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Colección del Bicentenario 200 años de la Economía en el Perú: El Perú bustamantista y su economía en la posguerra
Bustamante y Rivero heredó las dificultades que dejó la Segunda Guerra Mundial, pero recurrió, además, a medidas populistas y a una emisión inorgánica que llevó a una inflación.
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ENTREGA 15
La Segunda Guerra Mundial llegó a su fin el 2 de septiembre de 1945, justamente cuando el jurista José Luis Bustamante y Rivero acababa de cumplir su primer mes en el gobierno. Su política mantuvo el alto nivel de gasto público de su antecesor, Manuel Prado Ugarteche, así como profundizó su política intervencionista en precios y divisas. ¿Qué efectos tuvieron estas medidas y cómo enfrentó nuestro país la posguerra?
Primero revisemos los antecedentes y el contexto: El Perú mostró una sorpresiva recuperación del crecimiento del PBI en 1944, año en el que la producción nacional aumentó en un robusto 8.77% respecto al año previo. Pero luego solo osciló entre el 2.8% y el 3.4% hasta 1948, gracias básicamente al positivo desempeño que mostraron actividades como la minería, la construcción y la manufactura.
Este desenvolvimiento de las actividades económicas se enmarcó en un contexto donde los países latinoamericanos, incluido el Perú, habían apoyado a los Estados Unidos y el bloque de los países aliados en la Segunda Guerra Mundial. El Perú fue el primer país en alinearse con EE.UU. tras el ataque a Pearl Harbor y Prado fue el primer mandatario latinoamericano que visitó la Casa Blanca luego de ese hecho. Se le otorgo una base aérea a ese país en Talara, congelamos los precios de las materias primas y se les entregó a ciudadanos peruanos de origen nipón.
El Perú, como país que apoyó al bloque aliado en oposición al Eje formado por la Alemania nazi, la Italia fascista y Japón, fue una de las 44 naciones (diecinueve fueron latinoamericanas) que participaron en las reuniones de Bretton Woods (del 1 al 22 de julio en 1944, en New Hampshire, EE.UU.), en las que se establecieron las bases del sistema financiero y monetario como se les conoce en la actualidad. En las reuniones se dispuso la creación de dos entidades que salvaguarden el orden comercial, financiero y de la cooperación para el desarrollo: el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Cada país acudió con una delegación. En el caso de la comisión peruana, esta fue liderada por el economista y periodista Pedro Beltrán Espantoso, dueño del diario La Prensa, quien había sido miembro del directorio y vicepresidente del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) durante el gobierno de Augusto B. Leguía, y luego lo presidiría en el periodo 1948-1950.
De esta manera, la posguerra fue recibida por el Perú en un escenario donde el nuevo orden económico ya lucía definido, pues las 19 delegaciones latinoamericanas respaldaron mayormente las propuestas estadounidenses antes que las británicas del economista John Maynard Keynes. Una de las decisiones más relevantes que se tomó fue la adopción de una moneda para el intercambio internacional que hasta hoy todos usamos en la mayor parte del mundo: el dólar de los EE.UU.
Durante la posguerra hubo una fuerte entrada de capitales extranjeros, especialmente de Estados Unidos, que buscaba nuevos países aliados para recuperar sus suministros, luego de que las relaciones con países de Asia se vieran afectadas. Esta situación se extendió desde 1945 hasta 1956, comprendiendo las administraciones de Bustamante y del general Manuel Odría (1948- 1956) que mantuvo relaciones incluso más estrechas con los Estados Unidos.
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La gestión de Bustamante
Cuando Bustamante y Rivero llegó a la presidencia, las bases institucionales para un mundo y un comercio exterior más armónico y ordenado ya estaban sentadas, los coletazos de la guerra aún podían sentirse en algunos países. Los problemas que enfrentó el Perú entre 1945 y 1948 fueron principalmente los rezagos de los esfuerzos mal canalizados del gobierno de Prado para mitigar las secuelas del conflicto en los precios de los alimentos, bienes y el empleo por medio de una política económica intervencionista. De manera similar a como obró Prado, Bustamante también incurrió en medidas que lindaron con el populismo y que estuvieron guiadas por el cálculo político, aunque sus intenciones fueron inicialmente las de establecer un régimen económico ortodoxo con su ministro de Hacienda Rómulo Ferrero Rebagliatti, aunque este intento terminó con la temprana salida de este (octubre 1945). El ortodoxo Ferrero fue sucedido por ministros muy heterodoxos. El más estatista e intervencionista del bustamantismo a cargo de ese despacho fue el aprista Manuel Vásquez Díaz. Posteriormente Ferrero regresó infructuosamente a ese ministerio en los dos meses finales de Bustamante.
