/getHTML/media/1255531
Futuro de A.N.T.A.U.R.O. en las Elecciones 2026 en la Corte Suprema
/getHTML/media/1255403
La oscura historia del Sodalicio
/getHTML/media/1255401
¿Recibió Darwin Espinoza un millón de soles a través de Sada Goray?
/getHTML/media/1255426
Los más peligrosos de Trujillo: ¿Quiénes son Los Pulpos y Los Compadres?
/getHTML/media/1255425
¿Por qué ‘Emilia Pérez’ ha recibido tantas nominaciones en los Premios Oscar?
/getHTML/media/1255241
Venganza del Congreso: ¿Por qué quieren inhabilitar a Salvador del Solar y Martín Vizcarra?
/getHTML/media/1255232
¿Cuál fue el principio del fin del Sodalicio en el Péru? Paola Ugaz lo explica
/getHTML/media/1255111
Carlos Basombrío tras atentado en Trujillo: “A Santivañez le urge presentar resultados”
/getHTML/media/1255106
Jorge Lazarte sobre abusos de la administración del Alcalde Canales en Miraflores
/getHTML/media/1255105
Analistas califican como terrorismo el atentado en Trujillo
/getHTML/media/1254978
Tensión en frontera EE.UU - México: Entrevista a Francisco Belaunde
/getHTML/media/1254977
Donald Trump juró como presidente de EE.UU.: Análisis del discurso
/getHTML/media/1254892
José Antonio García Belaunde: ’’Trump ha hecho declaraciones que generan una legítima preocupación’’
/getHTML/media/1254888
Embajador Alfredo Ferrero: ¿Quiénes son los latinos en el círculo cercano de Donald Trump?
/getHTML/media/1254975
Analizamos las tendencias de los peruanos para el año 2025 en Ciudadanos & Consumidores
/getHTML/media/1254504
Peruanos opinan sobre el caso de red de prostitución en el Congreso
/getHTML/media/1254976
¿Por qué postergan las operaciones en el aeropuerto Jorge Chávez?
/getHTML/media/1254341
La necropsia de Andrea Vidal la trabajadora del Congreso
/getHTML/media/1254179
Dina Boluarte se blinda y retrasa ley que restituye la detención preliminar
/getHTML/media/1254030
Andrés Hurtado ‘Chibolín’ exige ser excarcelado para ser colaborador eficaz
/getHTML/media/1254029
La verdad sobre la rinoplastia de Dina Boluarte
/getHTML/media/1254026
Caso José Jerí: ¿Qué pasó en la Casa Club Santa Rosa de Quives?
/getHTML/media/1254012
Emergencia en Los Ángeles: Testimonio de peruana ante los incendios más graves de Estados Unidos
/getHTML/media/1253926
Romy Chang: "Deberían cambiar a José Domingo Pérez del Caso Cócteles"
/getHTML/media/1253571
Cientos de venezolanos protestan contra asunción de Nicolás Maduro en Lima
/getHTML/media/1253310
¿Isabel Cajo mintió al denunciar el robo de su celular? Caso Andrea Vidal
/getHTML/media/1247658
Minería Ilegal: "El Reinfo es tan escandaloso que ha otorgado lotes en el mar"
/getHTML/media/1247243
Minería Ilegal: ¿Qué dicen los mineros informales sobre el REINFO?
/getHTML/media/1246362
El Reinfo de los herederos del oro ilegal
PUBLICIDAD

¿Y quién dice que Maduro es un dictador?

"¿Qué puede llevar a que mucha gente de izquierda apoye a Maduro, pese al notorio fraude y las evidentes muestras de represión? Los que viven de la política lo harán, asumo, por puro interés. Los demás, los militantes de a pie, quién sabe".

Imagen
MADURO
Fecha Actualización

Esa absurda pregunta, que más se parecía a una mal disimulada afirmación, me la hizo, justo frente a mis ojos y a mis cubiertos, el dueño de casa, el padre izquierdista de Claudia, en buena cuenta, el hombre que presidía la mesa colmada de humeantes platos criollos y en la que yo me encontraba, todavía, democráticamente cómodo y en calidad de invitado.

Una tarde, varias semanas antes, cuando Claudia me reiteraba que hacía tiempo —casi un par de décadas— ella ya era una persona adulta y que, desde que se había vuelto independiente, su familia no tenía por qué decirle qué hacer ni mucho menos qué no hacer, le dije algo que, lejos de cualquier frase calculada, era, ni más ni menos, la verdad. Le dije que me daba auténtica curiosidad conocer a su familia y que no estaría mal que un día de estos coordináramos una fecha para reunirnos y almorzar todos juntos, o algo así. Sin embargo, nada de ello ocurrió ni un día de estos, ni de los otros, ni de aquellos. Fue tal su falta de respuesta o de comentario sobre mi proposición que, con el tiempo, llegué a pensar que quizá nunca se lo había dicho y que, si lo había hecho, lo más seguro era que había sido en un sueño. También llegué a considerar que por algún motivo —uno nunca sabe— no quería que los conozca, o, peor, que no quería que ellos me conozcan. En todo caso, muchas cosas pasaron por mi mente, hasta el día de la semana pasada en que, sin que viniera a cuento y sin ningún indicio que me hubiera puesto sobre aviso, me informó, con el mismo tufillo autoritario con el que el Congreso vomita sus leyes, que “este viernes” —avisado estoy—, íbamos a almorzar en la casa de sus padres.

