Se estima que hayan asistido más de 1,000 ejecutivos de distintas zonas del país. (Foto: IPAE)
Se estima que hayan asistido más de 1,000 ejecutivos de distintas zonas del país. (Foto: IPAE)

El viernes comenté por aquí que la CADE estaba dejando la impresión de estar capturada por protagonistas poco dispuestos a aceptar su parte de responsabilidad en la crisis evidente que el Perú atraviesa. Esa sensación de desencanto estuvo principalmente vinculada a las declaraciones de Roque Benavides sobre una supuesta persecución contra el sector privado, así como las que tuvo contra IDL y Gorriti, quienes, a ojos de cualquiera que no esté incómodo por sus investigaciones contra todo el espectro político, han demostrado una valentía y pericia que ya quisieran varios tener.

Pero vale la pena plantear matices, sobre todo porque el mismo presidente de la CADE dijo luego que no creía que existiese tal persecución y el presidente Vizcarra fue respaldado con aplausos al hacer lo mismo. Lo de Empresarios por la Integridad y su propuesta Cero Soborno, si logran traducir el discurso bonito a verdaderos protocolos, también podría significar un cambio urgente. Y hay otras varias acciones e intenciones en el sentido correcto.

La élite empresarial limeña suele mantener sus discrepancias entre cuatro paredes, pero lo cierto es que entre ellos existen divisiones. El asunto es que esa autocensura es liderada por un sector que silencia al otro, que, casualmente, pareciera ser más consciente del rol que su gremio debería tener en un país como el nuestro. Es un verdadero problema que esas voces discrepantes no suenen más.

Así como necesitamos una izquierda que introduzca en su discurso los desafíos de los nuevos tiempos y una derecha menos fanática, también necesitamos líderes empresariales que inspiren un liderazgo bastante más responsable, sobre todo porque mucho de lo que sucede dentro de nuestras fronteras está en sus manos. Tienen mucho poder como para no hacerse responsables de él.

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