Las Elecciones generales serán en abril de 2021.
Las Elecciones generales serán en abril de 2021.

Nuestra democracia se encamina a paso firme hacia los comicios presidenciales de abril, pero los sondeos de opinión –como el de Datum, publicado ayer en Perú21– continúan dibujando un difuso mapa de preferencias electorales. La intención de voto se mantiene dispersa y, cuando menos, oscilante entre las candidaturas que se han comenzado a poner en liza.

A falta de que se consoliden planchas, equipos y planes de gobierno, los encuestados parecen inclinarse en las últimas mediciones por figuras públicas de persistente presencia entre los medios y redes sociales, sin que todavía algunos siquiera se hayan definido como candidatos en firme. Está claro que, peruanos al fin y al cabo, será en las últimas semanas, o incluso días antes del sufragio, que los votos se vayan decantando en una u otra dirección.

La notoria indigencia doctrinaria y ética de la clase política, así como de un sistema de partidos que responde más a caudillos o cúpulas dirigenciales –a menudo oportunistas propietarios de franquicias partidarias con inscripción legal en el JNE– que a ideologías o convicciones democráticas, alienta la consabida volatilidad del electorado nacional.

De ahí que sea tan difícil, asimismo, que se establezcan bloques políticos basados en principios u objetivos claros de gobierno: el caudillismo dominante –sujeto por lo general a intereses particulares, ajenos a las necesidades de la nación– cierra casi cualquier puerta a alianzas duraderas o, por lo menos, predecibles, debido a la sinuosa trayectoria de la mayoría de estos liderazgos. Ni siquiera partidos peruanos de larga historia, llámense Acción Popular o Apra, resultan fiables en ese sentido, pues está visto que hoy nada ata a sus figuras de turno a los principios aurorales que les dieron origen como organización.

No es nada raro, entonces, que la reciente encuesta revele lo poco o casi nada que los electores saben de los postulantes más notorios a Palacio de Gobierno. Todo indicaría que, ante un panorama como el de la política actual, para los encuestados basta y sobra con informarse sobre las diferencias entre tal o cual candidatura unos días antes de votar. Desde luego, una tendencia electoral muy peligrosa para nuestra democracia.

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