Tenemos la obligación moral y ética de hablar del genocidio en Gaza; no podemos quedarnos silentes ante tanta barbarie que viene ocasionando el Gobierno de Israel. Se está llevando al pueblo palestino a extremos inimaginables de dolor y sufrimiento desmedido con los bombardeos permanentes sobre población civil y el bloqueo absoluto a la llegada de ayuda humanitaria para atender a miles de palestinos en Gaza, que gritan de hambre y dolor desesperadamente.
Cuando abordamos estos temas escabrosos del Medio Oriente, muchos críticos cuestionan por qué tocamos asuntos que no nos incumben o afirman que son países tan lejanos que de nada sirve nuestra voz firme y la denuncia de los crímenes execrables del Gobierno de Israel. Esa desidia son las voces cómplices que han propiciado la impunidad de ese Gobierno para seguir infligiendo dolor y sufrimiento al pueblo palestino, a vista y paciencia del mundo. Porque no es normal la cantidad de niños asesinados salvajemente en los bombardeos indiscriminados, no hay justificación; no es una guerra, es un genocidio, hay que decirlo sin ambages.
El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, denuncia permanentemente la situación que viven los palestinos en Gaza. Menciona que es indescriptible, atroz e inhumana la política de asedio y hambruna de Israel, que, además, se burla del derecho internacional. Exige al mundo que paremos esta masacre contra el pueblo palestino. Expresa que es un momento de claridad moral y de acción para detener tanta barbarie y ensañamiento contra los más indefensos: niños, mujeres y ancianos palestinos que están viviendo un infierno.
Hasta el papa León XIV ha sido firme en manifestar que en Gaza los niños, las familias y los ancianos son llevados al hambre por imposición del Gobierno de Israel. Esa voz retumba también en muchas ciudades importantes, desde Nueva York pasando por Londres u Oslo; las voces de miles en las calles reclamando a los poderosos del mundo el cese al fuego en Palestina, pero quienes —por cierto— hacen oídos sordos. En el caso de la Administración Trump, se pretende utilizar la ayuda humanitaria como arma de guerra en medio del genocidio en Gaza.
Son ya 19 meses vividos por los palestinos a salto de mata con cada bombardeo. Estos han traumado a toda una generación y los han obligado a marchar sin rumbo en el desierto, lo que tampoco significa la salvación porque saben que hasta las cabañas improvisadas son objetivos militares, como lo fueron en su momento los hospitales y las sedes de ayuda humanitaria mundial. Un genocidio en pleno siglo XXI.