Yonhy Lescano es acusado de acosar sexualmente, por intermedio de conversaciones de WhatsApp, a una periodista. (Perú21)
Yonhy Lescano es acusado de acosar sexualmente, por intermedio de conversaciones de WhatsApp, a una periodista. (Perú21)

Vaya, hemos estado tan mal acostumbrados o tan poco sensibilizados ante situaciones de agresión a la mujer que en casos como el reciente que protagoniza, otra vez, un parlamentario, este nos sale con comentarios inadmisibles, pero que, en verdad, no son poco comunes en nuestra sociedad.

Yonhy Lescano primero pretendió escudarse detrás de su esposa. Sí. Dijo que de ninguna manera él podría ser el autor de los mensajes que se enviaron a una periodista porque es un hombre casado y no tiene necesidad (así lo dijo, deduzca usted a qué necesidad se habrá referido). Es el mismo libreto que acusados en otros delitos sexuales usan: soy casado, yo no fui.

Pero ayer por la tarde salió con otra: “Ella comenzó la conversación, entonces, ¿dónde está el acoso?”. Pues el señor Lescano, como legislador que es y con el bagaje de sus estudios de derecho, y además integrante de la Comisión de Ética por la que recientemente han pasado otros casos similares que involucraron a dos colegas suyos, debería saber que acoso es una conducta de connotación sexual que se dirige a una persona que no la desea y no la espera. Es decir, no tiene nada que ver con quién inicia la charla.
El pez por la boca muere, reza el dicho. Y Lescano, quien primero responsabilizó a los miembros de su seguridad de haber tenido en sus manos el celular a la hora que fueron enviados los mensajes, ayer se quejó porque el comando policial dispuso que se relevara a los suboficiales de la Policía y se asignara a nuevos efectivos. Al legislador eso le parece una imposición; él quiere a los de siempre porque los conoce. Pero si fuera cierto que alguno de ellos escribió esos textos o permitió que terceros lo hicieran, ¿no sería lo más razonable además de amonestarlos, retirarles la confianza, reportarlos y cambiarlos? La defensa del parlamentario se cae por sus propias palabras y acciones.

Que este caso sea visto con todas las garantías legales y el debido proceso que corresponde, pero que también nos sirva para ver, una vez más, cómo pueden escudarse en la inmunidad algunos, y cómo esta puede retrasar la administración de justicia.

Los temas concernientes a la protección de la mujer, los delitos en su contra, la lucha contra la violencia y el feminicidio (tenemos 27 casos desde que ha comenzado el año) son de tratamiento prioritario. Sin embargo, hay legisladores que aún los toman como asuntos de segundo orden. Una muestra está en las tres veces que recientemente, por falta de quórum, se ha frustrado que sesionen de manera conjunta las comisiones de la Mujer y de Justicia para debatir propuestas legislativas con ese fin. El Pleno del Congreso tendrá el jueves 7 una agenda especial por el Día Internacional de la Mujer. Que la ocasión también amerite evaluar qué hacer ante estos casos que contribuyen al descrédito de la clase política.

Los tiempos han cambiado; el silencio va cediendo y se abre paso la capacidad de denuncia. En ese sentido, también resulta muy saludable que ayer el nuevo arzobispo de Lima, Carlos Castillo, y el propio nuncio del Vaticano, Nicola Girasoli, hayan llamado a emprender acciones contra la violencia hacia las mujeres y el feminicidio. Y que Castillo en particular haya hablado de no encubrir delitos y abusos.

Nuestra directora, Cecilia Valenzuela, se encuentra de vacaciones.

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