España ha quedado conmocionada con la noticia que saltó la tarde del jueves a la prensa. Iñigo Errejón, portavoz de SUMAR y uno de los fundadores de Podemos, renunció a todos sus cargos, y anunció, a sus 40 años, que se jubila de la política.
Este hombre que lleva en primera línea desde hace 10 años no es un político cualquiera. Es un jacobino a quien le encantaba erigirse en juez del bien y del mal. Lo hacía con esa cara de pretendida inocencia, y fingida ingenuidad. La idea era siempre criticar o destruir o ponerse como ejemplo.
Si algo defendía nuestro hombre era el feminismo. Le encantaba recurrir a frases altisonantes como que el feminismo es el mejor soplo de aire fresco para democratizar a España.
Este adalid del feminismo ha sido denunciado por machista; por maltratador; por someter a las mujeres a prácticas sexuales degradantes. Aún no ha sido condenado, pero a nivel de partido ya reconoció su responsabilidad.
Renuncia con una carta que algunos tachan de críptica. Yo, de hipócrita. Ni reconoce sus culpas ni explica nada. Arranca con la primera mentira: que lleva pensando renunciar desde hace tiempo. Falso, lo hizo porque salió en Instagram una denuncia, que, sin llevar su nombre, lo identificaba.
Su carta omite lo único que debería aparecer: que se va por ser un asqueroso machista que permaneció en el cargo, mientras sus andanzas quedaban ocultas, y que no ha tenido la valentía (una vez descubierto) de reconocer que cuando hablaba del feminismo, lo hacía seguramente para convencer a las acosadas que las estúpidas eran ellas. Es la primera técnica del maltratador: hacerte creer que la equivocada, la tonta, eres tú. Vil mentiroso, falso, necio.