El Niño golpeó una vez más a Piura, en 2017. Esta vista aérea muestra parte de la inundación y los daños. (GEC)
El Niño golpeó una vez más a Piura, en 2017. Esta vista aérea muestra parte de la inundación y los daños. (GEC)

Lluvias inacabables e inundaciones, desbordes no solo de agua y lodo sino hasta de grillos y sapos que parecían salir de un relato bíblico o del universo macondiano. Huaicos, pérdidas de cultivos, destrucción de carreteras y viviendas y hasta enfermedades y muerte son algunas de las graves secuelas que ha dejado el complejo fenómeno climatológico a lo largo de su historia en el Perú. Se trata de uno de los desastres naturales que más nos ha afectado periódicamente y que ha perjudicado importantes actividades económicas como la agricultura, la pesca y hasta la manufactura.

El caso más reciente para el Perú fue el ocurrido en 2017, que también se denominó El Niño costero, pero veamos los casos más saltantes de los últimos cien años.

Ocurrió hace casi un siglo

El Niño de 1925-1926, cuando era presidente Augusto B. Leguía, fue un Meganiño que implicó un Niño costero que, a su vez, vino acompañado de un fenómeno La Niña en el Pacífico central.

La Niña tiene efectos climáticos contrarios a los de El Niño, es decir, es más bien una fase fría. Provoca descensos en la temperatura, disminuyen las lluvias y desciende la humedad. Esto produjo sequías en las zonas andinas. Cuando se produjo este episodio, Tumbes, Piura, La Libertad e Ica ya venían siendo severamente afectados por sequías. En Piura fue tan prolongada que afectó la actividad agrícola. Las lluvias comenzaron un 13 de enero en la provincia de Ayabaca, en la sierra piurana, y fueron recibidas con algarabía. Sin embargo, con el correr de los días, ya en febrero, la alegría se convirtió en preocupación por el incremento del nivel de las aguas del río Piura. Y no fue para menos. El río se desbordó, arrasó el puentee inundó la ciudad.

Las lluvias continuaron durante marzo y afectaron a ciudades cercanas como Catacaos, Chulucanas, Morropón, Sullana, Talara y Tambogrande. En Piura, muchos cruzaban partes de la ciudad en botes. El 21 de abril la precipitación fue torrencial. Las mayores pérdidas fueron en el agro por la destrucción de hectáreas de cultivos; los colegios quedaron con daños irreparables y las vías, arruinadas.

En Lambayeque las lluvias se extendieron hasta el 27 de abril, lo que casi acaba en la inundación de Chiclayo. Mientras en La Libertad, en Trujillo las lluvias superaron diez veces el promedio de los ocho años previos al desastre.

En Carapongo, Lima, un grupo de vecinos y trabajadores espera ser rescatado
al haber sido sorprendidos por un desborde. (GEC)
En Carapongo, Lima, un grupo de vecinos y trabajadores espera ser rescatado al haber sido sorprendidos por un desborde. (GEC)

El golpe a la pesca

Otro caso histórico es El Niño de 1972-1973 por su influencia en el fin del boom pesquero peruano. La pesca en el Perú depende de un mar frío para tener un buen desarrollo de la anchoveta, una mayor captura y, por tanto, una buena producción de harina y aceite de pescado, productos de gran demanda internacional. La alteración de la temperatura del mar en esa época ocasionó cambios en el desplazamiento y la reproducción de la anchoveta.

La pesca y las fábricas procesadoras de harina de pescado quedaron paralizadas. Cerca de 20 mil pescadores quedaron sin empleo y la industria tuvo millonarias pérdidas pues no se pudo cumplir con la mayoría de los contratos de exportación de harina. El impacto que tuvo El Niño fue tan severo que incluso la Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) señala que este fenómeno es asociado “con el colapso en 1972 de la pesca más grande del mundo, la de anchoveta peruana”.

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El Meganiño de 1982-1983

Otro evento dramático fue El Niño de diciembre de 1982 hasta junio de 1983, con Fernando Belaunde en el Gobierno, cuando aún enfrentábamos las consecuencias económicas de doce años de estatismo de la dictadura militar. No por gusto se le apodó ‘el Meganiño’: fueron 1′267,720 damnificados y las pérdidas se estimaron en US$3,283 millones, las cuales representaban el 11.6% del PBI de 1983. Los más afectados fueron Tumbes, Piura, Lambayeque, La Libertad y Lima. Las inundaciones en el norte afectaron 111 mil viviendas; 98 mil acabaron en pérdida total. Los curiosos sapos se multiplicaron sin parar invadiendo la ciudad.

