(USI)
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Hoy, la Comisión de Ética del Congreso decidirá si suspende o no a la congresista de Fuerza Popular Yesenia Ponce. Pero esa disyuntiva resulta inadmisible desde el punto de vista moral e incoherente con las urgencias de estos tiempos.

Ponce debe ser desaforada; la lucha contra la corrupción debe comenzar en Ética.

Como recordamos en esta edición, Ponce ha presentado documentos falsos para acreditar su paso por el colegio. Es cierto que para ser congresista de la República el único requisito es ser peruano y tener más de 25 años. Para adornarse no había que terminar mintiendo y, menos, corrompiendo.

Dijo que había estudiado en un colegio que no existía en los años en los que ella habría pasado por las aulas. Dijo que tiene muchos compañeros de promoción, pero que no quiere dar sus nombres porque ha pasado mucho tiempo y ya no los recuerda. Y cuando “recordó” a algunos profesores, esas personas la desmintieron desde su tienda de insumos para mascotas, negocio al que se han dedicado toda su vida laboral.

Finalmente, dijo, frente a la presión de su colega de bancada Milagros Salazar, que ella no había tenido la suerte de forjar amistades en la época escolar y que por eso no podría invitar a ningún compañero de pupitre a que declare que, efectivamente, usó uniforme único.

Pero eso no es lo más grave; como no tenía quien recordara aquellos días de camaradería inventada, la congresista Ponce habría actuado con desparpajo y pagado para forjar la memoria de un director de escuela: terminada su inmunidad parlamentaria, deberá responder por el delito de corrupción de funcionarios.

El fujimorismo tiene hoy la oportunidad de demostrar que es capaz de poner sus acciones en el mismo camino que sus palabras: es inaceptable que una mujer que ha mentido –y sigue mintiendo– con enorme descaro, que está acusada de haber pagado 10 mil soles para evitar que la verdad salga a luz, siga votando sobre los destinos de nuestro país. Los peruanos nos merecemos, creemos aquí en Perú21, mucho más. Así es que hoy esperamos ver si es que realmente hay la voluntad de separar del cesto a la naranja podrida.