El centro comercial Jockey Plaza alistándose para la reapertura tomando medidas de bioseguridad para prevenir el COVID-19. La señalética que indica la dirección en la que deben ir los clientes será implementada en todos los centros comerciales a partir del lunes. (Foto: Alonso Chero/El Comercio)
El centro comercial Jockey Plaza alistándose para la reapertura tomando medidas de bioseguridad para prevenir el COVID-19. La señalética que indica la dirección en la que deben ir los clientes será implementada en todos los centros comerciales a partir del lunes. (Foto: Alonso Chero/El Comercio)

Por: Percy Vigil/ Catedrático y experto en centros comerciales

Mientras lee esta columna los centros comerciales deben estar recibiendo público después de varios meses.

Al parecer, alguien olvidó que con cuarentena y toque de queda las necesidades existen y que no solo vivimos de alimentarnos; habían otras necesidades por cubrir y la larga espera dio pasó a lo formal e informal. Lo formal, vía la venta online, que sirvió como un paliativo y demostró que muchos no estaban preparados para los volúmenes de demanda, con consecuencias como plazos exagerados de entrega, entre otros. Lo informal fue la consecuencia natural de unir la necesidad del consumidor por un producto y la necesidad del vendedor por generar ingresos, comprensible en esta situación. En muchos casos se vio a formales convertidos en informales por no poder acceder a sus espacios de venta. Contra las necesidades es difícil poner barreras, el mercado siempre buscará la forma de superarlas.

Si los centros comerciales hubieran asesorado al Ejecutivo, se hubiera logrado semanas atrás generar espacios comerciales seguros y controlados. Y con ello, la reactivación de empleos, generación de tributos y un modelo de gestión para aplicar en las galerías, evitando así gran parte del comercio en las calles, decisión con la que todos hubieran salido ganadores.

¿De qué sirve producir si no hay donde vender?

Mirando al futuro, las nuevas exigencias de aforo (menos público), menores ingresos en muchas familias, nuevos hábitos de compra en varias categorías, población de riesgo que demorará en retornar a sus espacios habituales, obligarán a desarrollar nuevas estrategias, dependiendo de la búsqueda de cada marca, sea en retail o en consumo masivo.

¿En que enfocarse? Considero tres las variables claves: portafolio, precio y plazo.

Portafolio: porque con menores ingresos habrá un público orientado a buscar marcas blancas (marca propia del canal) o marcas de primer precio (más económicas) o tamaños reducidos de envases. Igualmente, las empresas que no quieran perder consumidores, y a la vez no afectar el posicionamiento de su marca, deberán evaluar la conveniencia de activar una marca económica, necesaria en este entorno.

Precio: porque con menos recursos la relevancia de esta variable es mayor, ajustes en el producto, calidad de empaque, tamaños y todo aquello donde la optimización de costos pueda trasladarse al consumidor. Buen momento para outlets y tiendas de descuento o para todos aquellos que adecuen su estrategia de precio al nuevo entorno.

Finalmente, el plazo. Esto es de gran relevancia en los bienes durables pero aplicable a todas las categorías. Mientras más fraccionado el pago será mejor, cuotas adecuadas a la realidad y a la expectativa que mañana las cosas irán mejor.

No vienen tiempos fáciles, pero es lo que toca afrontar y, piense, siempre puede ser peor.