El desastre no fue ajeno a los departamentos del sur y altiplánicos. Arequipa, Apurímac, Ayacucho, Cusco, Huancavelica, Moquegua, Puno y Tacna también se vieron afectados al sufrir graves sequías vinculadas al fenómeno (vea BCRPla explicación en el recuadro).

En agricultura, los cultivos más perjudicados fueron el algodón, la papa y la quinua, cuya producción se redujo en casi 85%.

Solo los daños en infraestructura costaron unos US$1,334 millones, de los cuales el 84% fue en la zona norte. Los sectores más afectados fueron transportes y comunicaciones, hidrocarburos, agropecuario y vivienda. Se dañaron 2,600 km de carretera, colapsaron 47 puentes, las estructuras de cuatro aeropuertos tuvieron daños severos, al igual que varios tramos del Oleoducto Nor Peruano y líneas de transmisión eléctrica, lo cual obligó al racionamiento de energía.

Gran efecto mundial: 1997-1998

Entre 1997 y 1998, durante el gobierno de Alberto Fujimori, ocurrió uno de los tres fenómenos El Niño más fuertes de los que se tiene registro en las últimas décadas, debido a sus efectos mundiales, pues activó más ciclones tropicales que en otros casos. El daño global estimado fue de US$35,000 millones por destrucción de infraestructura y cultivos, así como por problemas sanitarios. Se estimó que causó 23 mil muertes en varios países.

En el Perú, un problema crítico fue el de las inundaciones en La Libertad, Lambayeque, Áncash, Piura y Tumbes, con significativos daños en vías y tierras de cultivo.

La Libertad sufrió la destrucción de 135 km de vías y más de 22,700 hectáreas de campos. A su vez, Lambayeque perdió 114 km de vías y más de 16 mil hectáreas de tierras de cultivo. Piura vio destruirse 142 km de vías y más de 13,800 hectáreas. Mientras Tumbes tuvo 71 km de vías afectadas y más de 19,900 hectáreas perjudicadas; además, una pérdida de 5,800 cabezas de ganado, la mayor de todo el país (lo siguió Loreto con 2,862 animales).

A nivel nacional se contaron 502,461 damnificados, 944 km de carreteras destruidas, 344 puentes colapsados y 47,409 viviendas perdidas, además de otras 93,691 que quedaron afectadas, principalmente en las regiones ya mencionadas. En total, estos daños se valorizaron en, aproximadamente, US$3,500 millones, equivalentes al 6.2% del PBI de 1998.

En El Niño extraordinario de 1997-1998, los daños al agro ocasionaron pérdidas de más de US$612 millones y en la pesca fueron de US$26 millones, según la Corporación Andina de Fomento (CAF). Mientras que El Niño de 2017, llamado también Niño Costero, si bien tuvo fuerte impacto en infraestructura, no afectó las exportaciones en pesca y agro.

“El fenómeno de 1997 fue parecido al de 1983, con mucho impacto en la anchoveta porque el mar se calentó mucho y la especie se hizo muy escasa”, señala Adriana Giudice, miembro de la Directiva de la Sociedad Nacional de Pesquería (SNP). La pesca de anchoveta en 1997-98 representó apenas el 20% de la lograda en 1996.

En el Meganiño de 1982-1983 no hubo zona del norte que se salvara. Hubo más de un millón de damnificados. (GEC ARCHIVO HISTÓRICO)
En el Meganiño de 1982-1983 no hubo zona del norte que se salvara. Hubo más de un millón de damnificados. (GEC ARCHIVO HISTÓRICO)

Sin embargo, no todo fue negativo en este sector. Abundaron otras especies, sobre todo, en las zonas norte y centro del país, como la caballa y el jurel, refiere Giudice, debido a que son peces que prefieren aguas menos frías.

En cuanto al agro, en 1997-1998 la temperatura llegó a elevarse hasta 6 grados Celsius por encima de lo normal en el norte del país. Esto trajo consigo la aparición de plagas y de insectos, además de las inundaciones de los campos de cultivo por la crecida de los ríos. En enero de 1998, Ica, departamento con gran producción agroexportadora, quedó inundado pues se cuadruplicó el caudal del río del mismo nombre. Los productos que más se vieron afectados fueron la caña de azúcar, el maíz y el arroz.