Algunas medidas heterodoxas adoptadas por Bustamante fueron la disposición de que se vendieran algunos productos de primera necesidad solamente en estancos determinados según cada producto, el control de precios y divisas, el incremento de sueldos sin aumento de la productividad que lo justificase y mantener un alto nivel de gasto público que permitió expandir la planilla de la administración estatal, a pesar de que no existían los recursos para ello. Varias de las medidas guardaron relación con la influencia que el APRA tuvo inicialmente en la gestión de Bustamante, pues este llegó al poder gracias a una alianza con dicho partido liderado por Víctor Raúl Haya de la Torre, al conformar el Frente Democrático Nacional, que ganó las elecciones generales de 1945 al mariscal Eloy G. Ureta, triunfador en la reciente guerra con Ecuador y candidato derechista. Tres ministros bustamantistas fueron apristas: Manuel Vásquez Díaz en Hacienda, César Elías en Fomento y Luis Rose Ugarte en Agricultura.
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Populismo, inflación y alimentos caros
Las medidas de Bustamante fueron financiadas principalmente a través de una fugaz mayor recaudación tributaria y mediante una emisión inorgánica e inflacionaria de dinero del Banco Central de Reserva. La mayor recaudación fue posible gracias al incremento considerable de los precios internacionales de materias primas como el algodón y el azúcar, debido a que al aumentar estos últimos, también se elevó el monto que se percibía por el pago de impuestos a la exportación. Otros casos de alzas fueron los de la plata, el cobre y el oro. No obstante, tal situación no se observó a nivel de todos los envíos, pues entre 1945 y 1948 el valor exportado se redujo de US$781.6 millones (lo que serían US$11,310.4 millones en la actualidad) a US$605.15 millones (US$6,540.5 millones).
Por otra parte, la emisión inorgánica o fiduciaria que aplicó entonces el BCR consistió en la impresión de dinero de forma arbitraria, sin que el circulante tuviera algún respaldo. El resultado, como es de esperarse cuando aumenta el dinero en un mercado sin motivo, fue la devaluación de la moneda y la inflación, es decir, el encarecimiento sostenido de los precios. El desbocado gasto público se incrementó durante entre 1945-1947 y recién descendió a niveles más sostenibles en 1948.
Una de las consecuencias que sufrieron los peruanos debido a la toma de medidas irresponsables y populistas como las mencionadas fue que entre 1947 y 1948 se vivió una época de alta inflación, sobre todo en alimentos. Los ejemplos más claros se registraron entre enero y julio de 1947, cuando el precio del aceite se duplicó. Entre enero y diciembre del mismo año, el precio del arroz aumentó en 70%, la carne y la leche se encarecieron en 24%, el precio del pan prácticamente se duplicó y el de la papa se elevó en 150%. A pesar de la difícil situación, el consumo privado continuó siendo uno de los pilares de la economía del Perú, que entonces era un país mayormente rural y andino. Así, el consumo privado impulsó la demanda interna de manera ascendente a lo largo del periodo de Bustamante, y pasó de representar el 60.18% del Producto Bruto Interno (PBI) en 1945 al 71.60% en 1948.
Por otra parte, muchas de las obras públicas y políticas estuvieron orientadas a los sectores salud y educación. Un ejemplo de ello fue la construcción de colegios nacionales en Huánuco (Huamalíes), Huancavelica (Tayacaja) y Lima, la reapertura de la Biblioteca Nacional del Perú en 1947, que había estado inoperativa desde 1943, así como el incremento y equipamiento de centros de educación inicial y primaria. En el caso de la salud, se construyeron o iniciaron obras de hospitales y se amplió el Seguro Social Obrero mediante la incorporación de los canillitas al sistema y se abrieron nuevos centros de atención para los asegurados.
