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Redacción PERÚ21

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Carolina Trivelli,Sumas y restasEconomista

El Perú, y casi toda América Latina, ha registrado importantísimos cambios en los últimos años en las oportunidades, sueños, capacidades y potencialidades de distintos colectivos sociales tradicionalmente excluidos. Las mujeres rurales, sobre todo las más jóvenes, son un claro ejemplo de ello. Hemos pasado de verlas como un caso emblemático de grupo excluido a verlas como un colectivo que, si bien sigue enfrentando condiciones adversas, tiene cada vez más capacidades y oportunidades de revertir su situación de exclusión.

Las cosas están cambiando rápido. Hoy las mujeres rurales son mucho más educadas que sus madres y abuelas, tienen acceso a más servicios de salud y tienen más herramientas e interés en desarrollar emprendimientos generadores de ingreso. Están más conectadas, se emparejan más tarde y tienen menos hijos. Todas estas son condiciones que marcan un nuevo punto de partida para ellas y sus familias.

Desgraciadamente, ellas han cambiado más rápido que el entorno en el que viven. La sociedad rural aún no asume este nuevo perfil de las mujeres y la economía rural ofrece limitadas oportunidades para capitalizar estos cambios. Su principal actividad económica sigue siendo el trabajo familiar no remunerado y, a diferencia de sus pares varones, pocas de ellas se vuelven conductoras de la explotación agropecuaria. La mayoría se queda trabajando gratis.

Ahora que estamos en el año internacional de la agricultura familiar debemos prestar atención al rol que las mujeres juegan en este sector, que es clave para la producción de alimentos y la preservación de nuestra diversidad. Tenemos que abrir nuevas actividades que les generen innovadoras y variadas oportunidades de desarrollo y que complementen sus roles productivos. Hoy estamos frente a valiosos procesos orientados a avanzar en su inclusión financiera, para que puedan manejar mejor sus recursos y desarrollar nuevas actividades económicas. Igualmente, estamos viendo un significativo número de programas locales y de desarrollo territorial a partir de la puesta en valor de activos culturales –gastronomía, festividades, artesanía, música-abriendo nuevas oportunidades de negocios para ellas a partir de valorar lo suyo.

Hay muchas cosas sucediendo en lo rural, y a pesar de ello, nos falta mucho. Nos falta apostar por las mujeres rurales, escucharlas y generar intervenciones públicas y privadas para que sus nuevos activos –educación, conectividad, acceso a servicios financieros– se traduzcan en más oportunidades y bienestar; para que sus sueños se hagan realidad. Si a ellas les va bien, al Perú le va bien.

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