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El Niño Costero de 2017

El episodio más reciente, y del cual aún no nos recuperamos, fue el Niño Costero de 2017. Este afectó fuertemente el pequeño agro, pues, en su mayor parte, no cuenta con la infraestructura, tecnología y preparación para cuidar sus fundos y campos de cultivo. A nivel nacional desaparecieron 50,514 áreas de cultivo, mientras que 22,674 canales de regadío quedaron destruidos. La región con más pérdidas fue La Libertad, así como la región Lima.

De otro lado, el agro moderno, de exportación, gozó de un crecimiento importante, aunque no según lo proyectado. “El Niño Costero fue una tragedia mayúscula porque activó todas las quebradas de la costa, no solo en el norte. Fue una catástrofe. Las pérdidas de productos se dieron mucho dependiendo de la zona y las intensidades de las lluvias e inundaciones”, comenta Gabriel Amaro, director ejecutivo de la Asociación de Gremios Productores Agrarios del Perú (AGAP).

Algunos de los productos más afectados por El Niño en 2017 fueron la uva, los arándanos, el mango, el arroz, el algodón, el banano, el maíz, la caña de azúcar, los espárragos y la palta.

“Un fundo bien cuidado, localizado estratégicamente, pudo sufrir un pequeño impacto y recuperarse en poco tiempo; sin embargo, podía ocurrir lo contrario si se encontraba muy abajo o cerca de las zonas de intensas lluvias o inundaciones y huaicos”, recuerda.

En el Niño Costero, según datos de la SNP, el crecimiento de la pesca solo se frenó un poco en el segundo semestre. Durante el periodo enero-junio de 2017, la producción pesquera aumentó en 82.85%, contribuyendo positivamente al PBI del primer semestre del año. Para el segundo semestre, la industria ayudó a recuperar el dinamismo económico de las ciudades que habían sido afectadas por el fenómeno.

¿Qué es el fenómeno El Niño?

El Niño es un fenómeno atmosférico causado por el calentamiento gradual del océano Pacífico que provoca intensas lluvias y, por consiguiente, trae incrementos inusuales del caudal de los ríos e inundaciones, pero también episodios de sequías e incendios forestales.

La formación de El Niño guarda estrecha relación con las ondas Kelvin, ondas de gravedad que son afectadas por la rotación de la tierra y que contribuyen a la gestación del fenómeno. Estas pueden crearse cuando los vientos que soplan de este a oeste se debilitan en varias zonas del Pacífico ecuatorial y permiten la acumulación de aguas cálidas. Estas ondas se forman en una zona cercana a Indonesia, denominada piscina caliente, por donde están las aguas más cálidas del planeta.

Luego, viajan hacia Sudamérica en un proceso que toma cerca de dos meses. Uno de sus efectos al llegar a esta zona es que debilitan el afloramiento de aguas profundas, intensificando el calentamiento del ecosistema marino de forma transitoria, especialmente en el centro y este del Pacífico Ecuatorial. Este proceso va de la mano con lluvias que se activan en la misma zona del calentamiento (centro-este), las cuales a la vez originan inundaciones y deslizamientos en la costa oeste de Sudamérica, es decir, la del Perú.

El fenómeno El Niño es un evento a gran escala, que se extiende más allá del Pacífico Sur. Es el aumento generalizado de la temperatura de la superficie del mar en gran parte del sector oriental y central del Pacífico Ecuatorial. Asimismo, genera una disminución de la presión atmosférica en el Pacífico Sur Oriental (costa de Sudamérica) y un aumento en la región de Oceanía. Cuando ocurre este fenómeno las tormentas son más intensas y frecuentes en el oeste de Estados Unidos. También se producen lluvias más intensas en la costa oeste de Sudamérica. Sin embargo, la atmósfera busca el equilibrio. Si llueve más en Norte y Sudamérica, significa que el sur de Asia y Australia, que usualmente son lluviosos, quedarán anormalmente secos y habrá sequías.

El nombre de El Niño con que se le llamó a este fenómeno recurrente se debe a los pescadores del norte de nuestro país. Se dice que en Paita observaban que, cada cierto tiempo, las frías aguas del mar que baña las costas de esta región (frías por la corriente de Humboldt), se calentaban durante las fechas que coincidían con las fiestas navideñas, provocando que los bancos de peces de los cuales vivían desaparecieran, con lo cual veían amenazado su medio de subsistencia. Por ello, a este evento lo llamaron la Corriente de El Niño, ya que lo relacionaron con el nacimiento del niño Jesús que se celebra en la Navidad.

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El drama de 2017 y la lenta reconstrucción

Evangelina Chamorro sobrevivió al arrastre de un huaico y se convirtió en símbolo de resiliencia ante las desgracias que trajo El Niño ese año.

En 2017, el fenómeno El Niño nos sorprendió con lluvias que inundaron todo el norte del Perú. Las obras de contención que se habían hecho supuestamente para mitigar desastres como estos no funcionaron, pero tampoco se habían hecho todas las que debieron ejecutarse.

Evangelina Chamorro emerge, entre escombros, del huaico que la arrastró en Punta Hermosa, Lima. (GEC)
Evangelina Chamorro emerge, entre escombros, del huaico que la arrastró en Punta Hermosa, Lima. (GEC)

Gobernaba aún Pedro Pablo Kuczynski y le tocó enfrentar este escenario: más de 300 mil damnificados, 4,778 kilómetros de carreteras destruidas, 91,906 hectáreas de cultivo afectadas y más de 350,181 mil viviendas dañadas y 63,802 arrasadas. Las inundaciones y el colapso de los sistemas de alcantarillado en las ciudades norteñas ocasionados por las fuertes lluvias dieron lugar a que, después de los desastres, aparecieran muchos casos de enfermedades estomacales, así como el dengue.

En total, se estima que el impacto económico de El Niño costero fue US$3,124 millones, de los cuales el 40% correspondió a la pérdida de carreteras y el 36%, a la afectación de viviendas. A esto se suma que un 8% de los daños se explicaron por el arrase de áreas de cultivo y otro 8% por la pérdida de puentes.

Los daños en infraestructura fueron severos, pero ello pudo haberse enfrentado de otra manera, con una mejor prevención. Así opina el economista Alfredo Thorne, quien en el momento del desastre era ministro de Economía y Finanzas (MEF) y nos recuerda que durante el gobierno de Ollanta Humala (2011-2016) hubo un presupuesto de US$3,000 millones para el encauzamiento de ríos y obras de protección de las viviendas. Sin embargo, esos recursos no se ejecutaron y no se hizo todo lo necesario.

“En el MEF dividimos la acción de respuesta en tres: Emergencia, prevención y reconstrucción. En emergencia hubo un monto asignado por desastres naturales. Se enfrentó la primera parte del Niño costero, se creó un fondo de desastres naturales y se empezó a alimentar el fondo con excedentes del MEF. En la fase de prevención se buscó ayudar a las grandes ciudades con ese dinero por las repercusiones del desastre.

La población que vivía en una zona inundada fue trasladada a otro punto seguro donde se hicieron casas temporales; otros fueron reubicados”, nos cuenta el exministro.

Uno de esos casos fue el de la recordada Evangelina Chamorro, una mujer de 32 años que sobrevivió al arrastre de un huaico en Punta Hermosa y fue ubicada en Pachacamac luego de perder vivienda y ganado. Su imagen emergiendo del lodo se convirtió en símbolo de lucha y resistencia ante esa dramática situación.

Aún faltan muchas obras

En abril de 2017 se creó la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios (AARC), entidad adscrita a la PCM y encargada de diseñar y ejecutar un plan para rehabilitar y reconstruir la infraestructura dañada por El Niño costero en trece regiones: Áncash, Arequipa, Ayacucho, Cajamarca, Huancavelica, Ica, Junín, La Libertad, Lambayeque, Lima, Loreto, Piura y Tumbes.

Tras críticas a las demoras y problemas de ejecución y gestión, los trabajos de la AARC fueron redirigidos por esta misma entidad a través de un convenio entre gobiernos con el Reino Unido para recibir asistencia en las obras.

A mayo de 2021, con este acuerdo se ha logrado un avance de 65% en las obras de reconstrucción, habiéndose concluido 4,100 obras. La ejecución del plan integral cuenta con un presupuesto que, al cierre de esta edición, es de S/25,655 millones. Aún hay 1,700 obras en desarrollo y hay otras 1,300 en proceso de contratación para culminar con la recuperación de lo perdido entre enero y marzo de 2017.

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