El censo, el agro y la crisis
Parte de las políticas públicas desplegadas durante el gobierno de Bustamante y Rivero, y también por Prado, fueron gracias al censo de 1940. Este permitió conocer que el 62% de la población se dedicaba a la agricultura, por lo cual tampoco extrañó que Bustamante desplegara políticas relacionadas con el sector agropecuario. Algunas medidas fueron el impulso a la investigación agrícola para el mejoramiento del algodón, el maíz y la papa que se cultivaba en el territorio nacional y ello también implicó la apertura de la Dirección de Experimentación Agrícola.
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Las medidas de Bustamante fueron de la mano con la recuperación de la economía y de las relaciones con los Estados Unidos, un mercado que mantenía una buena demanda de productos agrícolas peruanos. Las agroexportaciones tradicionales, como el azúcar, el algodón y el café, aumentaron y con el fin de la guerra disminuyeron las dificultades para acceder a productos manufacturados para atender las necesidades de consumo y de inversión en el país. Las agroexportaciones también se vieron favorecidas por el aumento de los precios de las materias primas a nivel mundial. Solo como referencia, los precios de las exportaciones crecieron en promedio 7% en 1945 y 15% en 1946. Además, el volumen de los despachos aumentó en 15% en 1945 y 26% en 1946, por lo que el valor de los envíos pasó de 103 millones de dólares (US$1,490.5 millones en la actualidad) en 1945 a 151 millones (US$2,017 millones de hoy) en 1946. Sin embargo, pese a que los precios de las exportaciones aumentaron en 1947 y en 1948, su volumen cayó en 26% y en 2% en cada año, y su valor permaneció prácticamente estancado.
A pesar del relativo desarrollo de las principales actividades económicas del país, como la industria, la minería y el comercio, las políticas como los controles de precios y la falta de manejo político de Bustamante para lidiar con una oposición y sector empresarial que lo rechazaba ocasionó el empeoramiento de las tensiones políticas que se vivía casi desde el inicio de su gestión. Su etapa final de gobierno llegó tras una severa crisis política relacionada con su distanciamiento de Haya de la Torre y el Partido Aprista, que ya había interpelado a los ministros de Economía y de Agricultura. Este último era Enrique Basombrío Echenique, absurdamente acosado por desconocer cuánto costaba un kilo de pallares en Ica. También hubo otros sucesos políticos muy desestabilizadores, como el asesinato del entonces director del diario La Prensa Francisco Graña Garland y la ausencia de un Senado en funciones por largos meses debido a un boicot parlamentario. Posteriormente hubo un fallido y sangriento intento de golpe cívico-militar aprista, al que siguió casi inmediatamente el golpe de Estado derechista del general y ex ministro del Interior Manuel A. Odría, y el retorno de un gobierno militar.
El retorno de la fiebre del caucho
La Segunda Guerra Mundial también tuvo un impacto en nuestra selva y en la Amazonía entre 1942 y 1945, pues reavivaría la extracción del caucho, actividades que había tenido su auge en décadas pasadas. En esta ocasión el impacto favoreció principalmente al Brasil, aunque el Perú no quedó de lado.
Debido a que las fuerzas japonesas habían logrado dominar militarmente el Pacífico Sur durante los primeros meses de 1942 e invadir Malasia, tomaron el control de las zonas caucheras de Asia, afectando directamente a Estados Unidos, que importaba ese producto. De esta forma, Japón ocasionó que los países aliados perdieran acceso a casi el 97% de la producción de caucho asiático.
Buscando una alternativa de solución, el gobierno estadounidense pactó un acuerdo con Brasil (el Acuerdo de Washington), que significó una operación a gran escala de extracción de látex en la Amazonia. Miles de trabajadores de varias regiones de Brasil se lanzaron a la arriesgada aventura de extraer el apreciado látex. La región experimentó la sensación de riqueza y pujanza, aunque el período fue efímero, ya que estuvo condicionado al período del conflicto bélico mundial.
El dinero volvió a circular abundantemente en Manaos, Belén, y en ciudades y poblados vecinos, fortaleciéndose la economía regional. El órgano internacional Rubber Development Corporation (RDC), financiado con capital de los industriales estadounidenses, costeaba los gastos de desplazamiento de los migrantes. Nuestro país también experimentó esta nueva ola de extracción cauchera. En 1941, debido a un compromiso de abastecimiento de caucho del Gobierno peruano con el de los Estados Unidos, el empresario Máximo Rodríguez se vio obligado a vender el Fundo Iberia, la única explotación por aquel entonces, dedicada a la extracción de goma fina en Madre de Dios. La adquisición provino de parte de la compañía americana Inca Rubber Company, que, una vez finalizada la guerra, vendió el fundo a la Corporación Peruana del Amazonas.