Salí de mi departamento con el debido tiempo de anticipación y, sobre todo, con la debida botella de vino que, según Claudia me había indicado oportunamente, era el favorito de su progenitor. ¿”No debería llevarle algo también a tu madre?”, le pregunté, pero me dijo que no se le ocurría qué podría ser. “El vino está bien porque es algo orgánico a la comida”, me explicó, “pero se va a ver bien raro que lleves algo exclusivamente para mi mami. Ni que fuera su cumple”. Y así, tranquilo, con más curiosidad que nerviosismo, partí con rumbo a las desconocidas y misteriosas aguas de la familia de Claudia. Sin embargo, en el camino, revisando las noticias del día vi, no sin sorpresa, que el día que ella había elegido para que conozca a su padre izquierdista era el mismo en que Nicolás Maduro iba a asumir su tercer mandato que, por cierto, no tiene nada de bolivariano —¿qué culpa tiene el buen Simón?—. Y todo gracias a un fraude que haría sonrojar hasta a la ONPE de Montesinos.

Debo admitir que llegué a la residencia mucho menos sosegado de lo que hubiera querido, tanto que Claudia, al abrirme la puerta, me lanzó una mirada que claramente decía: no tienes de qué preocuparte. Y así, tras las presentaciones —mucho gusto, señor, señora—, el panorama parecía más amigable de lo que, por un momento, había pensado. Más todavía cuando mostré el vino que había llevado y el rostro del padre se iluminó sin reparos. Las aguas desconocidas y misteriosas, pues, lucían tranquilas, casi estancadas, como las de algunas pequeñas playas del sur. Un minuto después, todos nos sentamos en la sala. La conversación empezó a fluir y las cosas parecían ir sobre ruedas, hasta que a la madre de Claudia se le ocurrió que sería bueno, por qué no, encender la televisión que tenían empotrada en la pared. Apenas la pantalla pasó de la oscuridad a la imagen viva de colores, se pudo distinguir, en 4k, la figura enorme de Maduro, en los momentos previos de tomar juramento presidencial. “Perdón, pero siempre tiene la tele en el canal de noticias”, dijo la madre, señalando a su esposo. Miré entonces a Claudia y ella estaba tan sorprendida como lo estaba cuando me enteré. “¿Cómo?”, preguntó al aire, “¿hoy es la juramentación de Maduro?”. “Sí”, le dije, y agregué con una entonación que ella entendió, “justo es hoy”. Quedamos unos segundos en silencio y, desde luego, no quería ser yo el primero que abra fuego. Como ya era evidente, el que lanzó el primer comentario fue el padre de Claudia. “Bien hecho, Maduro, contra todo y contra todos. Ahora quiero ver llorar a los países traidores”. Claudia me miró y, sin abrir la boca, me suplicó que no respondiera nada, que no valía la pena, que no era para tanto, que ese era un encuentro social y no político y que recuerde que, después de todo, yo era un invitado. Todo eso con una mirada.

Yo me aguanté de alguna manera, pero no me quedé callado. “Y pensar que Maduro lleva ya 12 años en el poder”, atiné a decir. Y es que, claro, yo sabía que no decir nada hubiera sido peor. Además, estaba seguro de que el padre de Claudia entendía, como yo, que las diferencias políticas no tienen por qué condicionar las relaciones sociales. Pero me equivoqué. “Cuando un presidente es bueno debería quedarse gobernando todo el tiempo que le sea posible”, me dijo, ya con un tono algo más firme. No sé si era mi imaginación o no, pero hasta, de pronto, me pareció que había empezado a hablar con el mismo signo melódico con el que hablan los venezolanos. Y que yo sepa, el señor no había pisado la tierra del joropo.

En ese momento, la madre de Claudia anunció que ya podíamos pasar a la mesa. Nos pusimos de pie y en el breve trayecto al comedor, no me pude contener y dije: “Claro, Maduro se puede quedar muchos años en el poder. Total, es un dictador”. Entonces, recién sentados, y con la comida servida esperándonos, el padre de Claudia retrucó: “¿Y quién dice que Maduro es un dictador?”.”Bueno”, dije yo, en tono apaciguador y para calmar las aguas que ya no eran ni tan desconocidas ni tan misteriosas, “supongo que usted no piensa lo mismo y está bien. Cada quien con sus ideas”. El señor me miró, me sopesó y, de súbito, una luz de cese al fuego apareció en su rostro. “Mi padre decía que no era bueno hablar de política en la mesa”, dijo demostrando que la sabiduría no conoce de ideologías políticas. En seguida, agregó: “Mucho menos con personas que solo repiten lo que dicen los medios de derecha”.

¿Qué puede llevar a que mucha gente de izquierda apoye a Maduro, pese al notorio fraude y las evidentes muestras de represión? Los que viven de la política lo harán, asumo, por puro interés. Los demás, los militantes de a pie, quién sabe. Por cierto, después de todo, el almuerzo en casa de Claudia no terminó nada mal. La próxima vez llevo arepas.  

 

 

 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD