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Carlos Tapia,Opina.21Aunque sin una cobertura mayor de los medios, el miércoles y jueves pasados los productores cocaleros del Valle de los Ríos Apurímac y Ene (Vraem) han efectuado "un paro", en realidad, una movilización con cierre de tiendas y bloqueo de carreteras de cerca de 10 mil personas. ¿El motivo? La declaración del gobierno de que se iniciará la erradicación de los cultivos ilegales de coca (90% de las 25 mil hectáreas sembradas en la zona). Esta no es cualquier decisión; de un lado, lo que se busca es "vaciar el agua de la pecera" para que la banda armada de los hermanos Quispe Palomino no se desenvuelva "como pez en el agua" –encubrimiento y obtención de recursos del narcotráfico– y, del otro, utilizar a los agentes de las Fuerzas Armadas como protección a los erradicadores del Corah.

Esta decisión ha sido tomada cuando el año pasado se han erradicado 20 mil hectáreas de coca en otras zonas del país (de un total nacional de 60 mil hectáreas), pero la producción de cocaína aumentó hasta bordear las 400 TM. Es que la productividad de los sembríos de coca en el Vraem es 50% mayor que el promedio nacional debido al mayor número de plantas y cosechas por hectárea, así como un mayor contenido del alcaloide por planta. Además, habría que considerar que es justamente en los valles de los ríos Apurímac y Ene donde los productores de coca son los que muestran una mucho menor aceptación a los programas de sustitución de cultivos (7%), como sí se logró, por ejemplo, en el valle del Huallaga (80%). Ello advierte de una oposición más radical a la erradicación.

Sin ánimo de ser aguafiestas, ¿no será que los rezagos armados podrían favorecerse con la oposición de la población a la erradicación? El Vraem no es el Alto Huallaga. La inversión requerida será mucho mayor. Terminar la carretera Quinua-San Francisco sería un buen inicio; luchar contra la corrupción civil y uniformada, también.

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