaba a las empresas chilenas salitre­ras en Antofagasta (región que entonces era parte del país al­tiplánico) de pagar impuestos por la explotación y comercia­lización del salitre. Así, una vez más, los intentos del Gobierno peruano por controlar la pro­ducción de salitre y mantener el monopolio de este y del gua­no, ya venido a menos, no dio resultado. Es más, fue el prelu­dio de la Guerra del Pacífico.

La prensa inglesa de aquella época vinculó el enfrentamien­to entre los dos países sudame­ricanos directamente al control y venta del fertilizante. El diario londinense The Times publicó el 30 de mayo de 1879 que Chile peleaba “por la libertad del co­mercio”, mientras que el Perú era partidario “de la restricción y del monopolio (del salitre)”.

Manuel Pardo no habría previsto que la estatización del salitre iba a repercutir tanto en la política con nuestro vecino sureño, según señalan los his­toriadores, pues muchos de los empresarios chilenos e ingle­ses afectados tenían vínculos muy cercanos con el gobierno de ese país.

Pardo también incurrió en un exceso de confianza al pen­sar que una alianza militar pe­ruana con Bolivia y Argentina disuadiría a Chile de cualquier intención bélica contra el Perú, pues solo se concretó un pacto con Bolivia al no ratificarse en el Senado argentino la alianza militar con los otros dos países.

El riesgo era considerable porque, durante la década del 70, la economía chilena atra­vesaba uno de sus peores mo­mentos. A diferencia del Perú, que sufría una seria crisis fiscal mientras el aporte del guano se reducía, pero que tenía otros productos de exportación que comenzaban a dar frutos, como el salitre y el azúcar, Chile tenía un escenario mucho más som­brío: no contaba con reservas de salitre ni de guano, y su ac­tividad minera se encontraba afectada por los bajos precios del cobre.

Cómo se descuidó a nuestras FF.AA.

Cuando el presidente Manuel Pardo tomó la decisión de esta­tizar el salitre, al mismo tiempo reducía número y presupuesto de las Fuerzas Armadas. Esto se explicaba principalmente por la postura civilista que buscaba erradicar el militarismo de la vida política y por la crítica situa­ción de las finanzas públicas, que impedía un rearme peruano. La postura de Pardo, que quizás podría verse con buenos ojos en este siglo, debe analizarse a la luz de la época. Solo habían pasado 50 años de la declaración de la independencia, el Perú y las repú­blicas vecinas se estaban conso­lidando y la geopolítica regional del momento requería que las instituciones militares estuvie­ran debidamente organizadas y equipadas.

Sin embargo, las Fuerzas Armadas pasaron de estar con­formadas por 11,412 efectivos (entre oficiales, suboficiales y tropa) en 1860 a tener solo 6,387 integrantes activos en 1879. Es decir, el Perú había atravesado por una reducción de 44% del personal militar a puertas de ini­ciarse la Guerra del Pacífico.

Esta disminución de efectivos fue acompañada por una reduc­ción del presupuesto militar. Este fue de casi 9.5 millones de soles (US$216.9 millones actuales) entre 1873 y 1874, mientras que entre 1879 y 1880 fue solo poco más de la mitad: 4′974,961 soles (US$127 millones actuales).

En contraste, Chile, a pesar de estar en crisis, se había forta­lecido militar y navalmente en los años previos a la Guerra del Pacífico, especialmente desde el enfrentamiento que sostuvieron Perú, Chile, Ecuador y Bolivia con­tra España, entre 1865 y 1866. En efecto, en 1874 y 1875, los chi­lenos adquirieron las fragatas blindadas Cochrane y Blanco Encalada, además de moderno armamento de tierra. Los dos acorazados de su flota triplica­ban el poder de fuego del legen­dario monitor Huáscar, que fue comprado en 1864, y que fue heroicamente comandado por el almirante Miguel Grau Semina­rio, en el Combate de Angamos.

Sin embargo, las carencias peruanas también quedaron en evidencia en las batallas en el sur y en la sierra del país, donde las tropas estaban en clara des­ventaja.

El Huáscar, de 1864, se enfrentó a naves más poderosas. (Foto: GEC)
El Huáscar, de 1864, se enfrentó a naves más poderosas. (Foto: GEC)

La mala gestión que nos costó muy caro

El Perú de los años previos a la guerra se confió en los ingresos del guano, al mismo tiempo que abultaba la deuda externa, que se hacía eterna.

El guano acumulado por las aves marinas en las islas parecía inagotable, pero era un recurso con plazo definido.
El guano acumulado por las aves marinas en las islas parecía inagotable, pero era un recurso con plazo definido.

A pesar de que en el ámbito económico, el Perú comenzaba a observar una mayor estabilidad de su capacidad productiva, el escenario som­brío de las finanzas del Estado perduró hasta 1878, golpeadas por el recurrente uso de pagos adelantados (préstamos) que obtenía de los consignatarios del guano, por la abultada deu­da externa y la mala gestión de esta por los gobiernos. Todo se destinaba a pagar préstamos.

Una muestra de esto es que las deudas que habían asu­mido Chile y Perú entre 1850 y 1875 eran de 8′552,000 y 51′840,000 libras esterlinas (la moneda inglesa) de la épo­ca, respectivamente, según datos recopilados por el histo­riador Carlos Marichal. Hoy, esos montos serían equivalen­tes a US$1,327.19 millones y US$8,045.06 millones. Sin em­bargo, el Perú destinó el 45% del monto de la deuda al pago de comisiones y refinanciamien­to, mientras que Chile solo hizo uso del 12% para tal concepto. La mala gestión de las finanzas costó muy caro al país.

Impuestos insuficientes, excesiva confianza

Parte de los problemas de in­gresos del Perú también se explicaron parcialmente por la inadecuada aplicación de impuestos o la ausencia de es­tos en actividades que podían pagarlos. Un caso fueron los intentos fallidos de establecer la contribución personal, que hubiera sido pagada por los je­fes de familia y que se hubiese sumado a los impuestos por la propiedad territorial, comer­cial e industrial, que no eran su­ficientes para cubrir los gastos del país.

Un ejemplo de esto es que las contribuciones o impuestos por las ganancias que genera­ban las propiedades o la indus­tria (que podrían compararse, salvando las distancias, con el Impuesto a la Renta de hoy) permitían cubrir solo el 2% del presupuesto, según un cálculo hecho en 1862 por el ministro de Hacienda de ese entonces, Pedro Gálvez. Otra parte del presupuesto se cubría con los derechos aduaneros y otros recursos, siendo los más signi­ficativos los provenientes del guano.

Poniéndolo en perspectiva, si al Estado le costaba 10 pesos cada peruano, el aporte por persona de estos era de solo 2.5 pesos. Los 7.5 restantes prove­nían mayoritariamente del guano.

Si bien la supuesta confian­za excesiva de los gobiernos en los recursos que podía brindar el guano ya es conocida, su ago­tamiento pudo ser previsto. Ya en 1861 se había estimado que, considerando el ritmo de la actividad guanera, este fertili­zante se terminaría en 23 años, comenta el historiador Carlos Contreras. La proyección se basó en un informe hecho en 1853 por una comisión de ex­pertos de Francia que calculó, a pedido del gobierno de José Rufino Echenique, cuáles eran las reservas de guano que tenía el Perú en ese entonces. Si se analizan las cifras del valor de exportación entre 1870 y 1878, un año antes de la guerra, hay una tendencia decreciente.

El problema que llegó para la economía peruana no fue solo que se terminasen los depósitos de guano en sí, sino que, además, el reemplazo de este por el salitre como activi­dad y fuente de ingresos para el Perú no se concretó debido a la guerra. De esa manera, la estatización del salitre duran­te el gobierno de Pardo, que in­volucró a supuestos liberales, se tradujo en una querella con Chile que, más adelante, des­embocaría en la guerra que declaró al Perú el 5 de abril de 1879.

DATO

  • El agotamiento del recurso producido por las aves pudo preverse. En 1861 se proyectó un plazo de 23 años.
  • 1870: gran exportación del guano- 3′941,274 libras esterlinas (hoy sería US$635′271,278).
  • 1878: evidencia la baja en exportaciones - 1′827,620 libras esterlinas (hoy sería US$294′583,551).

LA MISIÓN QUE BUSCÓ EVITAR UN ENFRENTAMIENTO BÉLICO

Al estallar el conflicto entre Chile y Bolivia por Antofagasta, que era tierra boliviana rica en salitre, el Perú quiso evitar una beligerancia mayor y propuso una mediación con la Misión Lavalle.

Un mes duraron las negociacio­nes del embajador José Antonio de Lavalle, que propuso un arbi­traje peruano que no fue acep­tado por la condición de retiro de tropas chilenas de Antofagasta.

Al hacerse público el tratado militar Perú-Bolivia, de 1873, Lavalle dio su misión por acabada. Se sabía lo que vendría y pidió reforzar Arica. El 5 de abril de 1879, Chile nos declaró la guerra.

BILLETE DE GUERRA

Emitido en los primeros meses de la guerra con Chile, el 30 de junio de 1879, por la Junta de la Emisión Fiscal. Acabado el conflicto, saldría de circulación.

Billete de guerra.
Billete de guerra.