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Redacción PERÚ21

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Guillermo Giacosa,Opina.21ggiacosa@peru21.com

Pero es también verdad que verlo todo de una vez –sin esa pequeña tregua que otorga la presencia de 300 metros seguidos sin obstáculos, sin un oportuno semáforo en verde o sin el gesto de alto contenido ético de alguien que se detiene cuando el semáforo está en ámbar– resulta agobiante.

Tan agobiante, quizá, como lo serían muchas historias de vida si sus protagonistas pudieran observarla desde un lugar privilegiado. A muchos no los deprime el tránsito en Lima, sino solamente que otros se enteren de lo que aquí ocurre. Son aquellos que nunca te recibirán en la cocina de su casa, ni saldrán en ojotas a la calle. Aquellos para quienes el "qué dirán" orienta el rumbo de su existencia.

Lo único que debe importarnos, si me permiten usar el plural, es lo que nosotros pensemos de nosotros mismos. La conciencia para encarar frontalmente los problemas no proviene de lo que piensen australianos o canadienses, sino de lo que los habitantes de esta ciudad decidan hacer con dichos problemas. De nuestra capacidad para dejar de discutir nimiedades y de la comprensión de que el privilegio de unos pocos debe supeditarse al bienestar del conjunto de la población. Si ese video contribuye a ahondar la conciencia de los ciudadanos sobre el caos que nosotros mismos provocamos, será una bendición. Si solo sirve para avergonzarnos por lo que pensarán los otros, demostrará que tenemos lo que realmente nos merecemos.