Día de la Felicidad. (Ilustración: Giovanni Tazza)
Día de la Felicidad. (Ilustración: Giovanni Tazza)

Neón, sobresaliente, estimulante. Cuando un Perú en crisis se erige como puede, su fuerza es capaz de instalarse en las paredes y palpitar con la vehemencia de los colores felices. Esa felicidad, la palabra que en el funcionamiento cívico se relaciona con el bienestar de la ciudadanía, se convierte en un reclamo cuyo eco ya ocupa un espacio en la agenda del mundo: el 20 de marzo. Desde 2012, la Asamblea General de la ONU destinó esta fecha para recordarles a los gobiernos la urgencia de enfoques socioeconómicos que subsanen las consecuencias de las praxis grises: vulneración de los derechos humanos, corrupción en el cobro y uso de los impuestos, desinterés por el medio ambiente y todo aquello que disminuya el promedio de satisfacción vital.

Una vez al año, aunque la desgracia esté en las raíces, las fachadas se pueden mirar como testimonios de que este país busca la dicha, y si no la encuentra, la crea. Los patrones de matices vivos despiertan música —y otros estilos artísticos— y conforman una identidad en plural, una comunidad que es visible y que además es emisora de un “aquí” con nervio. Aquí hay expresiones de los múltiples ángulos de una nación, aquí crece la opinión pública, aquí se desvanecen las fronteras, aquí el viento sí vuelve a ser como el de ayer, aquí nunca falta el amor de Elsa y aquí el aguajal sabe cada uno de los sufrimientos.

Al ritmo de la guitarra eléctrica y de los timbales, el Día Internacional de la Felicidad inserta conciencia en los acordes y un pegamento más resistente bajo los carteles. Después de décadas, la actitud tras la constante exposición de la tipografía fosforescente es incluso un mensaje de armonía en medio de asuntos de Estado que poseen tonos oro Rolex, rojo seducción o negro Mickey. Como la búsqueda de la felicidad es un menester universal, la sociedad encuentra códigos que también lo sean; por eso, ya no solo considera las palabras, sino los tintes, las gamas que abarquen hasta lo más oscuro de un territorio.


Camila Vera - Periodista y docente de gramática española.


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