La finalización de la Segunda Guerra Mundial significó el fin de esa bonanza. Miles de trabajadores del caucho quedaron abandonados en la Amazonía y solo algunos pudieron regresar a sus pueblos de origen.
Lo que nos dejó la Segunda Guerra Mundial
Tuvimos una caída en exportaciones, desempleo y las primeras migraciones. De otro lado, hubo avances que mejoraron nuestra vida.
El Perú de 1945 se caracterizaba por ser un país con una intensa actividad agrícola, que predominantemente existía en la sierra. Las ciudades más importantes, según datos del Censo de 1940, eran Lima, con 550 mil habitantes, y luego, el Callao con 72 mil, Arequipa, con 71 mil y Cusco, con 45 mil personas.
Cabe destacar que el 50% de las personas eran menores de 19 años, algo que no había sucedido en el pasado. La inmensa población joven significaba un crecimiento demográfico expansivo en las décadas venideras. Una diferencia notable de los primeros 50 años del siglo XX es que la tasa de natalidad era prácticamente la misma, pero la de mortalidad se redujo considerablemente, debido al desarrollo de la medicina.
Al finalizar la guerra, el Perú vio afectarse sus exportaciones. Los menores envíos al extranjero sacudieron fuertemente a la clase trabajadora de la sierra, pues miles quedaron sin trabajo. Este hecho marcaría el inicio de las migraciones internas hacia la costa. En 1940 el crecimiento de Lima duplicaba el del resto del país. Esta acelerada migración interna y la falta de planeamiento urbano explican parcialmente el caos urbanístico que aún se vive en Lima.
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Otra migración europea
Se observó durante los últimos años de la guerra el repudio que creció hacia los ciudadanos de los países miembros del Eje. Esta actitud xenofóbica fue aún más fuerte hacia los migrantes japoneses. No obstante, se mesuró luego de los bombardeos estadounidenses en Hiroshima y Nagasaki. Con los ciudadanos europeos la actitud no fue tan extrema.
Más bien, muchos europeos huyeron del hambre y el horror que asoló sus tierras, y emprendieron un éxodo hacia Latinoamérica. Argentina y Brasil les resultaban cercanos por el Atlántico, pero hasta el Perú llegaron migrantes de países balcánicos que escapaban de la miseria. Muchos subían a embarcaciones peruanas que fueron hasta Europa para repatriar a los peruanos. Polizontes o no, vieron la oportunidad de sus vidas y zarparon en busca de un futuro mejor.
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Tecnologías que quedaron
Otro aspecto que dejó la Segunda Guerra Mundial fue el legado científico y tecnológico. Las tecnologías desarrolladas durante el conflicto con el propósito de ganar la guerra, encontraron nuevos usos con el paso del tiempo, ya que incluso algunos productos se convirtieron en fundamentales en el hogar en las décadas siguientes.
Un campo de batalla no era el lugar para usar relojes de bolsillo, así que se produjeron de manera masiva los relojes de pulsera para que los militares optimizaran sus coordinaciones. Aunque ya se usaban desde antes, la Segunda Guerra Mundial impulsó la masificación de su producción y su uso.
El magnetrón fue otra invención. Su desarrollo permitió la emisión de microondas que jugaron un papel determinante en el uso del radar. Un ingeniero estadounidense notó que su barra de chocolate se derretía al usar los radares y sus experimentos llevaron al desarrollo del hoy común horno microondas. Por otra parte, los radares se usaron en meteorología para las predicciones del clima.
Algo similar sucedió con los procesadores. La guerra aceleró la necesidad de tener uno de mayor velocidad. La computadora ENIAC hacía miles de cálculos por segundo.
Y finalmente, en el campo de la medicina, mejoraron técnicas y tecnología para las transfusiones de sangre, injertos de piel y tratamiento de traumatismos. La necesidad de tratar a millones de soldados también requirió la producción a gran escala de tratamientos antibacterianos, lo que supuso uno de los avances más importantes en el siglo XX: la producción masiva de la penicilina. Estos avances médicos también ayudaron a combatir la mortalidad en el Perú. En 1940 esta era de 27 por cada mil habitantes, mientras que para 1961 se redujo a 15 por cada mil personas.
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